EL VALLE DE LOS HUESOS SECOS Por Michael Clark
Hace algunos años leí este artículo maravilloso, yo estaba pasando por mi valle de sequedad y entendí el propósito de Dios para mi vida a través de ese desierto. Cada uno de Sus hijos debe entender este camino del Señor, es difícil comprenderlo, porque nos resistimos a morir a nuestra vieja manera de pensar y de hacer las cosas; sin embargo, este es el camino que el Señor nos ha designado y debemos entregarnos en Sus manos y a Su soberanía absoluta en nuestras vidas. Os dejo esta sencilla, pero gigante enseñanza. Que sea de mucha bendición a sus vidas, como lo fue a la mía.
El Valle de los Huesos Secos
Y por cierto secos en gran manera.
Ezequiel 37:2
Por Michael Clark
¿Ha atravesado usted alguna
vez un período de sequedad espiritual donde los cielos son de bronce y sus
oraciones parecen caer de sus labios y chocar contra el piso? Bien, muchos de
nosotros sí lo hemos pasado, y yo en particular pasé a través de uno que duró
catorce años. Fue un tiempo en el cual no importaba que hacía para obtener un
“experiencia cristiana”, nada funcionaba. Orar no daba resultados, tener
comunión era raro y cuando lo hacía era tan muerto como un mármol. Ir a los
cultos solo empeoraba el asunto. Todos los demás levantaban sus manos y
aplaudían y pasaban un tiempo maravilloso, y ahí estaba yo sentado
preguntándome porqué estaban todos tan emocionados y contentos. Cuanto más
felices estaban, peor me sentía yo, porque yo estaba completamente desconectado
de todo eso. El Señor dejó de hablarme a través de mis esforzados estudios en
la Biblia y dejé de oír Su voz del todo.
Así que después de muchos
años de esto me empecé a identificar con el valle de los huesos secos de Ezequiel
capítulo 37. Vi una frase en el segundo versículo que parecía perseguirme: “…y
por cierto, secos en gran manera”. Me preguntaba por qué el Señor le mostró que
los huesos estaban muy secos. ¿Que tenía de malo que estuvieran simplemente secos?
Un hueso seco está tan muerto como uno muy seco, ¿no es verdad? Clamé: “Dios,
sé que me estás secando, ¡pero ya es suficiente! ¿Vas a ir más allá de mi
estado actual y dejarme en este desierto cautivo hasta que esté muy seco?
Después de unos cuantos años más de esta sequedad, la respuesta se volvió muy
obvia.
Cuando ya estaba más o menos en el año decimocuarto, mi cuñado (un predicador
Bautista) me llevó a un viaje de pesca al inmaculado río Saint Joe al norte de
Idaho. Era un hermoso día soleado mientras conducíamos en su camioneta y
parábamos por el río, primero pescando en un lugar, luego volviendo a la
camioneta y manejábamos unos kilómetros y pescábamos de vuelta. La pesca fue
buena, si bien pescábamos y volvíamos a arrojar los peces al agua. Cerca del
final de una de nuestras paradas de pesca, miré hacia abajo mientras iba
caminando de vuelta hacia la camioneta y vi sobre las rocas el hueso de la
pierna de un animal secándose. Estaba seco al tocar y se empezaba a blanquear,
así que lo levanté y lo llevé conmigo a la camioneta. Una vez ahí, lo puse
sobre el tablero para poder relacionarme con ese hueso, porque parecía que
hablaba de mí y donde había estado por años. Pensé en llevarlo a casa y
colgarlo sobre mi pared. Casi sentí un parentesco con ese pobre hueso seco.
Mientras conducíamos de vuelta, el parabrisas empezó a empañarse ya que nuestras
ropas estaban mojadas debido a la pesca, así que mi cuñado prendió el desempañador. Al rato él me miró y
me dijo: “¿Pisaste algo?”. Miré la suela de mi zapato y le aseguré que no era
yo el causante de ese olor. Hizo lo mismo y tampoco era él. Entonces miré el
tablero y un oscuro líquido fluía de una de las puntas del hueso mientras estaba
ahí cerca del ventilador del desempañador. Era ese viejo hueso el que producía
ese olor. ¡Así que lo tiré por la ventana! Limpiamos el podrido líquido medular
y también tiramos los papeles con los cuales lo limpiamos.
Durante unos dos meses me
pregunté el significado de aquello. Entonces un día el Señor habló y me dijo:
“¿Sabes por qué los huesos deben estar muy secos?” Mi hueso estaba seco por
fuera cuando uno lo tocaba, pero aún estaba “húmedo” por dentro porque la
médula aun se estaba pudriendo. Jesús dijo: “La vida está en la sangre”, y la sangre
se produce en la médula. Esa médula que alguna vez produjo vida en este hueso
estaba ahora alimentado la vida de las bacterias y produciendo olor cuando se
prendió la calefacción.
Un rápido estudio a través
de la Biblia hace obvio que muchos de aquellos usados por Dios para hacer su voluntad
de una gran manera, tuvieron que pasar primero por un período de desierto o
cautividad. Allí estuvo David en su cueva durante el período de Adulam, después
de haber estado alojado en el palacio del Rey Saúl. Allí estuvo José,
perseguido y casi asesinado por sus propios hermanos, vendido por ellos a
esclavitud, llevado a Egipto, hecho esclavo de Potifar, casi violado por la
esposa de éste y luego echado en la prisión de Faraón por muchos años por
resistirse a los avances de esta mujer. Muchos años después Moisés rehusó comer
de la mesa del Faraón y terminó en sus propios cuarenta años en el desierto,
después tuvo que pasar otros cuarenta años luchando contra la rebelión de los
Isaraelitas en el desierto. Juan el bautista pasó casi toda su vida en el
desierto solo para terminar en la prisión de Herodes con su cabeza cortada y
llevada a una fiesta en una bandeja.
Esto da un completo nuevo sentido
al versículo “El don del hombre le
ensancha el camino, y le lleva delante de los grandes” (Prov. 18:16).
Jesús fue guiado por el Espíritu al desierto para ser probado durante
cuarenta días. Él fue un estudiante rápido. Pablo pasó tres años en el desierto
de Arabia después de su encuentro con Jesús en su ruta a Damasco. Un total de veintiún
años pasaron antes que el Señor hable a os santos de Antioquía de separar a
Pablo y Bernabé para su viaje misionero. Después de estudiar la vida de los santos, A. W.
Tozer concluyó que Dios estaba más interesado en la preparación del hombre
debido a lo que podía obtener de él luego.
La vida está en la sangre y
la sangre obtiene su vida de la médula. La vida natural del hombre y su fuente
natural deben estar completamente secas antes que el poder de la sangre de
Cristo pueda traer la nueva vida interior a plenitud. Jesús dijo a sus
discípulos: “La carne para nada aprovecha”. Debemos andar por el Espíritu, no
en la carne, y hay una guerra entre nuestra carne y el Espíritu de Dios que nos
invade. Dios tiene herramientas para debilitar y anular nuestro hombre natural,
y nos pide que le demos autoridad sobre nuestras vidas para que él pueda obrar
esto. La cruz personal y el desierto son sus herramientas principales.
Si Él solo nos secara hasta
que estemos secos a toda apariencia externa, vendrá el tiempo cuando se prenda
el fuego bajo nuestro y podremos probar que no somos nada más que sepulcros blanqueados
llenos de huesos de muertos. Muchos de los ministerios más encumbrados han sido
derrumbados por Satanás porque los hombres todavía tenían su vieja vida carnal
viviendo dentro de ellos. No, los huesos deben volverse muy secos para que Dios
los levante y cause que Su vida sea libremente manifestada en ellos. Sea fiel
en dejar que El haga esa profunda obra dentro suyo, tan profunda que otros vean
solo la vida de Su Hijo en ustedes.
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