LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD Por Douglas Weaver
Este artículo lo leí hace como cuatro años y fue de gran bendición a mi vida. Cuando Dios me llamó a salir fuera del campamento como parte de su entrenamiento en la Escuela del Espíritu, Dios comenzó a remover de mí todas las marcas del sistema religioso que había recibido por tantos años, Dios amputó de mi corazón todo lo que tenía que ver con una identidad adquirida en instituciones religiosas por tantos años.
Por ahí comenzó Dios a llevarme directamente al camino del madero, tuve que morir a todo lo obtenido allí para ganar a Cristo y obtener mi identidad solamente en mi Señor y Salvador. Hay que morir a tantas cosas en la vida de Adán, pero esta es quizás una de las cosas más difíciles en los hijos de Dios, el costo de salir del campamento y congregarnos en Cristo buscando nuestra identidad únicamente en Él, tiene un costo, porque es morir a la ambición de hacer "obras para Dios", de tener ministerios y recibir la gloria de los hombres. Pero como se arranca una verruga con dolor de tu piel, así el Señor debe arrancar de nuestra vida el dios que hemos hecho de nuestras congregaciones religiosas. Esto también hace parte del morir, los hombres te dicen sálvate de la cruz, sin embargo, Dios nos lleva directo a morir en ella para llevarnos a una vida de resurrección en Cristo Jesús.
Me identifico totalmente con este pensamiento de Mary Irwin: "Mi iglesia había sido mi manta de seguridad; Dios tenía literalmente que arrebatármela, para que pudiera crecer espiritualmente y aprender que la iglesia y las denominaciones nos son la base de la seguridad. Jesucristo es suficiente".
Este artículo es para todos aquellos que Dios les ha estado hablado de salir fuera del campamento y para aquellos que ya dieron ese paso de obediencia y se preguntan: ¿y ahora que?.
LA BUSQUEDA DE LA IDENTIDAD
Por Douglas Weaver
Un fenómeno que consistentemente ocurre en aquellos que
empiezan su viaje con Dios a salir fuera del campamento, es el sentido de
pérdida de identidad. Puede ser muy desconcertante al comienzo mientras Dios sistemáticamente
remueve las marcas religiosas que una vez nos dieron un sentido de pertenencia,
y ahora nos quedamos sin nada para reemplazar esa pérdida, o eso es lo que
parece. Siempre hay preguntas tales como. “¿Y donde encajo yo en esto?” o
“¿Cómo ejerzo mis dones?”. Para aquellos de ustedes que están leyendo este artículo
y que han experimentado o están experimentando este fenómeno, reciban consuelo
sabiendo que no están solos. Es natural debido al proceso de estar siendo
separados de un sistema que ha prescrito pulcramente definiciones para cada
miembro del cuerpo. Un sistema religioso basado en la reforma de Adán y
determinado por un cambio de mente y estilo de vida en vez de un intercambio de
fuente de vida.
Por el periodo de tiempo durante el cual hemos vagado por
ese desierto llamado Cristianismo moderno, quiénes éramos estaba definido por
la actividad y los logros. Títulos, llamados y visiones vinieron a ser la
expresión de nuestra búsqueda de y posición en Dios. Entonces no es pequeña la
sorpresa que después de haber salido del sistema hayamos experimentado una
pérdida con respecto a una definición propia, porque nuestra previa definición
estaba intrínsecamente ligada al sistema. Nuestra fuente de vida no estaba
siendo encontrada en Cristo, sino en movimientos del alma por común acuerdo y
la noble aspiración de algo llamado “propósito”.
Entonces se percibe inmediatamente la necesidad de restablecer
un sentido de identidad, para agarrarnos de algo en esta caída libre y una vez
más establecer puntos de referencia. Desafortunadamente este esfuerzo
consecuentemente nos pone en el sendero de definir un nuevo sistema basado en
nuevos principios a través de los cuales podamos definir nuestra identidad. Una
identidad la cual está típicamente centrada alrededor de la proclamación de
nuestro nuevo o “reformado” sistema. Y entonces se vuelve a colocar la trampa. Dándole
tiempo y el correcto establecimiento de circunstancias, va a surgir una nueva
perversión de Cristianismo: un nuevo campamento fuera del campamento del cual
Dios nuevamente va a llamar al pueblo a salir. Una nueva manifestación de
religión cristiana que tiene el mismo elemento común fundamental del miedo.
Miedo a perder la identidad de uno. De ser tragado por la ambigüedad. La
mayor base de los miedos: el miedo a la muerte.
¿Entonces como escapa uno de la trampa y redescubre su
identidad? Es muy simple: usted debe morir. No me refiero al ideal pedante
“morir a uno mismo” propagado en mensajes que le alientan a ceder ante un
hermano cuando deciden qué película ver. Mas bien la muerte de la que Pablo está hablando
en Filipenses cuando habla de conocer a Cristo y el poder de su resurrección,
la participación de sus sufrimientos, llegando a ser semejante a él en sus
padecimientos. Verá usted, cuando Dios lo llama fuera del campamento la primera
etapa del viaje lo conduce al Monte Moriah. El lugar donde todo lo que usted ha
hecho nacer debe morir, aun si es la promesa de Dios. Su ministerio, su visión,
su identidad, su seguridad; de hecho lo que sea que haya sido ganancia para
usted. Cada elemento generado por su misma persona que define su acceso o
posición en Dios, debe ser tenido como pérdida para que usted pueda ganar a
Cristo. Y ser hallado justo en él; no por el buen sentido de temer a Dios, noble
expresión de su naturaleza humana, sino por la verdadera justicia que emana de
Su vida. Porque Jesús dijo que si usted quiere hallar su vida, primero debe
perderla. Pero continuar encontrando su vida suscribiéndose al último así llamado
“mover de Dios” solo le causará que la pierda. Usted ve que Jesús no le ha sacado fuera
del campamento para reformarlo, revivirlo, renovarlo, o restaurarlo; más bien
para matarlo.
O mejor dicho, él lo está sacando a una más profunda
aplicación de Su cruz para que una mayor manifestación de Su persona pueda ser
expresada a través suyo. Porque es solo Su vida la que importa.
Ahora, vamos a examinar tres porciones de las cartas de
Pablo comenzando por Filipenses 3:7-21.
7 Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he
estimado como pérdida por amor de Cristo.
8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como
pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor
del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,
9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia
justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia
que es de Dios por la fe;
11 si en alguna manera llegase a la resurrección de
entre los muertos.
12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea
perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui
también asido por Cristo Jesús.
13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya
alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante,
14 prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
15 Así que, todos los que somos perfectos, esto
mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.
16 Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una
misma regla, sintamos una misma cosa.
17 Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los
que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.
18 Porque por ahí andan muchos, de los cuales os
dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de
Cristo;
19 el fin de los cuales será perdición, cuyo dios
es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.
20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de
donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
21 el cual transformará el cuerpo de la humillación
nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con
el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
Me doy
cuenta que este es un pasaje bien largo, pero es imperativo que examinemos el
pensamiento continuo de Pablo con respecto al propósito de Dios para el creyente
individual, porque viendo claramente su propósito seremos llevados a descansar
con respecto a nuestro propio propósito y consecuentemente con nuestra
identidad. Así que preste mucha atención a la segunda parte del v.12: “…sino
que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por
Cristo Jesús.” Es claro que Pablo entendía que él fue asido por Cristo para un
propósito específico, y él está diligentemente persiguiendo ese propósito. De
hecho, en el v.14 lo llama “…el premio del supremo llamamiento de Dios en
Cristo Jesús”. ¿Entonces cual es propósito, la meta, el premio? Nos dice en el
v.11 “…si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”. Y
eso, hermanos, es un asunto de gran importancia.
Primero
vamos a establecer que toda la humanidad va a resucitar de entre los muertos.
Algunos para un castigo eterno y otros para una vida eterna. ¿Entonces qué
quiere decir Pablo cuando él sugiere que la resurrección es algo a ser
obtenido? Le digo a usted que Pablo no está hablando de una resurrección del
cuerpo aquí, sino de caminar en la realidad de una resurrección antes de
nuestra muerte física. De hecho el griego claramente sostiene esto en el uso de
katantao, que significa llegar a. Como W. E. Vine dice: “No la
resurrección física asegurada a todos los creyentes, sino la identificación en
la vida presente con Cristo en su resurrección”. Pero la clave que generalmente
es evitada se encuentra en el v.10: “…a fin de conocerle, y el poder de su
resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante
a él en su muerte”. Muchos desean caminar en el poder de su resurrección,
pero pocos aceptan la participación de sus sufrimientos, dejando de lado ser
semejante a él en su muerte.
De
hecho, el evangelio moderno sugeriría que el poder de la resurrección puede ser
obtenido casi por esto, porque “Jesús murió por eso, para que yo no tengan que
morir por eso”. Nada puede ser más ajeno a la
verdad. Aun en hebreos se nos dice: “…que
está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el
juicio”. Lo que Jesús hizo fue proveer para nosotros una muerte que fue pura,
con la cual podamos identificarnos a través de la fe en él y debido a eso
contraer su justicia en vez de la
nuestra. O como dijo Pablo en el v.9: “…y ser hallado en él,
no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de
Cristo, la justicia que es de Dios por la fe”. Y con el fin de caminar en este
camino debemos estar dispuestos a sufrir la pérdida de cualquier cosa que para
nosotros era ganancia, eso que agregaba valor, propósito, significado, o
identidad, para ganar nuestra verdadera identidad.
Así que
vemos que primero que todo nuestra identidad Adámica debe ser terminada. Debe
ser presentada muerta por la
cruz. Y no solo nuestras “malas” cualidades, aun más
importantes las “buenas”. Porque nada pervierte y distrae más el propósito de
Dios que nuestros bien intencionados, nobles, y temerosos de Dios intentos de
seguir a Jesús. Muchos han encontrado su identidad en ser un Pastor, misionero,
intercesor o cualquier otra actividad. Y haciendo esto nunca han sido asidos en
aquello para lo que fueron asidos por Cristo. Están perdidos en el desierto del
“Servicio Cristiano”, habiendo pasado de lado la cruz a la que fueron llamados.
Como dijo Pablo en el v.18: “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije
muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de
Cristo… que sólo piensan en lo terrenal”.
En
mi viaje personal saliendo fuera del campamento, puedo testificar que cuando
vino la temporada del éxodo, muchos hermanos respondieron al viento del
Espíritu. Profundamente dentro ellos podían sentir a Dios agitando y sabían que
él estaba hablando en medio de nosotros. Mientras nos reuníamos y orábamos y
los buscábamos, algunos de nosotros agarramos una visión de Cristo en una
dimensión mucho más grande que nunca antes y partimos en el viaje para asirnos
de él. Otros, habiendo visto el precio de la cruz, empezaron justificando su
posición actual como para no perderla. Su identidad estaba tan apretadamente
tejida en la tela de su “Servicio Cristiano” que no pudieron aguantar las
medidas necesarias a tomar para
desenredarlos. Como dijo un hermano: “El
grado con el que usted es beneficiado en Babilonia es directamente proporcional
al dolor de salir fuera de ella”.
Ahora que la temporada ha
pasado Dios misericordiosamente nos ha impulsado a muchos de nosotros de vuelta
al viaje de asirnos de Cristo. Aquellos que rehusaron salir están más profundamente
atrincherados que nunca, habiendo rechazado el poder de la muerte de la cruz,
pero gracias sean dadas a Dios que en tanto dure la tierra, ¡así también serán
las temporadas! Mi exhortación a usted entonces es rechazar la compulsión
carnal de recuperar su posición. Si usted caminase en el poder de su
resurrección, usted debe primeramente ser semejante a su muerte. Recuerde que
nuestro Señor Jesús fue despojado de su identidad y tomó la forma de siervo. El
fue abandonado por Dios mientras estaba en la cruz y se le dejó hasta morir. Más
que ningún otro, Jesús caminó por fe. Creyendo que Dios le resucitaría de
acuerdo a la promesa, se sometió él mismo a la muerte para poder obtener la
resurrección de los muertos.
Ahora Él es un cuerpo
glorificado como también lo seremos nosotros algún día porque él “…transformará
el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la
gloria suya…”. Pero por ahora podemos caminar en la realidad de su resurrección,
siendo transformados a Su imagen, que es Su propósito al asirnos en primer
lugar. Ahora veamos Colosenses 3:1-4: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo,
buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque
habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo,
vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con
él en gloria”. Es aquí donde encontramos paz y descanso con respecto a la
pérdida de identidad. Habiendo venido a la cruz y siendo semejantes a su
muerte, tocamos la realidad de su resurrección.
En su resurrección tocamos Su vida porque Él ha venido a
ser nuestra vida debido a que estamos muertos. Y cuando Cristo, que es nuestra
vida, se manifieste a través de nosotros, entonces se manifestará quienes somos
realmente. Nuestra verdadera identidad, nuestra exclusiva expresión en la
tierra, solo se encuentra cuando Cristo se revela a través de nosotros. Porque
si bien Él ha buscado matarnos por medio de su cruz, Él nos ha resucitado a
vida nueva de manera que podemos expresar a través de nuestra humanidad una
exclusiva manifestación de su persona. De hecho, es para este mismo propósito
que fuimos asidos por Cristo: para que podamos, siendo semejantes en su muerte,
obtener la realidad del propósito de nuestra creación en su resurrección. Mis
hermanos, este es un gran misterio: Cristo en nosotros es la esperanza de
gloria. Este misterio no puede ser hallado en los “servicios de la iglesia”,
evangelismos, alabanza y adoración o en cualquier otro esfuerzo humano. No hay
sistema o método por el cual obtenerlo. Ninguna enseñanza o sermón de tres
puntos puede iluminar esta verdad. Abrace su muerte para que Su vida resucitada
pueda manifestarse a través de usted y cuando Él sea revelado, entonces y solo
entonces usted será revelado con Él.
Porque vea usted que Él es nuestro destino, nuestro propósito,
y nuestra identidad, buscar otra cosa es errar la meta del premio. Les dejo con
el coro de una de mis canciones favoritas de nuestro querido hermano Larnelle
Harris:
Allí se encuentra el costo
Y como un velo que ha sido quitado, ahora veo
Una visión de lo que el Padre tiene para mí
Porque más allá del esplendor
Descansa la visión de la cruz
Y el Padre me dice a mí
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