EL NUEVO ÉXODO Por Michael Clark, George Davis y Douglas Weaver

CAPÍTULO QUINTO

SEGUNDA PARTE



La Apostasía - El Misterio De Le Iniquidad


Pablo habló de esta apostasía final o caída en 2ª Tesalonicenses 2:1‐12. En el versículo tres leemos estas palabras: “… Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición.” (2ª Tes.2:3).


La apostasía ya ha tenido lugar en gran parte, pero como la iniquidad de los amorreos, no ha llegado a su plenitud. Dios y Sus hijos esperan la manifestación plena del misterio, para que Él pueda mostrar Su poder y declarar Su nombre por toda la tierra.

Pablo sigue explicando como será revelado este misterio,


“El cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.” (2ª Tes. 2:4)


Este pasaje revela varias cosas sobre el hijo de perdición. La palabra “se sienta” en la frase “se sienta en el templo de Dios como Dios” es la palabra griega kathizo. Aunque es traducida “haciéndose pasar ” en muchos casos, implica el significado de continuidad. “Establecerse, nombrar, conferir un reino a alguien”. Las palabras “haciéndose pasar por Dios” revelan el esfuerzo y el objetivo del hijo de perdición. Se sienta adoptando la postura como si fuera Dios, pero también trata de consolidar esa posición. Tenemos palabras para esto en nuestro vocabulario inglés como por ejemplo impostor, falsificador y fraude. El propósito del hijo de perdición es desplazar al Hijo de Dios. Es el mesías falsificado de Satanás. Creemos que este misterio se manifestará como una expresión de iniquidad a nivel tanto individual como colectivo en los últimos días. De la misma manera que Cristo el verdadero Mesías tiene un cuerpo de muchos miembros llamado el Cuerpo de Cristo, el hijo de perdición también tendrá una expresión colectiva, muchos anticristos.

Juan escribió:


“Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo.” (1ª Juan 2:18)


Ambos esperan llegan a su plenitud. La apostasía tenía que suceder primero para que la plena manifestación del hijo de perdición fuera expuesta. Los hijos de Dios serán expuestos sobre este telón de fondo de ébano.

Pablo no hablaba solamente del cumplimiento inmediato de las palabras de Cristo, “Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:5). Él estaba más preocupado con el cumplimiento a largo plazo de esta iniquidad—la plenitud del misterio de iniquidad.


Jesús era humilde‐despojándose a sí mismo, tomando forma de siervo. Anticristo, lo opuesto a Cristo, se exalta a si mismo. Esta es la diferencia entre el Espíritu de Cristo y el espíritu del anticristo. Al matar a Abel, Caín se prefirió a si mismo más que a su hermano. Se levantó, exaltándose brutalmente.

“Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.” (1ª Juan 3:11‐12)

Los que se exaltan a si mismos por encima de sus hermanos son del espíritu del anticristo y han creído la mentira (lee 2ª Tesalonicenses 2:11). El artículo el en el griego implica que hay una sola mentira y que todas las demás brotan de esa. Es la mentira que Satanás usó para tentar y engañar a Eva. “Seréis como Dios, conociendo el bien y el mal”. Fue la mentira que primero brotó en el corazón de Lucifer, la que dijo en su corazón, “Me levantaré sobre las alturas de las nubes, seré como el Altísimo.” (Isaías 14:14).

Si no amamos la verdad, solo queda una sola opción, LA MENTIRA. Podemos abrazar la humildad de Cristo, despojarnos nosotros mismos como hizo Él y andar por el camino de la Cruz como siervos. O podemos tomar el camino de la auto‐exaltación. El gran engaño de 2ª de Tesalonicenses 2:11 es creer la mentira y buscar ascender por las alturas de la deidad. Cualquier hombre que vaya por el mal camino pensando que está en el bueno, está engañado. El camino a la vida es mediante el descenso al sepulcro, teniendo la mente de Cristo, que no consideró que fuera un robo ser igual a Dios, y al mismo tiempo despojándose para tomar la forma de un siervo. Los que escogen el camino erróneo, subiendo a las alturas o edificando torres hacia el cielo, se identifican plenamente con Satanás, que fue el primero en establecer su trono sobre las estrellas de los cielos y en exaltarse a si mismo por encima de todo lo que es llamado Dios. La ambición de subir es el gran engaño, la antítesis del humilde y bajo siervo, Cristo. La serpiente que engañó a Eva ha seducido a toda esta gente engañada, por un camino de manera que sus pensamientos se han corrompido de la pureza de Cristo. Han abrazado a otro Jesús, a otro espíritu, a otro evangelio (Lee 2ª Corintios 11:3‐4). Este engañador no conoce límites. Incluso tentó aJesús a subir y gobernar (Mateo 4:8‐9).

El MISTERIO es como esta oscuridad es percibida como luz. El ateismo no es el mayor engaño de Satanás. Su gran engaño es la religión. Recuerda el sacrificio de Caín. El misterio de la iniquidad será completamente manifiesto en el contexto de una iglesia falsificada, atraída por otro espíritu, y manifestando una atracción opuesta al Espíritu de Cristo.

En 2ª Tesalonicenses 2:7, Pablo ve salir a este misterio, “ Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio”.

Este misterio fue y será aún manifiesto desde en medio de la verdadera iglesia. En sus epístolas Pablo nos da un cuadro muy real de lo que será esta apostasía. Él dijo a los ancianos de Éfeso que después de su marcha se levantarían “lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.” (Hechos 20:29‐30). Fíjate en el objetivo, apartar a los discípulos. Lobos que se levantarían para hacer algo que nadie se había atrevido a hacer antes. Intentar apartar a los discípulos tras si mismos para establecer congregaciones en su propio nombre, siendo ellos el centro de todo ello. Consecuentemente, casi cada denominación tiene algún hombre/mujer por fundador y causante.

Igual que Ismael, esta expresión global apóstata del hijo falso, el hijo de perdición, trata de perpetuarse como el verdadero heredero.

A comienzos del fin del primer siglo, Juan ya advertía: “Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. 19 Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros. (1ª Juan 2:18‐19).

Juan luego advertiría de alguien que se levantaría de en medio de los creyentes y los gobernaría.

“Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia.” (3ª Juan 9‐ 10)

Éstos salen de la iglesia exaltándose por encima de sus compañeros creyentes o dejando que otros los exalten. Los que aman la preeminencia no solo desplazan a hombres piadosos como Juan, sino que incluso desplazan a Jesús. Esta es el verdadero significado de la palabra anticristo, porque no solo significa contra Cristo, sino en lugar de Cristo.

Aquí el peligro estriba no tanto en que un hombre se levante en contra de los santos, sino en que engañe al resto del cuerpo por su ejemplo. Un poco de su levadura leuda toda la masa.

Pablo continúa advirtiendo:

“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias.” (2ª Timoteo 4:1‐3)

Como muchos protestantes testificarían, Pablo miró al futuro y vio el sacerdocio célibe del papado, que también prohibiría ciertos alimentos en ciertos días. Pero, ¿Era éste el peligro más grande para la iglesia?

“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.” (1ª Tim. 4:1‐3)

“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.” (2ª Tim. 3:1‐5)


Fíjate que serán hombres que se amontonarán para enseñar conforme a sus propias concupiscencias, no conforme a la voluntad o el deseo de Dios. Se contentan con tener una apariencia de piedad, pero en realidad, le niegan el acceso a sus vidas y terminan por quedar completamente carentes de fe en su fe. Estos pasajes nos dan un sentido de la apostasía que sucedió y que está de hecho sucediendo en los últimos tiempos.

2000 Años de los Postreros Días

Algunos pueden decir, “Estas cosas son profetizadas para los días postreros, y todavía han de suceder en el futuro”. Pero fíjate que los creyentes del primer siglo comprendieron que estaban viviendo en los últimos días. (Lee 1ª Juan 2:18 y Hebreos 1:1‐2).

De acuerdo con Joel, el Espíritu Santo sería derramado en los días postreros. Los que testificaron del derramamiento del Espíritu el día de Pentecostés, estaban viviendo en los últimos días. “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne…” (Hechos 2:17).

La gran caída ya ha tenido lugar. Sucedió en los últimos días, tal y como Pablo y Juan habían visto de antemano. La iglesia ha caído del poder hacia una forma de piedad. Tenemos mucho de formas y muy poco de Espíritu.

Al cierre del primer siglo, una iglesia había caído ya en extremo. El resto seguiría tras ella muy pronto. La iglesia de Laodicea estaba a punto de perder su candelero. Apocalipsis 3:20 describe su condición como una asamblea que descaradamente había dejado a Cristo fuera, junto a la puerta, llamando y pidiendo entrar. Había caído tan bajo que aunque Él estuviera llamando a la puerta y pidiendo entrar, pocos escuchaban. Había sido claramente excluido. Al cierre del primer siglo, la gran caída estaba en su máximo esplendor.

Juan vio este misterio de antemano después de alcanzar su clímax. Las cosas empeoraron dramáticamente porque al cierre de esa era, la Iglesia apóstata es descrita como una ramera asesina. Sobre su frente lleva escrito un nombre, MISTERIO, BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE TODAS LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA (Lee Apocalipsis 17:5). Los reyes de la tierra habían cometido fornicación con ella y los habitantes de la tierra se habían emborrachado con el vino de su fornicación (Apocalipsis 17:2). Es culpable de la sangre de los Santos y en su mano hay una copa llena de esa sangre (lee Apocalipsis 17:6).

Pasaron solo unos 24 años desde que Pablo escribiera “Porque el misterio de iniquidad ya está en marcha…” (2ª Tes. 2:7) hasta que Juan recibiera después las cartas a las siete iglesias. En ese breve espacio de tiempo, la iglesia en Laodicea había caído completamente, de manera que Dios los describió como “desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos” (Apocalipsis 3:17). Las cosas estaban sucediendo bastante rápido. Solo 200 años más tarde, el Cristianismo quedaría completamente paganizado con la ayuda de un déspota emperador romano.

En una breve revisión de la historia de la iglesia puede verse lo bajo que ésta ha caído. Bajo la dirección de los emperadores romanos, la iglesia abrazó numerosas vacaciones paganas. Adaptaron su sacerdocio conforme al sacerdocio pagano. Erigieron edificios ahora llamados iglesias, se acomodaron al orden de los templos paganos y de los centros cívicos romanos. Tomaron las vestiduras de los sacerdotes paganos y las deidades femeninas de los templos paganos, Isis o Artemis, la Gran Virgen, la Madre de Dios, o la Reina del Cielo, también conocida como María. Guardando la costumbre pagana de deificar a los hombres, veneraron a los santos poniendo sus nombres a muchos de sus templos. El mosaico romano incluido más abajo muestra lo bajo que cayó la iglesia. Describe a Cristo como al dios sol ascendiendo al cielo en su carro. La adoración del sol no fue ilegalizada en la iglesia romana hasta el quinto siglo. Constantino, el supuesto emperador cristiano, mantuvo el título de Pontífice Máximo, el dios sobre todos los dioses romanos. Luego tomaría para sí el título de décimo tercer apóstol. El cristianismo había caído junto en el regazo del paganismo. La adoración al Hijo había sido confundida con la adoración al sol.


¡Hemos hablado suficiente de la caída!

¡Ahora es el momento de la recuperación!

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