EL ARNÉS DE DIOS Por Bill Britton
Estamos viviendo tiempos de
transición espiritual y el Señor nos está llevando por momentos de profunda
adversidad, para lograr sus maravillosos propósitos.
Esta preciosa palabra del Señor confirma
lo que ha estado sucediendo en nuestras vidas, para que de una vez por todas, aprendamos
las razones por las cuales el Señor nos hace pasar por circunstancias que no
queremos, porque es a través de la noche oscura de nuestra alma, que
desprendemos la fragancia de Cristo. Es en la prueba de nuestra vida, que aprendemos
la obediencia absoluta a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo.
El Señor debe domar al potro salvaje
que llevamos dentro, debe amansarnos completamente, para poder cabalgar sobre
nuestras vidas. Nuestra voluntad es extremadamente obstinada, sin embargo, el
Señor sabe la manera de domarnos, Él posee Sus métodos, ¡Gloria a Dios por eso!
EL
ARNES DE DIOS
Hay una operación tremenda del Espíritu que
está ocurriendo hoy en día para traer a los Hijos de Dios a un confinamiento
absoluto a la voluntad perfecta de Dios. Este es el Día de su Preparación, el
día en que Él está preparando el canal por el cual Él pueda derramar Su Gloria
para que todo el mundo la vea. Este canal es Su Cuerpo en la tierra, aquella
compañía gloriosa de personas quienes, mediante mucha tribulación y fuegos de
prueba, se están conformando a la Imagen del Hijo de Dios. Esta compañía es su
“martillo y armas de guerra” con los cuales sojuzgará reinos y vencerá a todos
Sus enemigos. Esta compañía es Su “fuerte y poderoso” a quien encomendará la
obra de juzgar al mundo. Esta es Su Vencedor, Su “gran ejército” con el cual
sojuzgará a las naciones. Las armas de su milicia no son carnales, naturales,
sino armas poderosas; poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Esto
es el pueblo que “se esforzará y actuará".
Pero, antes que Dios pueda
encomendar en sus manos este ministerio grande y tremendo, ellos tienen que
someterse a la disciplina del Señor, dejando que Él verdaderamente sea el Señor
en su vida entera. Mucho tiempo hemos tratado con la cuestión del pecado
abierto, pero ahora Dios está tratando con la rebelión interior de nuestra
propia voluntad. Él no trata así con algunos buenos cristianos, porque no son
de esta Compañía de Primicias, pero sin embargo hay una verdadera obra de Dios
ejecutándose en los que son llamados al Supremo Llamamiento de Dios. Esta es
una cosa muy real, y es la obra del Fuego Refinador. Para los que están
experimentándolo algunos de sus aspectos son horribles, pero muy necesarios, y
el resultado final es glorioso cuando somos traídos a una sumisión absoluta y
completa a la voluntad de nuestro Señor.
Fue en una conferencia y convención para ministros en Tulsa, Oklahoma, que Dios me dio una visión que ahora quiero compartir contigo sobre el asunto de poner el arnés a nuestra propia voluntad. Hubo más de 30 ministros presentes un jueves en la reunión de la mañana, y Dios, el Padre de los espíritus, estaba presente para tratar con Sus hijos, para corregirlos y disciplinarlos a la obediencia absoluta a Su voluntad. Había una manifestación del Espíritu tal que nadie podía pasar adelante y ministrar, y los ministros no querían decir nada excepto lo que fuese ordenado directamente del Espíritu. Y mientras que aquellos hombres de Dios estaban sentados allí en la presencia temible del Dios Todopoderoso, algunos de ellos teniendo muchos años en el ministerio, algunos misioneros, todos capaces de levantar-se y predicar un sermón poderoso, me impresionaba la manera en que ellos reaccionaban a la disciplina del Espíritu. Y en medio de éste trato formidable de Dios con nuestros espíritus, El Espíritu Santo me dio esta visión:
Vi
el carruaje del Rey
En un camino en medio de un campo
ancho estaba un carruaje hermoso, algo semejante a una diligencia, pero todo
orlado en oro, con tallas hermosas. Estaba tirado por seis grandes caballos
castaños, dos adelante, dos en medio y dos atrás. Pero no se movían, no tiraban
el carruaje, y yo deseaba saber por qué. Entonces vi al cochero debajo del
carruaje, postrado en el suelo, detrás de los talones de los últimos dos
caballos, trabajando en algo entre las ruedas delanteras del carruaje. Yo,
pensaba, “Oh! él está en un sitio peligroso; porque si uno de aquellos caballos
pateara o retrocediera, lo podrían matar, o si decidieran ir adelante, o se
asustaran por alguna razón, entonces tirarían el carruaje encima de él.” Pero
él no parecía tener miedo, porque sabía que aquellos caballos eran
disciplinados y no se moverían hasta cuando se lo indicara. Los caballos no
pateaban ni se inquietaban, y aunque hubo campanillas en sus patas, las
campanillas no retiñían (o no sonaban o no se oían). Ellos sencillamente
estaban quietos, esperando la voz del Maestro.
Hubo
dos potrillos en el campo
Mientras que yo observaba los
caballos uncidos (atados o sujeta-dos), noté que dos potrillos salieron del
campo abierto y se acercaron al carruaje, y parecían decir a los caballos:
“Venid y jugad con nosotros, tenemos muchos buenos juegos. Correremos con
vosotros, venid a alcanzarnos...” Y con eso los potrillos retozaron, sacudieron
sus colas, y corrieron a través del campo abierto. Pero al mirar atrás y ver
que los caballos no los seguían, estuvieron perplejos. No conocieron nada de
arneses y no entendieron por qué los caballos no querían ju-gar. De modo que
les gritaron: ¿Por qué no corréis con nosotros? ¿Estáis cansados? ¿Estáis
demasiado débiles? ¿No tenéis fuerza para correr? Estáis demasiado solemnes,
necesitáis más alegría en vuestras vidas.” Pero los caballos no contestaron ni
una palabra, ni patearon, ni movieron la cabeza. Pero se quedaron quietos
esperando la voz del Maestro. Nuevamente los potrillos les llamaron: “¿Por qué
estáis así en el sol tan caluroso? Venid acá a la sombra de este árbol; Ved
cuán verde es la hierba. Tendréis hambre, venid y comed con nosotros, es tan
verde y tan agradable. Tendréis sed, venid y bebed de uno de nuestros muchos
arroyos de agua limpia y refrescante.” Pero los caballos no les contestaron ni
siquiera con una mirada, sino estuvieron quietos, esperando las órdenes para ir
adelante con el Rey.
Potrillos
en el corral del Maestro
Entonces fue cambiada la escena, y
vi lazos corredizos caer sobre los cuellos de los dos potrillos, y fueron
llevados al corral del Maestro para adiestramiento y disciplina. Cuán tristes
estaban mientras que desaparecieron los hermosos campos verdes, y ellos fueron
puestos en el confinamiento del corral con su tierra morena y cerco alto. Los
potrillos corrieron de cerco a cerco, buscando libertad, pero encontraron que
estaban confinados en este lugar de adiestramiento. Y entonces el Domador
comenzó a trabajar con ellos, con Su látigo y Su freno. ¡Qué muerte para esos
que toda su vida están acostumbrados a gran libertad! No pudieron entender la
razón de esta tortura, esta disciplina terrible. ¿Qué gran crimen habían
cometido para merecer esto? Poco sabían de la responsabilidad que sería suya
cuando se hubieran sometido a la disciplina, aprendiendo a obedecer
perfectamente al Maestro, y terminado su adiestramiento. Todo lo que sabían era
que este procedimiento era la cosa más horrible que jamás habían conocido.
Sumisión
y rebelión
Uno de los potrillos, se rebeló bajo
el adiestramiento, y dijo: “Esto no es para mí; yo quiero mi libertad, mis
collados verdes, mis arroyos fluyentes de agua dulce. No voy a tolerar más este
confinamiento, este adiestramiento terrible.” De modo que halló una salida,
saltó sobre el cerco y volvió corriendo alegremente a las praderas. Y yo me
asombré de que el Maestro lo dejara salir y no lo siguiera. Pero Él puso su
atención en el otro potrillo. Este potrillo, aunque tuvo la misma oportunidad
de escaparse, decidió someter su propia voluntad y aprender los caminos de su
Maestro. Y el adiestramiento se puso más duro que nunca, y el rápidamente
aprendía más y más como obedecer el deseo más leve de su Maestro, y a responder
aún a Su voz apacible. Y vi que si no hubiera ningún adiestramiento, ni
doctrina, no habría ni sumisión ni rebelión de uno u otro de los potrillos.
Porque en el campo no tuvieron la alternativa de rebelarse o someterse, estaban
sin pecado en su inocencia. Pero cuando fueron traídos al lugar de prueba,
adiestramiento y disciplina, entonces se manifestó la obediencia de uno y la
rebelión del otro. Y aunque parecía más seguro no venir al lugar de disciplina
a causa del riesgo de ser hallado rebelde, sin embargo vi que sin esto no se
podría participar de Su gloria, ni ser Sus hijos manifestados.
En
el arnés
Al fin se terminó este período de
adiestramiento. ¿Fue recompensado ahora con su libertad, y devuelto a los
campos? Oh, no. Más bien, vino un confinamiento más grande que nunca, cuando al
arnés cayó sobre él. Ahora halló que no hubo ni libertad de correr a través del
pequeño corral, porque en el arnés sólo pudo moverse a donde y cuando su
Maestro quisiere. Y a menos que su Maestro hablase, no se movía.
Se cambió la escena, y vi al otro
potrillo parado en una ladera, mordiscando la hierba. Entonces por los campos,
a lo largo del camino vino el carruaje del Rey, tirado por seis caballos. Con
asombro el vio que adelante, al lado derecho, estuvo su hermano potro, ahora
hecho fuerte y maduro por medio del buen grano en la cuadra del Maestro. Él vio
las hermosas borlas moviéndose en el viento, notó el arnés resplandeciente
orlado en oro sobre su hermano, oyó el bello retintín de las campanillas en sus
patas… y envidia entró en su corazón. Así se quejó en sí mismo: ¿Por qué ha
sido honrado así mi hermano, y yo he sido despreciado? No han puesto
campanillas en mis patas, ni borlas sobre mi cabeza. El Maestro no me ha dado a
mí la responsabilidad maravillosa de tirar Su carruaje, ni me han puesto el
arnés de oro. ¿Por qué han escogido a mi hermano en vez de mí? Y por el
Espíritu me vino la respuesta mientras me miraba. “Porque uno se sometió a la
voluntad y disciplina del Maestro, y el otro se rebeló, así, uno ha sido
escogido y el otro desechado”.
Hambre
en la tierra
Entonces vi una gran sequía
descender sobre los campos, y la hierba verde se puso seca, quemada y
quebradiza. Se secaron los arroyuelos, dejaron de fluir, y hubo sólo unos
pequeños charcos aquí y allá, vi al potrillo (me maravillé de que nunca
pareciese crecer o madurarse) mientras corría acá y allá por los campos
buscando arroyos frescos y pasto verde sin hallarlos. Todavía correteaba,
aparentemente dando vueltas, siempre buscando algo para saciar su espíritu
hambriento. Pero hubo hambre en la tierra, y no se hallaron los ricos pastos
verdes y los arroyos fluyentes de ayer. Y un día el potrillo se paró sobre el
collado en piernas débiles que se bamboleaban, preguntándose a donde iría ahora
a encontrar alimento, y cómo recibiría fuerzas para andar. Parecía que no hubo
remedio, porque buena comida y arroyos fluyentes eran cosa del pasado, y todos
los esfuerzos para hallarlos solamente le debilitaban más. De repente vio el
carruaje del Rey yendo por el camino, tirado por seis grandes caballos, y vio a
su hermano ya gordo y fuerte de músculos, hecho hermoso por el mucho almohazar
(Estregar o frotar con fuerza a los caballos para limpiarlos). Con corazón
asombrado y perplejo clamó: “Hermano mío, ¿Dónde encuentras la comida para
mantenerte fuerte y gordo en es-tos días de hambre? Yo en mi libertad he
corrido por todas partes buscando comida y no encuentro nada. Y tú, en tu
confinamiento terrible, ¿Dónde encuentras comida en este tiempo de carestía?
¡Dime, por favor, porque tengo que saber! “Entonces vino la respuesta en una
voz llena de victoria y alabanza. En la casa de mi Maestro hay un lugar secreto
en las limitaciones restringentes de Su cuadra donde con Su propia mano me
alimenta y Sus graneros nunca se agotan y Su pozo nunca se seca. Con esto el
Señor me hizo saber que en el día cuando el pueblo está débil y hambriento en
Espíritu, en el tiempo del hambre Espiritual, que los que han perdido su propia
voluntad y han entrado en el Lugar Secreto del Altísimo, en el confinamiento de
Su voluntad perfecta, tendrán el trigo del cielo en abundancia y revelación por
Su Espíritu que fluirá como un arroyo fresco y perpetuo. Así terminó la visión.
La
interpretación de la visión
Escribe la visión y declárala en tablas, para
que corra el que leyere en ella” (Hab. 2:2). “Uncid caballos y subid, vosotros
los jinetes…” (Jer. 46:4). Estoy seguro que muchos de vosotros que podéis oír
lo que el Espíritu dice a la Iglesia, ya habéis comprendido lo que Dios
mostraba en la visión. Pero permitidme aclararlo: El renacer en la familia de
Dios, el alimentarse de los pastos verdes y el beber de los muchos arroyos de
la revelación de Sus propósitos, está muy bien y maravilloso, pero no es
suficiente. Cuando éramos niños tiernos y disciplina-dos, limitados solamente
por el cerco exterior de la ley que circundaba los límites de los pastos (para
impedirnos la entrada en los pastos sombríos de hierbas venenosas), Él se
contentó en vernos desarrollar y crecer hasta ser jóvenes en el sentido
Espiritual. Pero llegó el tiempo para los que se alimentaban en Sus pastos y
bebían de Sus arroyos cuando tuvieron que ser traídos a la disciplina, con el
propósito de hacerles hijos maduros. Muchos niños Espirituales hoy en día no
pueden comprender por qué algunos de los que se han puesto el arnés de Dios no
pueden emocionarse de los muchos juegos religiosos y des-propósitos juguetones
de los inmaduros. Quieren saber por qué los disciplinados no corren tras cada
revelación nueva ni se alimentan de cada oportunidad para ocuparse en actividades
religiosas que parecen ser buenas y provechosas. Desean saber por qué algunos
no correrán con ellos en sus esfuerzos frenéticos para edificar obras grandes
y ministerios notables. Ellos se movieron en su tiempo, cuando el Maestro
habla. No se moverán antes, aunque vengan muchas tentaciones de los potros
juguetones. Y los potros no pueden entender por qué los que aparentemente
tienen grandes habilidades y fuerza no la usan para bien. Dicen: “Pon el
carruaje en el camino,” pero los disciplinados, los que están en el arnés de Dios,
saben no moverse antes de oír la voz del Maestro. Ellos se moverán en su debido
tiempo con grande resolución y con mucha responsabilidad.
Y el Señor me hizo saber que había
muchos que Él comenzó a adiestrar quienes se habían rebelado contra la disciplina
y la corrección del Padre. A ellos no se les podría confiar la gran
responsabilidad de ser hijos maduros, así que les dejó regresar a su libertad,
a su actividad religiosa y a sus revelaciones y dones. Siempre con Su pueblo,
alimentándose en Sus pastos. Pero Él los ha puesto a un lado para que no tengan
parte en los propósitos grandes de este fin del siglo. Así que, ellos se gozan
de su libertad, sintiendo que son los escogidos con los muchos arroyos de agua
viva, no sabiendo que han sido puestos a un lado como ineptos para Su gran obra
en este fin del siglo.
Me mostró que aunque el castigo
parece doloroso por un tiempo y la disciplina difícil de soportar, sin embargo,
el resultado con toda la gloria de los hijos manifestados vale la pena, y la
gloria venidera ex-cede el sufrimiento. Y aunque algunos pierden hasta sus
vidas en este adiestramiento, no obstante compartirán igualmente la gloria de
Sus propósitos eternos. Por tanto, santo de Dios, no desmayes porque es el
Señor que te trae al contentamiento y no tu enemigo. Es para tu bien y para Su
gloria, por tanto soporta todo con alabanzas y acción de gracias porque Él te
ha tenido por digno de compartir Su gloria. No temas al látigo en Su mano,
porque no es para castigarte sino para corregirte y adiestrarte para que puedas
entrar en una sumisión completa a Su voluntad y ser hallado en Su semejanza en
aquella hora.
Regocíjate en tus pruebas y en toda tu
tribulación, y gloríate en Su Cruz y en las limitaciones de Su arnés, porque Él
te ha escogido y ha tornado sobre Sí Mismo la responsabilidad de mantenerte
fuerte y bien alimentado. Así que apóyate en Él, y no confíes en tu propia habilidad
ni tu prudencia. De esta manera serás alimentado y Su mano estará sobre ti, y
Su gloria te hará sombra y fluirá por medio de ti mientras que ella sale para
llenar toda la tierra. ¡Gloria a Dios! ¡Bendito sea el Señor! ¡Él es
maravilloso! Deja que Él sea el Señor de tu vida amigo, y no te quejes de lo
que Él permita en tu vida.
Abundancia
en tiempo de hambre
En la hora cuando el hambre corre
por la tierra, Él alimentará con Su propia mano a los que se someten a Su
voluntad perfecta y habitan al abrigo del Altísimo. Cuando el terror taconea
por la tierra, los que están dentro de Su arnés no temerán, porque sentirán Su brida
y Su freno y conocerán la guía de Su Espíritu. Cuando otros están débiles y
temerosos, habrá los que se fortalecerán en el poder de Su fuerza y no les
faltará ningún bien. Es la hora cuando las tradiciones de los sistemas
religiosos se han probado falsas, y sus arroyos se han secado, entonces Sus
escogidos pregonarán la Palabra Verdadera del Señor. Entonces regocijaos, hijos
de Dios, que habéis sido escogidos por Su gracia para esta obra grande en esta
última hora.
El cerco que retenía a los potros en
sus propios prados y pastos no significa nada para el tiro en el arnés, porque
a ellos se les abren las puertas y ellos salen tirando el carruaje del Rey a
muchos lugares extraños y maravillosos. No se detienen para comer de las
hierbas venenosas del pecado porque comen solamente en la cuadra del Maestro.
Estos campos ellos pisotean al salir en los negocios del Rey. Así que, para los
que se someten completamente a Su voluntad, no hay ley. Porque se mueven en la
Gracia de Dios, guiados solamente por Su Espíritu donde todo es lícito pero no
todo conviene. Esta es una esfera peligrosa para los indisciplinados y muchos
han perecido en pecado saltando el cerco sin tener Su arnés y Su brida. Algunos
han pensado de sí mismos que eran completamente uncidos y sumisos a Él,
sola-mente para encontrar que en una parte de su vida moraban rebeldía y
obstinación. Esperemos delante de Él hasta que ponga Su lazo alrededor de
nosotros y nos atraiga a Su lugar de adiestramiento. Aprendamos los tratos de
Dios y los movimientos de Su Espíritu hasta que al fin sintamos que Su arnés
caiga alrededor de nosotros y oigamos Su voz dirigiéndonos. ¡Entonces hay resguardo
de las artimañas y trampas del pecado, y moraremos en Su casa para siempre!
Bill
Britton
Una palabra reveladora y grano de peso para nuestras almas bendiciones
ResponderEliminarAmén así es. Para leer una y otra vez.
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