PERMANECIENDO FIRMES EN EL SEÑOR Por Austin Sparks
Esta enseñanza llegó a mi vida cuando lo
necesitaba; cada día veo que hay algo que debo rendir y entregar a mi Señor,
aún existen áreas que deben ser pulidas y penetradas profundamente por Su cruz,
cada día veo mi pequeñez y me enfrento a Su grandeza, no soy digna de Él, no somos dignos de Él; pero el Señor en su
misericordia vio nuestra bajeza y se inclinó a nosotros porque quiso y así le
plació, nada hay bueno en nuestras vidas, todo debe ser derrumbado en nosotros,
debemos ser vaciados por completo para ser llenados solo de la vida de Él, pero
cuando entregamos nuestras vidas al control absoluto del Señor, Él se toma muy
en serio nuestra decisión y no descansa hasta terminar su obra dentro de nosotros.
El Señor debe trabajar una y otra vez hasta que el Padre encuentra en nuestras
vidas la medida del Cristo. ¡Oh que tarea la de nuestro amado Carpintero! Dios
está trabajando en nosotros, ¡Qué gloriosa verdad!, todo es por Él y nada
depende de nosotros, en eso podemos descansar.
PERMANECIENDO FIRME
EN EL SEÑOR
Austin-Sparks
Éxodo 36:20 “También hizo tablas levantadas para el
tabernáculo, de madera de cedro”; 1 Reyes
18:15 “Y dijo Elías: Vive el SEÑOR de los Ejércitos, ante cuya faz estoy”; Sal 134:1 “…bendice al SEÑOR todos vosotros,
siervos del SEÑOR, que asistís en la
Casa del SEÑOR todas las noches”
El
tabernáculo representó la totalidad del pueblo de Dios, la suma de todos ellos,
en su vida juntos en Cristo. Era, sin embargo, una construcción móvil, fija no
de cualquier modo permanente, pero levantada y desmontada nuevamente, después
montada y nuevamente desmontada en pedazos, de acuerdo con las jornadas del
pueblo como determinado por la voluntad de Dios. Cada vez que este proceso de
desmonte tenía lugar, había un momento cuando la naturaleza esencial de la
edificación quedaba a descubierto y se veía que consistía de tablas: tablas que
permanecían en pie.
Cuando
las cuatro coberturas externas que protegían el tabernáculo eran removidas, la
estructura esencial era vista como siendo hecha de tres paredes de madera con
sus cortinas. Después que las cortinas eran quitadas, podía verse que las filas
de tablas eran mantenidas juntas por varias barras que corrían horizontalmente
al largo de la parte interna de las tablas para darles cohesión. En el
desmonte, llegaba la hora de que estas barras eran removidas, pero es
importante percibir que cuando esto era hecho, las tablas no se caían, ellas
permanecían en pie. Aún cuando sus conexiones eran removidas y todos los
soportes externos eran llevados aunque de las tablas individuales, ellas no se
caían al suelo.
Una
por una, las tablas eran entonces levantadas y preparadas para la jornada,
hasta que por último había sólo una tabla restante. No era necesariamente la
misma tabla en cada ocasión, pero siempre había un momento en que sólo una
restaba. Esto era ahora todo lo que se podía ver del tabernáculo, la
representación de la Casa
de Dios – sólo una tabla. Pero ella aún estaba en pie. “Él hizo el tabernáculo de tablas de madera de acacia, permaneciendo en
pie”. Así, después de quitada y la separación finales, era visto que,
reducido a su simples mínimo, el secreto escondido de la edificación de Dios se
resume la tablas que siempre son capaces de permanecer en pie.
Preparación de las tablas
Cada
tabla, tenía su propia historia, así como cada uno de nosotros tiene parte en
la casa espiritual de Dios debe también tener una historia personal bajo la
mano de Dios. Era una historia de rotura, pues por un tiempo el árbol había
crecido sobre sus propias raíces y dependiendo de ellas para su vida y soporte.
Podía haber sido un árbol bueno y suficientemente estable, pero mientras
existía en virtud de su propia fuerza natural no tenía lugar en la construcción
de Dios. La naturaleza, sin embargo, fue trabajada, trabajada con severidad y
aún implacablemente, cuando el hacha cayó y cortó el árbol de su posición y quedo
postrada y desamparada. Pero este no era el fin de la historia, pues el proceso
de corte tenía que continuar, reduciendo y modelando la madera hasta que ella
estuviera apropiada para la tarea sagrada para la cual había sido escogida.
La
aplicación espiritual de este proceso de corte y modelo nos es familiar.
Sabemos que no podemos tener lugar vital en los propósitos de Dios hasta que la
lámina afilada de la Cruz
haya hecho su trabajo. Es esencial que nos conozcamos para que seamos cortados
de nuestros recursos naturales, removidos del dominio de lo que somos como
hombres, y es también esencial que el Señor pueda reducirlos y remodelar de
acuerdo con Su propia mente. No podemos hacer esto por nosotros mismos, pero
podemos reconocer nuestra necesidad y cooperar con El Señor en humilde fe y
paciencia mientras Él trabaja en nosotros. En el caso de la tabla, era una
operación de una sólo vez. En nuestro caso, el trabajo de la Cruz debe seguir adelante
todo el tiempo. Para que lleguemos a la gloria nosotros seremos capaces de
afirmar que nada más de este trabajo es necesario.
Reducción
es, obviamente, la parte negativa del tratamiento de Dios con nosotros, pero
todo es hecho con el propósito positivo de hacernos aptos para el trabajo en
mano. Cada una de las tablas era hecha para conformarse a un cierto patrón
prescrito; para todas las apariencias, ellas eran todas semejantes y todas de
acuerdo con las medidas divinas. En el desarrollo espiritual, debemos apreciar
que Dios no desea ni produce uniformidad externa, este no es de forma alguna su
propósito. Para nosotros, el patrón divino es una cuestión íntima, pero no hay
nada fortuito en esto, pues la medida divina es la medida de Cristo. Este es el
objetivo positivo que el Padre tiene en vista en todos sus tratamientos con
nosotros, Él está conformándonos a su Hijo.
Después
de esto las tablas eran completamente cubiertas con oro. Esto, es claro, tenía el
efecto de darles un valor que era de todo muy además de ellas mismas, una
gloria que no pertenecía a ellas por naturaleza. Esta es una otra importante
característica de la vida en Cristo, la otorgación a nosotros de las glorias de
la propia naturaleza de Cristo. El oro siempre representa la propia naturaleza
de Dios. Cristo, como el verdadero Hijo del Padre, es oro puro. Por su obra
redentora Él proveyó este presente a nosotros de su propia vida. El humilde y
ordinario árbol podía sólo proveer una muy humilde y ordinaria tabla, pero el
oro glorioso de Su belleza da un significado y valor enteramente nuevos a ella.
Así también con nosotros. Los verdaderos valores espirituales de nuestras vidas
son aquellos que recibimos por la fe como un presente de Cristo. Que nos
levantemos como las tablas doradas en la casa de Dios nuestro testimonio es:
“No lo que yo soy, Señor, sino lo que Tú eres”.
La
mención debe ser hecha de la altura uniforme de las tablas, que era de diez codos.
Parece que en las Escrituras el número diez habla de responsabilidad bajo
prueba. Recordemos que el joven Daniel, cuando primero se levantó en el nombre
del Señor, pidió una prueba de diez días para probar el valor práctico de su
vida abstemia. En el Nuevo Testamento tenemos las diez vírgenes, las diez
libras y los diez días de tribulación para la fiel iglesia de Esmirna. Así, la
frase “permaneciendo en pie” tiene
también este sentido: aquellos que pueden aguantar responsabilidad y soportar
la prueba del tiempo. Este es el tipo de material que Dios usa para Su
edificio.
El llamado de Dios
a nosotros
El
desafío de este simbolismo es muy simple pero también es muy penetrante.
Significa que debo encarar la cuestión de lo que acontecería en mi caso si
todas las coberturas y todos los soportes fueran llevados aunque, si yo fuera
repentinamente privado incluso de los auxilios dados por Dios para fuerza y
unidad, y fuera dejado completamente solo. Yo sería una tabla solitaria. ¿Sí,
pero yo aún estaría permaneciendo en pie? Este sería la prueba final. Estamos
siendo todos probados – no puede haber dudas de esto. El pueblo de Dios está
pasando a través de todos los tipos de experiencias extrañas y dolorosas, y las
indicaciones son de que estas irán a aumentar y no al contrario. ¿Que significa
todo esto? Significa que nuestra propia vida personal con Dios está siendo
expuesta a todo tipo de prueba, y que si nosotros estamos para ser elementos dignos
en Su edificio, se espera que seamos siempre encontrados permaneciendo en pie,
aún si parecemos estar en pie solos.
No
es suficiente haber sido cortado y modelado correctamente como una tabla. Ni
aún es suficiente ser cubierto con oro y radiante con Su gloria. Es esencial
que permanezcamos en pie. La obra de Satanás es la de sacudirnos, ocasionar
nuestro colapso, confrontar al Señor con el triste espectáculo de tablas postradas,
caídas delante de artimañas y amenazas malignas. Aún Elías, capaz de declarar
tan fuertemente que era un hombre que permanecía delante del Señor, estaba en
un momento tan desanimado y tan golpeado por los extraños tratamientos de Dios
con él. Él que había permanecido tan firme por tanto tiempo, ahora había caído.
¿Y por que? Principalmente porque él miró a su alrededor con el resto del
pueblo que estaba caído en incredulidad y miedo. Nadie había que se juntara a
él en su auxilio. Él parece haberse dado a la auto piedad, pues reclamó al
Señor: “Yo, tan solamente, fui dejado” (1Re 19:10). Esto no era de hecho
verdad.
Raramente
es verdad que los siervos de Dios están tan solos como les parece. Pero aunque
hubiera sido verdad, esta no era razón para que Elías cayera con el resto de
ellos. Y no hay razón por la cual debamos permitir que nuestras dificultades y
aparente falta de apoyo de los otros nos lleven a caerse. Su casa es hecha de
aquellos que saben como permanecer en pie – es necesario, permanecer sólo. Es verdad
que, en la experiencia normal de las tablas del tabernáculo, ellas eran
mantenidas juntas por las barras transversas de soporte. Estas barras daban
solidez y fuerza a la estructura, y generalmente se piensa que ellas tipifican
los hechos espirituales que conectan los hijos de Dios juntos en su vida de fe.
Nosotros necesitamos de estas ayudas divinamente ofrecidas, y hacemos bien en
usarlas tan llenamente cuanto nosotros somos capaces. Al respecto de esto,
aunque sea esencial que aprendamos a permanecer juntos, igualmente debe ser
verdad que en el Señor consigamos permanecer solos. La vida de comunión es una
provisión divina, y es casi imposible exagerar su importancia en nuestra vida
espiritual.
Necesitamos
unos de los otros, y el Señor necesita que reconozcamos y mantengamos la unidad
que Él ha proveído. Pero cada bendición espiritual trae consigo un
correspondiente peligro espiritual, y es un gran peligro de la comunión que a
usemos mal y nos apoyemos unos en los otros en vez de permanecer en el Señor.
No hay sustituto para una vida personal con El Señor. La verdad es que la vida
de comunión solamente es fuerte cuando los componentes individuales están ellos
mismos enraizados y fundamentados en Dios. No sería difícil encontrar en ambos
Antiguo y Nuevo Testamentos ejemplos de aquellos que hicieron una gran
contribución a la vida corporativa del pueblo de Dios exactamente porque podían
permanecer solos. Israel fue salvo porque en el momento crítico, Gedeón y sus
hombres permanecieron firmes en sus puestos, intrépidos delante de los grandes ejércitos
contra ellos. La vida espiritual del pueblo de Dios fue mantenida por los pocos
fieles que en las vigilias de la noche permanecieron delante del Señor en el
servicio de intercesión del santuario. ¡Que importancia es atribuida a este
simple hecho de que las tablas individuales contribuyen tanto para todo por lo
que fueron hechas para permanecer en pie!
Permaneciendo en
la redención
Un
vistazo posterior en las tablas del tabernáculo nos mostrará que, aunque ellas
hayan sido cortadas de sus previas raíces naturales, ellas no están sin base –
lejos de esto. Las tablas no permanecerían en pie por mucho tiempo si hubieran
sido sólo equilibradas, especialmente porque habrían sido equilibradas en la
arena. No, ellas no fueron quitadas de sus raíces naturales para que sean
dejadas en una condición precaria e inestable, pero cada una recibió dos
encajes de plata sólida. Plata es de nosotros de la redención, y ninguno de
nosotros puede permanecer continuamente en los propósitos de Dios a menos que
estemos firmemente sostenidos por el poder redentor de Cristo. Las tablas eran
modeladas de tal forma que cada una de ellas tenía su propio medio de penetrar
en las bases, y así, tal como era, de apropiarse de su fuerza. Cada tabla tenía
sus propias bases. No había una larga barra de plata con furos para cada tabla,
pero un bloque separado para cada una de las “dos manos” o encajes de la tabla.
Aquí, entonces, estaba el secreto de la estabilidad de cada tabla – ella tenía
su propio fundamento sólido y tenía un enraizar individual en aquella
fundación.
Redención significa que no nos pertenecemos a nosotros mismos, somos
personas compradas. Déjese a los brazos de que nuestra fe se lance
profundamente en esta gloriosa verdad y conozcamos por nosotros mismos la
realidad de que seamos comprados por Dios, y entonces encontraremos estabilidad
aún en medio de la arena del desierto.
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