INCREDULIDAD: PÁNICO A SOLTAR LA RAMA Por José María Armesto
Los bebés dependen cien por ciento de su madre, dependen de la leche del pecho de ella para subsistir; el enfermo en coma depende de las máquinas para sobrevivir; pero el bebé crece y ya no necesita de esta leche, el enfermo que regresa después de estar en coma mucho tiempo, debe ser desconectado de las máquinas. Así cuando vamos madurando y creciendo en la vida de Cristo, Él debe desconectarnos de toda máquina, de todo el apoyo exterior y del pecho de nuestra naturaleza, para comenzar a depender exclusivamente de Él, pero, ¡cuanto nos cuesta!, por eso el Señor debe hacerlo Él mismo con gran Su amor y con Su misericordia que es nueva de cada mañana, nos apaga las máquinas, seca la leche y nos quita la confianza de nosotros mismos y del exterior, para avanzar en Sus caminos y no quedarnos dando vueltas en el desierto, nos quita todos los apoyos para que aprendamos a depender en cada minuto de su preciosa Providencia y Su Soberana Voluntad. Este artículo escrito hace muchos años por mi amigo Chema y que hoy me fue compartido, ha sido una realidad en mi vida y Dios ha tenido que ir desconectando una a una las máquinas en mí, para aprender a depender solo de Él.
Espero que para ustedes queridos lectores esta pequeña enseñanza, también sea de mucha edificación y confrontación para sus vidas.
INCREDULIDAD:
¡Pánico a Soltar la Rama!
Por José María Armesto
Introducción:
Es una pena que el cristianismo evangélico, aun el pentecostal, se haya quedado estancado en las experiencias de salvación (salida de Egipto) y bautismo en el Espíritu Santo (cruce del Mar Rojo-Sinaí); como si eso fuera todo lo que se espera que uno pueda recibir de Dios. Sin embargo, tras cruzar el desierto, ¡y cuán pocos lo hacen!, nos esperan las experiencias (crisis) de muerte, sepultura y resurrección (cruce del Jordán; ver Josué 4 y 5), circuncisión del corazón y pascua (Gilgal), expulsión de gigantes, ocupación de la Tierra Prometida…
Textos
bíblicos:
(Sal
46:1-3,10): ...aunque la tierra sea removida... ¡estad quietos y
conoced que yo soy Dios!...
(Ex
14:13-14): ...No temáis, estad firmes, y ved la salvación que
Yahwéh hará hoy con vosotros... Yahwéh peleará por
vosotros y vosotros estaréis tranquilos.
2º Cr 20:
15-17)...porque no es vuestra la guerra sino de Dios...No habrá
para que peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y
ved la salvación de Yahwéh con vosotros...
(Jer 15:5,
7): Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo,
y su corazón se aparta de Yahwéh. Bendito sea aquel que fía en Yahwéh, pues no
defraudará Yahwéh su confianza (BJ)).
(Is
30:15): ...En descanso y en reposo seréis salvos, en quietud
y confianza será vuestra fortaleza...
(Is
31:1-3) ¡Ay de los que descienden a Egipto a por ayuda, y confían en
caballos, y su esperanza ponen en carros porque son muchos, y en jinetes porque
son valientes; y no miran al Santo de Israel, ni buscan a Yahwéh! ...los
egipcios hombres son y no Dios; y sus caballos carne y no
espíritu...
Paso (crisis) del
Mar Rojo: Ex 14:3, 16, 21-22
(Jos 3:1;
4:19; 6:2): ...y vinieron hasta el Jordán y reposaron allí antes
de pasarlo. Y el pueblo subió del Jordán... y acamparon en
Gilgal (después de pasarlo),... Más Yahwéh
dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó...
Paso (crisis) del
Jordán: Jos 3:13, 16; 4:3, 8, 9-11, 18-20.
(Jer
6:16): ...Paraos en los caminos, y mirad y preguntad por las
sendas antiguas, cual sea el buen camino y andad por él, y hallareis descanso
para vuestras almas...
(Gá
3:1-3): ¡Oh gálatas insensatos!... ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de
la ley o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo
comenzado por el Espíritu ahora vais a acabar por la carne?
(Ap 2:5):
Recuerda, por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete (vuelve a ese lugar en que caíste), y haz las primeras obras...
Cuentan que
cierto alpinista ateo, tuvo un percance y resbaló por la pared rocosa de
la montaña que estaba trepando. Hubiera caído al abismo de no ser porque pudo
asirse de la única rama que había, a la que quedó agarrado, pero
suspendido en el aire, sin que pudiera salir por sí mismo
de tan peligrosa situación. Al ir tomando consciencia que cuando se le
agotaran las fuerzas caería precipicio abajo, comenzó a gritar con todas sus
fuerzas pidiendo auxilio; y esto hizo largamente sin recibir contestación
alguna. Ya al borde del agotamiento le vino al pensamiento pedir la ayuda de
Dios, cosa que en principio rechazó pues era ateo. Sin embargo, viendo la
muerte tan de cerca, decidió ensayar una tímida oración mental; la cual tampoco
fue respondida de inmediato. Cuando sus manos comenzaban a resbalarse,
pues sus fuerzas se habían agotado, se asustó tantísimo que comenzó a orar a
Dios en alta voz:
"Dios,
si realmente existes, ¡ayúdame!".
Pero tampoco
escuchó respuesta alguna; así que extenuado y con lágrimas en los ojos, volvió
a gritar fuerte:
"Dios MIO por
favor, te lo suplico, ¡sálvame!"
En ese momento sonó una atronadora voz:
"Hijo,
¿tú realmente crees?"
El alpinista
se sorprendió tanto al escuchar la estruendosa voz de Dios, que quedó
asustado y temblando de pavor, pero como pudo y con sentido de urgencia
contestó:
"¡Si,
si!, yo verdaderamente creo".
A lo
que la Voz como de muchas aguas nuevamente respondió:
"Hijo,
si tu realmente crees, suelta la rama, yo te recogeré".
El alpinista
quedó pensativo por unos instantes y al fin volvió a gritar:
"¿Hay
alguien más ahí arriba?"
Quizás la historia pueda resultarnos
jocosa, pero lo triste es que, no ya los ateos, sino la mayoría de los
cristianos, tenemos pánico mortal a soltar la rama; porque, aunque decimos
creer, la realidad es que no confiamos en que Dios sea tan real como
para recogernos si nos soltamos de la rama.
Por
periodos nos quedamos quietos y confiados, pero cuando se presenta una
crisis en nuestra vida se pone de manifiesto nuestra
incredulidad, que no es otra cosa que miedo, desconfianza. Desconfianza en
medio de la cual nos negamos a obedecer la palabra de Dios, porque tenemos
miedo de caer en el vacío de la pasividad divina. Somos como paracaidistas que
pasaron por el campamento y la instrucción militar, y conocen bien la teoría
sobre el salto, pero que una vez arriba en el avión, se niegan a saltar porque
temen que el paracaídas no se abra y tienen que ser empujados.
Gracias a
Dios que, aún a pesar de nosotros mismos, si se lo pedimos ("creo
Señor, ayuda mi incredulidad"), nos llevará a una situación de
encierro tal (al callejón sin salida) en que no nos quedará más remedio
que obedecerle y soltar la rama a la que nos aferramos y cruzar, como ocurrió en
el Mar Rojo con los israelitas.
Vivimos
aferrados tenazmente al volante (guía) del vehículo de nuestra vida, que
arrebatamos al Señor poco después de ser salvos, y aunque con nuestra
boca confesamos que Él es quien conduce, ni en broma queremos soltar el
volante, abandonar el asiento principal y sentarnos en el del
copiloto, para que Jesús asuma el mando. Tenemos un miedo horrible al
vacío que se producirá si soltamos; miedo a detener la marcha y acampar; miedo
a estarnos quietos y no hacer nada. Miedo a la tumba donde ha de yacer
nuestro YO (ego) en espera de las palabras de resurrección: "¡Lázaro,
sal fuera!".
Muy al
contrario, en estas crisis en lugar de apostar al milagro, al exclusivo amparo
de Dios, comenzamos a maquinar, a buscar nuestras propias soluciones, a
bajar a Egipto (el mundo) por ayuda; a apoyarnos en hombres (familia,
amigos, etc., sean cristianos o no) o en cosas materiales. Circunvalaremos
al Señor, buscaremos subterfugios, estratagemas o sutilezas ¡cualquier cosa
excepto estarnos quietos y confiar solo en Dios! Nos haremos
los encontradizos para hacernos notar, haremos veladas, sugerencias, llamadas
telefónicas, pregonaremos, eso sí, muy sutilmente, nuestra necesidad,...
para ver si alguien pica el anzuelo y se apiada de nosotros. En fin, como de
costumbre, meteremos nuestra manita (quizás sería mejor decir la patita)
para ayudarle a Dios a hacer la obra y, por enésima vez, abortaremos
el milagro, el plan de Dios, y vuelta a empezar…
Mientras
sigo con mi cristianismo teórico (religioso) y no vivencial (verdadero,
práctico), por si Dios no fuera real, o no sea capaz de oír y menos de
responder...; por si acaso mejor seguir un poco más con mi simulación
religiosa; con mi piedad afectada de cara de santito en éxtasis; con mis obras
"buenas" de la carne (que al igual que las obras malas de la carne,
vienen del mismo árbol del Conocimiento del Bien y del Mal), y
que no son sino trapos de inmundicia, obras separadas (muertas) de Dios,
pues Él no nos mandó hacerlas; mejor seguir con el "bikini" de las
hojas de higuera de justificación propia, en lugar de la túnica de
la justicia de Cristo imputada. Es decir, seguir con el servicio cúltico desde
la carne, el asqueroso disfraz o careta de obras muertas, para
encubrir la baja espiritualidad. ¡Esto es religión! ¡Esto es estatus
espiritual!
¿El
remedio? Necesito, como el hijo pródigo, que nunca debió abandonar la Casa de
la Gracia, la revelación que me haga "volver en mí" (Lu
15:17; Jer 6:16; Gá 3:1-3; Ap 2:5). Necesito un parón; un vacío; un corte; una
crisis; un río que me arrastre sin que pueda hacer pie (Ez
47:5); una espera confiada de diez días en Jerusalén; un silencio como de media
hora... para que Dios se pronuncie (Ap 8:1). Necesitamos acampar,
pararnos, plantarnos y decirle a Dios: "de aquí no me muevo si
tu presencia no ha de ir conmigo”.
Necesito
las experiencias de muerte, sepultura y resurrección; de circuncisión del
corazón (mi corazón rasgado y no mis vestidos) y de pascua de
comunión fraternal. Esto a nivel personal y después, corporativamente como
iglesia local, necesitamos la experiencia de Aposento Alto, la
doble porción o tercera unción. Y, ¡ahora sí! con el Espíritu Santo a
bordo y como Cuerpo bien conjuntado, en resurrección, en vida victoriosa, en
vida ascendida, en vida tras del velo, en el reposo de todas nuestra obras (el
"shalom de Dios", la paz DE Dios además de
la paz CON Dios que al creer me fue concedida) y en el gozo del
Espíritu Santo; ahora, cruzado el Jordán y tras la acampada, la
circuncisión y la pascua en Gilgal, podremos marchar hacia la conquista de la
tierra Prometida. Ahora podremos recuperar la autenticidad de
la oración, del canto, de la danza, de las potencias del alma, renovadas y
sujetas al Espíritu y todo lo que se comió la oruga, el saltón, el revoltón y
la langosta. Ahora, con un ejército restaurado y equipado y no
con uno de lisiados, podremos hacer guerra espiritual y conquistar, o, mejor
dicho, ocupar lo que Dios ya haya conquistado para nosotros (Jos. 6:2).
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