BAJO LA MANO DE DIOS Por Witnnes Lee
Pido disculpas a mis lectores porque en estas últimas semanas he estado un poco alejada del blog, por el lanzamiento del nuevo libro "Como el Lirio entre las espinas". Pero aquí estoy de nuevo.
Hace unos días atrás, estuve tratando un tema bien interesante con mi amigo y hermano en Cristo Andrés Cantor, el tema que surgió era de Jacob, Raquel y Lea. En otra entrada del blog traté el tema de choque de trenes, que tenía que ver con Labán y Jacob; pero esta vez el Señor me inquietó a compartir esta bella enseñanza del hermano Witnnes Lee, que específicamente trata el tema de estos tres personajes.
Mi amigo José María la tituló "El costo de preferir, en vez de aceptar" y yo le agregaría "el humor de Dios para tratar con Jacob". Porque la verdad reí mucho al estudiar esta parte de la vida de Jacob, él se metió en un gran problema con sus cuatro mujeres.
¡Cuántos de nosotros en nuestro caminar con el Señor, hemos preferido lo que nuestra carne desea, anulando por completo la voluntad de Dios! esto ha traído dolor a nuestras vidas, profundas heridas y grandes consecuencias, el costo por preferir ha sido muy alto. Por esta razón Dios debe llevarnos una y otra vez a Su corrección, utilizando todo a nuestro alrededor; cada circunstancia y cada persona que se topa con nosotros en el camino, se convierten en el cuchillo afilado que corta nuestra falta de sometimiento a la elección maravillosa de Dios para nosotros. El Señor nos transforma a través de Su disciplina, en hijos dóciles que se dejan gobernar por Él.
Espero degusten esta preciosa enseñanza como lo hice yo, y quizás entiendan un poco el humor de Dios, aunque a Jacob no creo que le hubiera causado risa su situación. Sin embargo, el Señor dejó estas enseñanzas para trazarnos un camino y mostrarnos lo que espera y no espera de nosotros.
(4)
Hicimos
notar que en cuanto a la experiencia de vida, Abraham, Isaac, Jacob y José no
deben considerarse cuatro individuos separados. En la experiencia de vida,
estas cuatro personas constituyen una unidad única y completa. En Abraham vemos
el llamamiento de Dios, la justificación por la fe, y el vivir por fe en Dios y
en comunión con El. Pero al experimentar a Dios, no sólo tenemos Su
llamamiento, la justificación, la fe y la comunión, sino que también fuimos
escogidos y predestinados. En Abraham, Isaac y Jacob vemos varios aspectos de
la experiencia de vida. Únicamente vemos la experiencia completa de vida cuando
juntamos a estas tres personas y a José. Vimos ya que Jacob necesita que José
lo complete. El Nuevo Testamento revela claramente que fuimos predestinados
para ser hijos de Dios (Ef. 1:5), hijos reales de Dios. Todos los hijos de Dios
serán reyes. En el libro de Apocalipsis, vemos que los santos serán co-reyes de
Cristo y regirán a las naciones en el reino (Ap. 2:26-27; 20:4, 6). No vemos el
reinado ni en Abraham ni en Isaac. Inclusive cuando vemos a Jacob, no podemos
ver el reinado. Pero está claramente revelado en José. En los últimos capítulos
de Génesis, el mundo entero se encontraba bajo el dominio del faraón. No
obstante, el faraón era simplemente una figura decorativa. El que
verdaderamente gobernaba la tierra en aquel tiempo era José. Ya que José
representaba a Jacob, el que verdaderamente reinaba sobre la tierra era Jacob.
Este regía por medio de su hijo José, quien era el aspecto gobernante de la
vida de Jacob. Por consiguiente, las experiencias de Abraham, Isaac, Jacob y
José constituyen una experiencia completa de la vida. Experimentar a Dios empieza con la elección y
llega a su consumación en el reinado.
¡Cuántos de nosotros en nuestro caminar con el Señor, hemos preferido lo que nuestra carne desea, anulando por completo la voluntad de Dios! esto ha traído dolor a nuestras vidas, profundas heridas y grandes consecuencias, el costo por preferir ha sido muy alto. Por esta razón Dios debe llevarnos una y otra vez a Su corrección, utilizando todo a nuestro alrededor; cada circunstancia y cada persona que se topa con nosotros en el camino, se convierten en el cuchillo afilado que corta nuestra falta de sometimiento a la elección maravillosa de Dios para nosotros. El Señor nos transforma a través de Su disciplina, en hijos dóciles que se dejan gobernar por Él.
Espero degusten esta preciosa enseñanza como lo hice yo, y quizás entiendan un poco el humor de Dios, aunque a Jacob no creo que le hubiera causado risa su situación. Sin embargo, el Señor dejó estas enseñanzas para trazarnos un camino y mostrarnos lo que espera y no espera de nosotros.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SETENTA
BAJO LA MANO DE DIOS
(4)
Al
leer acerca de Jacob en el libro de Génesis, debemos recordar que la Biblia en
su totalidad es la palabra de vida. La Biblia contiene enseñanzas, historias,
profecías y tipologías, y la mayoría de ellas aparentemente no se relacionan
con la vida. Puesto que toda la Biblia es la palabra de Dios como vida, no
debemos considerar las historias que contiene como simples historias. Debemos
acudir al Señor para que nos muestre la vida contenida en todos los relatos. La
mayoría de los cristianos ha pensado que los relatos del libro de Génesis son
simplemente historias, y no han hecho caso de la vida que hay en ellas. Cuando
éramos jóvenes, a muchos de nosotros nos gustaba escuchar historias bíblicas.
Indudablemente esas historias son las mejores. Que el Señor nos permita recibir
la nutrición de la vida que hay en todas las historias de la Biblia.
Génesis
1:26 revela que el propósito de Dios al crear al hombre era que éste lo
expresara a Él en Su imagen y lo representara en Su dominio. Aunque vemos algo
de Dios en Abraham, no vemos en él mucho de la imagen de Dios. Además, ni en
Abraham ni en Isaac vemos el dominio de Dios. Ni siquiera en el mismo Jacob
vemos el dominio de Dios, el cual se ve en José. En Jacob y José la imagen y el
dominio de Dios son claramente revelados. Finalmente, Jacob fue llamado Israel,
príncipe de Dios. Su nombre incluye el nombre de Dios. En el nombre transformado
de Jacob, tenemos el nombre de Dios. Jacob fue verdaderamente transformado a la imagen de Dios; por esta razón, en su ser estaba
la expresión de Dios. Jacob tenía la expresión, mientras que José tenía el
dominio. Por consiguiente, como unidad única y completa, ellos
expresaban a Dios y lo representaban. Para poder ver esto, debemos ser
iluminados espiritualmente. Debemos orar diciendo: “Señor, abre nuestros ojos.
No queremos leer solamente las historias bíblicas para obtener conocimiento.
Queremos ver la luz de vida en estas historias y ser nutridos por la vida que
contienen”.
En
Abraham no vemos que Dios lo discipline mucho. Tampoco vemos que Dios haga tal
cosa en Isaac, pues Dios jamás los afligió. A Isaac sencillamente le agradaba
comer. A nuestro parecer,
ninguno de nosotros estaría de acuerdo con eso, y diría: “Dios, ¿por qué me
disciplinas constantemente? ¿Por qué no disciplinaste a Isaac? Isaac hasta
vendió Tu bendición por carne guisada”. En Génesis 27:3 y 4 Isaac dijo a
Esaú: “Sal al campo y tráeme caza; y hazme un guisado como a mí me gusta, y
tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera”. Si un hermano
hiciera eso ahora, nosotros diríamos: “Hermano, no deberías hacer tal cosa. Eso
es demasiado carnal y mundano”. No obstante, Isaac no fue reprendido por hacer
eso. De hecho, aunque
Isaac bendijo ciegamente y de manera incorrecta, Dios honró su bendición. Esto
indica claramente que Isaac no representa la vida que Dios ha tocado. Es la
vida de Jacob la que representa la disciplina de Dios. Dios no dejó en paz
a Jacob, sino que mantuvo Su mano sobre él.
En el capítulo veintinueve
Jacob, después de llegar a la casa de Labán, fue puesto en la cámara de
transformación. Ya vimos que Isaac, Rebeca y Esaú
colaboraron para que Jacob se viera obligado a escapar de su casa. Isaac era una persona simple, se
llevaba bien con todos, y no se inclinaba a ejercitar su discernimiento. Esta
era su manera de ser y su carácter. No obstante, Rebeca era inteligente,
ingeniosa y manipuladora. Como esposa y madre fuerte, ella manipulaba a toda la
familia. Esaú, el hermano, no era muy sagaz, pero sí era físicamente
fuerte y parecía decir: “Jacob, no sé utilizar mi mente como lo haces tú, pero
sí sé usar mis puños. Tú quizá seas astuto, pero yo un día te mataré”. Estas tres personas trabajaron
como equipo para forzar a Jacob a abandonar a su madre amorosa y la casa de su
padre. Sabemos que Jacob sufrió durante su viaje por el hecho de que cuando vio
a su prima Raquel “alzó su voz y lloró” (29:11). Jacob había estado muy solo.
Todo lo que había experimentado antes de llegar a la casa de Labán lo conducía
a la cámara de transformación. En el capítulo veintinueve Jacob entró en dicha
cámara.
5) La soberanía de Dios condujo a Jacob
a encontrar a Raquel y a Labán
a encontrar a Raquel y a Labán
Dios,
en Su soberanía, condujo providencialmente a Jacob a reunirse con Raquel y
Labán (29:1-14) Jacob llegó a cierto lugar después de recorrer una gran
distancia, y supuso que éste era el lugar en donde vivía su tío Labán. La
Biblia no declara que Jacob buscara a tientas el lugar indicado, yendo de un lado
a otro; al contrario, dice que llegó a un solo lugar, e inmediatamente supo que
ése era el lugar en donde vivía Labán. Después de conversar brevemente con
algunas personas en el pozo, Jacob encontró a Raquel, la hija de su tío Labán. El hecho de que Raquel viniese y
no Lea fue algo soberano. Sabemos que aquello fue dispuesto soberanamente por
el Señor porque en Génesis 28:15 Dios hizo una promesa a Jacob: “He aquí, yo
estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a
esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. Dios
fue fiel y guardó Su palabra, pues guio los pasos de Jacob y lo llevó a donde
moraba Labán. Entonces Dios propició el encuentro de Raquel con Jacob en el
pozo. En Génesis 24:13-32 Rebeca y Labán fueron hallados por el siervo de
Isaac. Aquí Raquel y Labán son hallados por el propio Jacob. En esto vemos la
soberanía de Dios.
Todos nosotros somos los
escogidos de Dios. Si usted cree que fue escogido por Dios, entonces debe creer
que todo lo que le sucede proviene de Él. Todo lo que nos sucedió en el pasado
y lo que nos ocurre ahora proviene de Dios. Nunca esté inconforme con las
circunstancias en las cuales se encuentra. Como escogido de Dios, su destino
está en la mano de Dios y bajo Su dirección. El hecho de que usted haya entrado
en la vida de iglesia no ocurrió al azar; fue obra de la mano de Dios, quien lo
escogió a usted. No estamos solamente bajo el pulgar de Dios, sino en Su mano.
Cuando usted va a trabajar en algo, lo sostiene en su mano. No tenga temor de
estar bajo el pulgar de Dios, pues ésta es una señal de que está en Su mano.
Diga simplemente: “¡Alabado sea el Señor! Estoy bajo Su pulgar y en Su mano” nosotros
los Jacob de hoy estamos en la mano de Dios.
6) El engaño de Labán en el matrimonio
de sus dos hijas con Jacob
de sus dos hijas con Jacob
Labán
parecía decir a Jacob: “No debes servirme en balde. Dime qué salario deseas”.
Jacob amaba a Raquel; así que fue franco con Labán, y le dijo: “Yo te serviré
siete años por Raquel tu hija menor” (29:18). El amor ciega y enloquece a la gente. Cuando leí
la historia de Jacob, dije: “Jacob, qué insensato eres. No debías de haber
dicho que trabajarías siete años por Raquel. Debes haber dicho que trabajarías
siete meses”. ¿Cómo pudo
alguien tan hábil como Jacob haber sido tan ingenuo? Porque él amaba a Raquel y
quería obtenerla a cualquier costo. No obstante, Jacob fue bastante perspicaz,
pues sabía que si proponía servir durante poco tiempo, Labán no habría aceptado
la oferta. Por consiguiente, por temor de perder a Raquel, Jacob ofreció
trabajar para Labán durante siete años a fin de obtenerla como esposa. Trabajar
durante tanto tiempo no es algo insignificante. Yo, en el lugar de Jacob,
primero habría ofrecido trabajar durante siete meses y luego habría regateado
con Labán hasta acordar cierto período.
Labán
era avaro, pues robó a su sobrino durante siete años. La Biblia no dice que
después de los siete años Labán hubiese llamado a Jacob y le hubiese dicho que
era tiempo de casarse con Raquel. No, fue Jacob quien dijo a Labán: “Dame mi
mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para unirme a ella” (29:21). Jacob
parecía decir: “Labán, mis siete años se han cumplido. ¿Dónde está mi esposa?
He trabajado para ti, y ahora debes darme mi salario”. Labán era bastante
astuto. Después de reunir a todos los hombres de aquel lugar y de organizar un
banquete, tomó a Lea su hija y la trajo a Jacob, “y él se llegó a ella”
(29:22-23). El banquete se produjo durante el día, pero la boda ocurrió de
noche. Aquella noche Labán engañó a Jacob, dándole a su hija mayor Lea, en
lugar de Raquel. Cuando Jacob descubrió al día siguiente que Labán lo había
engañado, le dijo: “¿Qué es esto que me has hecho? ¿No te he servido por
Raquel? ¿Por qué, pues, me has engañado?” (29:25). A Jacob no le interesaba
Lea, cuyos ojos eran apagados; él amaba a Raquel, quien era “de lindo semblante
y de hermoso parecer” (29:17). Después de que Jacob presentó su queja a Labán,
éste dijo: “No se hace así en nuestro lugar, que se dé la menor antes que la
mayor. Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio
que hagas conmigo otros siete años” (29:26-27). Labán era verdaderamente un cuchillo torcido. No
obstante, Jacob estuvo de acuerdo con este convenio, y fue inducido
artificiosamente por Labán a trabajar un total de catorce años por Raquel, la
esposa que él deseaba.
La
mano soberana de Dios actuó en esa situación. Jacob amaba a Raquel, pero Dios en Su soberanía la
mantuvo alejada de él. Jacob no laboró ni un solo día por Lea, pero ella le
fue dada como don gratuito, como añadidura. Con eso vemos que Dios le dejará a usted obtener lo
que desea, pero que usted deberá pagar el precio por ello. Su preferencia
siempre costará mucho, pues aparte de dárselo, Dios le dará una añadidura. Dios
parecía decir: “Jacob, ¿amas a Raquel? Te la daré, pero debes pagar el precio.
Después de pagar un alto precio, te daré una añadidura. Esta añadidura
concuerda con Mi voluntad”.
Raquel fue esposa de Jacob de
acuerdo con la elección y preferencia de éste, pero Lea fue su esposa conforme
al concepto y la voluntad de Dios.
Esto queda demostrado en
49:31, donde vemos que Jacob sepultó a Lea en la cueva de Macpela, la cueva
maravillosa en la cual Abraham, Sara, Isaac, y Rebeca fueron sepultados.
Observe que Lea fue sepultada allí, y no Raquel. Dios es constante. A Sus ojos hay una sola esposa para
un solo marido. Dios no reconoció a Raquel como esposa de Jacob, porque ella
fue escogida por Jacob. Lea fue la verdadera esposa de Jacob. Dios le dio a
Jacob lo que éste deseaba, y le enseñó con ello muchas lecciones. De la
misma manera, usted, un obrero del Señor, puede preferir a cierto hermano como
su colaborador. Sin embargo, este colaborador es escogido por usted según su
preferencia y no por Dios conforme a Su voluntad. Nuestro Dios es grande. Si
usted desea obtener lo que usted prefiere, Dios puede decir: “Te dejaré tener
lo que prefieres. Pero ésta es una buena oportunidad para disciplinarte,
transformarte y enseñarte algunas lecciones. Finalmente te daré como verdadero
colaborador aquel que Yo haya escogido y que a ti no te guste”.
Dios dio a Lea a Jacob. ¿La
amaba Jacob? Probablemente no. En Génesis 29:31 vemos que “Lea era
menospreciada”. Primero fue menospreciada por Raquel, y luego por Jacob, que
sin lugar a dudas estaba bajo la influencia de Raquel. Algunos enseñan que Dios
jamás nos permite conseguir lo que nosotros deseamos. Esta enseñanza es
incorrecta. Dios le permitirá tener lo que a usted le agrade, pero junto con
ello, usted recibirá disciplina y transformación.
7) La competencia, la envidia y la pelea
entre las esposas de Jacob acerca de tener hijos
entre las esposas de Jacob acerca de tener hijos
Las dos esposas de Jacob
competían por tener hijos. Esta competencia puso a Jacob en el horno, y lo
convirtió en una hormiga dentro de un horno caliente. Cuatro
mujeres: las dos hijas de Labán y sus dos respectivas siervas, le hicieron la
vida difícil a Jacob. Si él no hubiese tenido ninguna preferencia, habría
tenido una sola esposa. Finalmente, debido a su preferencia, llegó a tener
cuatro esposas. Según vimos, Raquel, la esposa que él prefería, no era
su verdadera esposa; su verdadera esposa era Lea, la que a él no le agradaba.
Por la rivalidad que existía entre Raquel y Lea, le fueron dadas a Jacob las
dos siervas, Bilha y Zilpa, para que fuesen sus esposas (30:4, 9). Estas cuatro mujeres fueron un
equipo que jugaba en contra de Jacob. Cuando comparamos a Jacob con
Isaac, vemos que Isaac era una persona simple. El no tuvo ninguna preferencia,
sino que aceptaba a todos y todo lo que llegaba a él. Por consiguiente, le fue
dada la mejor esposa, Rebeca. En el caso de Isaac, no hubo complicaciones. Pero vemos muchas complicaciones
en el caso de Jacob porque él tenía su preferencia. Sin embargo, el hecho de
que Jacob tuviera su gusto, también era parte de la obra soberana de Dios.
No se menosprecie a sí mismo, diciendo: “Me aborrezco. ¿Por qué no nací siendo
una persona simple?” Por el contrario, usted debe alabar a Dios por no ser
simple, y decir: “Oh Señor, gracias por no haberme creado como persona
sencilla. Alabado seas, Señor, porque soy tan complicado”. ¿Ha agradecido y
alabado a Dios usted de esta manera? No diga: “Oh lamento los errores que cometí en el pasado”. Hasta sus
errores están bajo la soberanía de Dios. Si muchos de nosotros no hubiéramos
cometido ningún error, es probable que no estaríamos en la vida de iglesia hoy.
¡Alabado sea al Señor porque nuestros errores nos han introducido en la vida de
iglesia! ¡Alabado sea Dios por Su soberanía!
Me
río cada vez que leo cómo engañó Labán a Jacob. En toda la historia humana, es
probable que no haya habido otro caso en que un suegro haya engañado así a su
yerno. Solamente en la Biblia leemos tal cosa. Durante la noche, Jacob estaba
en un sueño pensando que había obtenido a su elegida, pero cuando amaneció, vio
que le habían dado la que a él no le gustaba. Aquí vemos la soberanía de Dios. Luego, aparte de
Lea y Raquel, le dieron a Jacob otras dos esposas. Jacob ciertamente no deseaba
tener cuatro esposas. Como
todos los hermanos casados pueden testificar, una sola esposa es suficiente.
No obstante, Jacob ya no tenía alternativa. Le dieron cuatro esposas y no pudo
hacer nada al respecto. Él
estaba rodeado por ellas y ya no tenía libertad de hacer lo que quería.
Un
día Rubén, el primogénito de Jacob, encontró algunas mandrágoras en el campo y
las dio a su madre Lea (30:14). Según el Cantar de los Cantares 7:13, las
mandrágoras tipifican el fruto del amor. Cuando Raquel quiso las mandrágoras,
Lea dijo: “¿Es poco que hayas tomado mi marido, sino que también te has de
llevar las mandrágoras de mi hijo?” (30:15), a lo cual Raquel respondió que Lea
podía tener a Jacob esa noche a cambio de las mandrágoras de Rubén. Cuando
Jacob volvía del campo esa tarde, Lea fue a su encuentro, y le dijo: “Llégate a
mí, porque a la verdad te he alquilado por las mandrágoras de mi hijo” (30:16).
Jacob había perdido su
libertad. Él era como un balón de baloncesto que pasa de una persona a otra.
Jacob estaba en una situación tan difícil porque sus esposas estaban
compitiendo entre ellas por engendrar hijos.
Al leer la historia de Jacob,
debemos adorar a Dios por Su soberanía, Su justicia, y por tener un propósito
en todo. Jacob amaba a Raquel, y no a Lea. Pero la menospreciada Lea le dio cuatro
hijos (29:31-35), mientras que la amada Raquel era estéril (30:1-2). En Génesis 29:31 dice: “Y vio Jehová que Lea era
menospreciada, y le dio hijos; pero Raquel era estéril”. Aunque Lea era menospreciada,
halló favor a los ojos de Dios. Cuando Lea dio a luz a Rubén, su
primogénito, cuyo nombre significa “he aquí un hijo”, ella dijo: “Ha mirado
Jehová mi aflicción” (29:32). El segundo hijo de Lea se llamó Simeón, nombre
que significa “escuchar”. Después de dar a luz a Simeón, ella dijo: “Por cuanto
oyó Jehová que yo era menospreciada, me ha dado también éste” (29:33). El
tercer hijo de Lea se llamó Leví, que significa “unido”. Cuando Leví nació, Lea
exclamó: “Ahora esta vez se unirá mi marido conmigo, porque le he dado a luz
tres hijos” (29:34). En Génesis 29:35 vemos que Lea concibió otra vez, y dio a
luz un hijo, y dijo: “Esta vez alabaré a Jehová; por esto llamó su nombre Judá;
y dejó de dar a luz”. El nombre Judá significa “alabanza”. Después de engendrar estos
cuatro hijos, lo único que pudo hacer Lea fue alabar al Señor.
Cuando Raquel vio que no había engendrado ningún hijo a Jacob, tuvo
envidia de su hermana y le dijo a Jacob: “Dame hijos, o si no, me muero”
(30:1). Cuando Jacob oyó esto, se enojó, y dijo: “¿Soy yo acaso Dios, que te
impidió el fruto de tu vientre?” (30:2) ¿Piensa usted que Jacob se deleitaba mucho en esta
situación? No, él era continuamente turbado. Entonces Raquel dio a Jacob
su sierva Bilha como esposa (30:3-4). Dios intervino soberanamente también en
este asunto. Bilha dio a luz a dos hijos: Dan, que significa “juzgar”, y
Neftalí, que significa “Mi lucha” (30:5-8). Cuando nació Dan, Raquel declaró:
“Me juzgó Dios, y también oyó mi voz, y me dio un hijo” (30:6). Sólo Dios sabe si vindicó a
Raquel o no, pero Raquel estaba convencida de que Dios la había vindicado.
Cuando Bilha dio a luz a
Neftalí, Raquel dijo: “Con luchas de Dios he contendido con mi hermana, y he
vencido” (30:8). Esto no significa que Raquel haya peleado con Lea, sino que
ella acudió a Dios muchas veces, y le dijo: “Oh Dios, debes juzgar y
vindicarme. Tú le has dado cuatro hijos a mi hermana Lea, pero no me has dado
ninguno a mí”. Ella peleó de esta manera con “luchas de Dios”. En
otras palabras, ella había luchado en la presencia de Dios, y después del
nacimiento de Neftalí, pensaba que había prevalecido y había ganado la batalla.
No obstante, Dan y Neftalí
no fueron engendrados por ella, sino por su sierva.
Cuando
Lea vio que la sierva de Raquel había dado a luz dos hijos, ella parecía decir:
“Si Raquel puede dar su sierva a Jacob, ¿por qué no habría yo de hacer lo
mismo? Haré lo mismo”. Lea dio entonces su sierva Zilpa como esposa a Jacob y
ella engendró dos hijos: Gad y Aser (30:9-13). Gad significa “afortunado” y
Aser significa “dichoso”. Cuando Gad nació, Lea dijo: “afortunado” (30:11), y
cuando nació Aser, dijo: “Para dicha mía, porque las mujeres me dirán dichosa”
(30:13). En realidad, Lea era la afortunada porque le había dado a Jacob cuatro
hijos por sí misma y dos más por medio de su sierva. Ella se sentía feliz y pensaba que todas las
mujeres le dirían dichosa. En hebreo, las palabras dichoso y bendecido
provienen de la misma raíz. Por tanto, una persona dichosa es una persona
bendecida, y una persona bendecida es una persona dichosa. Esta era la
idea que tenía Lea. Dios le dio a Lea otros dos hijos: Isacar y Zabulón
(30:17-20). El nombre Isacar significa “alquilar”. Cuando él nació, Lea dijo:
“Dios me ha dado mi recompensa, por cuanto di mi sierva a mi marido” (30:18).
Lea debe de haber pensado que Isacar había nacido porque ella había alquilado a
Jacob al darle a Raquel las mandrágoras de Rubén. Esto denota nuevamente la
competencia que existía entre estas mujeres. Cuando Zabulón nació, Lea dijo:
“Dios me ha dado una buena dote; ahora morará conmigo mi marido, porque le he
dado a luz seis hijos” (30:20). Lea parecía decir: “No quiero que Jacob me
deje. Quiero que se quede conmigo”. En este relato, vemos claramente la competencia entre las esposas de
Jacob.
Para
entonces Raquel no había engendrado hijos. Consideremos la cronología. Jacob se
fue a casa de Labán por el año 1760 a. de C. y se casó por el año 1753 a. de C.
Ocho años más tarde nació
José. Bajo la mano soberana de Dios, Raquel era estéril, y sólo engendró un
hijo después de que transcurrieron ocho años. Entonces Dios le dio un
hijo, a quien ella llamó José, diciendo: “Añádame Jehová otro hijo” (30:24). El significado del nombre José
es “añadir” e indica que Raquel deseaba que Dios le diera otro hijo. Su deseo
se cumplió seis años después con el nacimiento de Benjamín (35:16-20). Dar a luz a Benjamín fue algo
muy difícil para Raquel, al punto que le costó la vida. Raquel dio a luz a
Benjamín mientras moría, y llamó su nombre Benoni; más su padre lo llamó
Benjamín (35:18). Benoni significa “hijo de mi tristeza”. Es muy significativo
el hecho de que Jacob haya cambiado el nombre del hijo por Benjamín, que
significa “hijo de la mano derecha”. En la Biblia Benjamín tipifica a Cristo.
Primero, Cristo era Benoni, el Hijo de la aflicción (Is. 53:3), pero luego
llegó a ser Benjamín, el Hijo de la diestra de Dios (Mt. 26:64).
Raquel dio a luz dos hijos,
pero falleció en el segundo alumbramiento. Esto significa que Jacob obtuvo
su último hijo a costa de su esposa amada. Estas experiencias fueron como
cuchillos que lo despedazaron.
Jacob amaba a Raquel, pero ella era estéril. Después de dar a luz a José, ella
esperaba tener un segundo hijo. Este deseo se cumplió a costa de su vida. Jacob amaba a José y a
Benjamín. Ellos eran los dos hijos que él prefería entre los doce. Aunque
Jacob obtuvo estos dos hijos, Dios no le permitió conservar a Raquel, su esposa
amada, y a los dos hijos favoritos al mismo tiempo. En los
capítulos siguientes, veremos cómo sufrió Jacob por José y por Benjamín. En todo ello, Jacob estuvo
continuamente bajo la mano soberana y transformadora de Dios.
La
lectura de estos capítulos y la vida que contienen es algo muy significativo y
útil para nosotros. Estos capítulos parecen bastante largos, pero contienen
mucho alimento para nosotros. Cuanto más consideramos la historia de Jacob, más nos damos cuenta de
que nuestra historia es semejante a la suya. A los ojos de Dios, el relato de
Jacob es la historia de todos nosotros, pues somos el Jacob de hoy y estamos
bajo la mano de Dios porque Él está cumpliendo Su obra transformadora en
nosotros. Le damos gracias a Dios por Su mano y por Su obra transformadora.
Estamos siempre bajo Su mano transformadora en toda situación y circunstancia
en que nos encontremos.
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