LA PODA DE NUESTRO BUEN VITICULTOR Por Adriana Patricia
"Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo
aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto" Juan 15:2
Después de ser conocida por el Señor a mis once años y comenzar a
caminar con Él, nació un deseo muy grande de poder servirle y convertirme en
una sierva de Cristo de por vida. Llegar a participar en el servicio
(ministerio) del Señor embargaba mi ser de una manera especial; sin embargo, no
sabía lo que esto implicaba.
Tomar la obra de Dios y realizarla sin un entendimiento profundo
de la obra de la cruz en nuestras vidas, es lo más perjudicial que puede hacer
un hijo de Dios. El quebrantamiento es esencial en la vida de aquel que quiera
ser un vaso útil en las manos de nuestro Rey. Podemos realizar un servicio para
Dios porque sentimos que así debe ser, escuchamos nuestra voz y pensamos que es
la voz de Dios o los líderes religiosos te dicen que es así, que debes servir
al Señor; no obstante, solamente estaremos forzando las cosas y haciéndolas a
nuestra manera, bajo nuestra propia fuerza, torciéndole el brazo al Señor en el
camino y así paso a paso vamos construyendo actividades religiosas etiquetadas
como espirituales sin la profunda obra de Cristo en el interior de nuestras vidas.
Pensamos que estamos sirviendo a nuestro buen Dios, pero cuando el
Señor llega y mira lo que estamos haciendo, el resultado es que esa obra está
vacía, estéril, sin vida y plagada de placer personal, el yo está en todo su esplendor;
porque nuestra obra es medida con el único estándar establecido, que es la vida
de Cristo. Dios descubre ante nuestros ojos lo que verdaderamente somos, solo obradores,
activistas religiosos, bebés espirituales, carnales.
Hacer la obra de Dios de esta manera, produce mezclas que aborrece
el Señor y nos lleva cada vez más lejos de la vida de Cristo.
Para comenzar a ser esos pámpanos que llevan fruto, se necesita arrancar
desde el punto de partida del Señor, desde Su perspectiva. Y ese punto, esos
tacos que son puestos en nuestra pista de carrera, es la consagración, con todo lo que implica; queremos servirle al Señor, es
un buen deseo, pero no se puede hacer mientras Dios no haya establecido Su
punto de partida, mientras Dios no tome Su lugar de Gobierno total y absoluto
en nuestras vidas, mientras Sus derechos inalienables no sean establecidos en
la totalidad de nuestro ser.
Consagración a Él implica que Dios va a desbaratar todo lo que encuentre
en mi vida que hace parte de la vida de Adán, todo lo que viene de mi vieja
naturaleza va a ser arrasado y exterminado. Dios tiene que quebrantar la vida
del yo y esto conlleva profundas crisis y fuertes presiones, cosas que definitivamente
tendrán que suceder, con el fin de que el Señor establezca Su patrón en mi vida
y ese patrón es Cristo. Dios va hacer cosas intensas en mí, extrañas, incomprensibles
y desagradables a mi carne, cosas con las cuales me voy a enfrentar y que definitivamente
no me van a gustar. Cosas que mi mente no entenderá y que nos dejarán absolutamente
asombrados, porque nos enfrentaremos a la grandiosa Sabiduría de Dios que va en
contravía con lo que pensábamos.
Consagrarme es entregarme por completo en las manos del Señor, es
entregar mi vida interior y entregarle el escalpelo a Dios para que corte de mí
lo que tenga que ser amputado por completo y extirpado de mi corazón, aunque
duela. Entregarnos al Señor para ser usados por Él, requiere rendirnos y desistir
de nuestros propios caminos, de nuestras buenas ideas y toda nuestra capacidad
física, mental, psicológica y de todo lo demás. Y es ahí donde Dios en Su
sabiduría nos pone en múltiples aprietos y a nuestra carne en serios problemas,
ella comienza a morir bajo el fuego de Su Espíritu.
Dios nos lleva a una calle sin salida, para que nos demos cuenta
de que solo Dios puede sacarnos de nuestra vieja manera de hacer las cosas. El
Señor en Su infinito amor y misericordia nos confronta con nuestra humanidad y
nos hace ver lo viles que somos. En ese instante los caminos de Dios nos parecen
muy difíciles de caminar. Discutimos con Dios y Él espera mientras nos agota
las fuerzas, y cuando eso sucede no tenemos otra opción que rendirnos y aceptar
que cuando hicimos la oración del pecador, se nos olvidó que le habíamos
dicho que queríamos que Él fuera el Señor y que hiciera en nosotros lo que quisiera.
Muchos hacen esta oración y ni siquiera entienden lo que implica o no se les
aclara el costo.
Si Dios lo tiene en crisis a usted mi hermano y mi hermana en este
momento, que bueno, lo felicito, porque es ahí donde el Señor lo va a traer de regreso
al comienzo de todas las cosas, donde realmente usted podrá serle útil y podrá
dar los frutos que Él espera de usted, lo va a traer de regreso a una absoluta
dependencia y rendición total a Él. Es ahí donde tendrá que reconocer que usted
le dijo que hiciera Su voluntad y se le olvidó que eso implica perder; perder la
fuerza de yo que no quiere rendirse. Entonces ¿qué debemos hacer?, orar: “Señor
acepto Tu voluntad con todo lo que esto implique, me rindo, desisto, me entrego
en tus manos”.
Cuando comenzamos en este punto, Dios puede trabajar en nosotros y
a través de nosotros. Antes no, compréndalo hermano y hermana, porque si no,
usted se convertirá solo en un activista religioso pero no tendrá la vida de Dios
en su interior, hasta que el Señor no lo pase por la Cruz, es muy difícil que lo
use y si usted a pesar de no permitirle al Señor pasarlo por la experiencia de
la cruz, insiste y lo hace, fracasará, porque su yo está vivo y hará una mixtura
abominable de las cosas espirituales con las cosas carnales.
A mí me pasó y tuve que dejar todo el servicio y la obra que
estaba haciendo. Renuncié a todo o bueno el Señor me pasó la carta de renuncia,
porque me había olvidado del punto de partida de Dios o tal vez ni siquiera
había comenzado desde ese punto, por ignorancia o por falta de instrucción. El
ministerio no es una profesión, es un servicio a Dios que se hace a la manera
del Señor, en rendición total, cuando la Cruz y el quebrantamiento han hecho Su
labor.
Como dijo Austin Sparks:
“el ministerio desde el punto de vista de Dios es sencillamente, la expresión
exterior de lo que Dios ha estado haciendo interiormente, el fruto de la
historia espiritual”.
Nuestras ideas de lo que es la obra de Dios, deben ser aniquiladas
por completo, para que el Señor imprima en nuestro corazón lo que en verdad
significa. Esto cuesta, esto se acepta en una profunda agonía y dolor, porque
implica perder toda posición individual, toda auto gratificación, auto
exaltación, implica la muerte del ídolo que habíamos hecho de nosotros mismos y
de la obra, y eso al yo no le gusta, pero es necesario para comenzar desde el punto
de partida de Dios.
Es angustioso y doloroso llegar al final de nosotros mismos,
llegar al final de lo que creíamos era obra, servicio o ministerio, sin
embargo, eso nos lleva a comenzar de nuevo y es un nuevo comienzo en el Señor,
no basado en nuestros actos religiosos y buenas ideas. Estuve muchos años atrás
en actividades religiosas y llegaron a su fin. Dios destruyó todo para comenzar
de nuevo, para realizar una obra interna en mí. Cuando dejamos al Señor hacer
Su labor y dejamos que Él inicie la obra, Dios derriba estructuras mentales y
religiosas, hay un cambio de naturaleza, cambio de mente, cambio de actividad,
cambio total de todo. El Señor nos lleva a un nuevo comienzo para dirigirnos
hacia la plenitud celestial, hacia la madurez de Cristo.
El versículo del comienzo nos revela una gran verdad, nuestro
Padre Eterno es el Labrador. Y cuando hemos comenzado a llevar el verdadero
fruto, Él debe podar sin piedad las ramas de la Vid para que lleven más fruto.
El Señor es nuestro Buen Viticultor, es el encargado de realizar esta bella
labor.
Pero, ¿por qué se deben podar las ramas?, porque hay que reducir
el número y la longitud de los sarmientos para que la vid produzca menos
racimos, pero de mayor calidad y grosor, porque la poda alarga la vida de la
vid y asegura una buena cosecha.
Si los sarmientos son más cortos, los racimos de uva se beneficiarán
del aire y del sol, y así podrán dar mejores frutos y resistir las
plagas, además que el viticultor podrá trabajar mejor en ellas, porque se
recude su tamaño.
¡Qué extraordinaria enseñanza que nuestro Señor nos
otorga! Esto no solo significa que el Señor trata con nuestro pecado, sino
que el Señor corta de manera letal nuestra actividad religiosa.
Dios debe llevar a muerte una y otra vez la obra que hacemos. Dios
debe causar una presión, una crisis para que sepamos, si lo que estamos haciendo
es para el Señor o es para satisfacernos a nosotros mismos, para auto
exaltarnos o auto gratificarnos. Estos son los tratos fundamentales para con Sus
obreros, con sus hijos, con sus siervos. No existe un verdadero siervo de Dios
en toda la historia de la humanidad que sus días no hayan sido llenos de dolor
y quebrantamiento; si usted quiere servir al Señor, recuerde que primero debe
estar en el punto de partida del Señor; segundo, que debe ser llevado a una
profunda obra de la cruz, debe ser quebrantado y podado una y otra vez. Créame,
sus días no serán confortables, como dice el hermano Watchman Nee. En camita de
algodón no lo tendrá el Señor si va a servirle, créanmelo. Y si le dijeron otra
cosa, le mintieron.
Dios trabaja por medio de una obra profunda de la Cruz, la muerte
es necesaria para llegar a la vida de Resurrección, sin la muerte usted no
podrá servirle. El altar siempre se interpondrá entre nosotros y el Santuario
de Dios. Mientras tengamos asuntos sin resolver con el Señor, asuntos ocultos
en el corazón, nuestra vida será estéril, sin fruto.
“Porque nosotros que vivimos, siempre
somos entregados a muerte por Jesús, para que también la vida de Jesús sea manifestada
en nuestra carne mortal. De manera que la muerte obra en nosotros, y en
vosotros la vida” 2ª Corintios 4: 11 - 12
Por esto muchos de los que dicen ser “siervos de Dios” poseen una gran
mezcla abominable, la palabra que predican no es limpia, porque la cruz no ha
hecho su labor en ellos. Usted no tendrá el poder de Dios para realizar Su obra
si la cruz no hace la labor en usted, en su carne y en la vida de su alma; y si
algunos están obrando sin esta obra, es porque un poder que no es santo los guía,
recuérdelo.
El Señor no se divierte llevándonos a la muerte, solo que Él sabe
que a través de ella llegamos a la vida de Resurrección. Es por esto, que Dios
debe darle muerte total a la confianza en nosotros mismos y a la confianza en nuestros
dones y talentos, porque no hay nada que produzca fruto en nosotros mismos.
Dios debe matar toda mezcla que hacemos de nosotros mismos con la obra de Él.
Lo único que produce fruto puro y santo es la vida que viene de la
Vid que es Cristo. El yo irremediablemente debe ser desenmascarado y debe ser
desterrada toda actividad religiosa, nuestro viejo hombre debe morir, debemos
caer postrados de rodillas y reconocer que no es por nada en nosotros mismos,
debemos quedar en un estado de total inutilidad ante la presencia del Señor, de
total ceguera ante la luz de Cristo que descubre la realidad de nuestro propio
corazón.
La poda es necesaria porque nos recuerda que no somos nada y lo
que recibimos es la savia del poder de su Espíritu en nosotros. La expresión
del yo debe ser desechada totalmente, la manifestación de lo que somos debe ser
vencida por completo. Esta es la circuncisión de corazón, es la muerte a todo
lo que somos en Adán, esta es la poda de nuestro amado y maravilloso Labrador.
Porque la unción nunca será derramada sobre la carne, de ninguna manera la carne
podrá gloriarse delante del Señor, Dios debe podar definitivamente nuestra autoconfianza,
para que seamos reducidos a la nada; si permitimos al Señor hacer esta obra maravillosa
de la poda, podremos llevar el fruto que Él espera de nosotros.
“Pero tenemos este tesoro en vasos de
barro, para que la alteza sea de la virtud de Dios, y no de nosotros” 2ª
Corintios 4:7
“…para que ninguna carne se jacte en su
presencia” 1ª Corintios 1:29
Nuestra carne no se puede mezclar con la obra de Dios, si el fruto
que llevamos satisface nuestro corazón pues no es el fruto de Él, porque el
fruto del Señor satisface Su corazón, nada que tenga que ver con nuestros
propios intereses podrá ser usado por el Señor. Los frutos que tenemos, no vienen
de nuestras buenas ideas o buenos deseos, vienen de la vida de Resurrección de Cristo
en mí, de Su vida manifestada a través de nosotros, de la limpieza que Él ha
efectuado en el corazón, cuando el Señor ha tomado Su lugar de gobierno y de derechos
en nuestra vidas y cuando nos hemos dejado tratar el corazón a la manera de Él.
Si estamos en la Vid y somos Sus ramas, Él tendrá que podarnos una
y otra vez, esto es un trabajo continúo realizado por un Dios que no se cansa,
si el cristiano cree que alguna vez el Señor se va a detener, pues está en el
lugar equivocado. A mayor poda, el fruto será de mejor calidad, porque el Señor
quiere trabajar en nosotros y a través de nosotros para Su gloria. Es Su vida
dentro de nuestras vidas. Sin pasar por esta poda nadie podrá dar el fruto que
el Señor espera. Sin la muerte a nuestra propia vida y sin un quebrantamiento
total, la vida de Cristo no se manifestará dentro de nosotros. Ver Romanos 8
Dijo A.W Tozer: “Antes
de que el Espíritu de Dios pueda obrar creativamente en nuestro corazones, debe
condenar y aniquilar a la “carne” dentro de nosotros; esto quiere decir que
debe tener total consentimiento para desalojar nuestra vieja naturaleza
reemplazándola por la persona de Cristo. A la luz de esto, no es difícil
entender por qué la actitud cristiana hacia el yo es una prueba tan excelente
de la validez de sus experiencias religiosas. La mayoría de los grandes
maestros de la vida profunda tales como Fenelon, Molinos, Juan de la Cruz,
Madame Guyon y otros tantos, han advertido acerca de la experiencias
seudoreligiosas que producen mucha alegría carnal pero que alimentan la carne y
envanecen el corazón con amor propio”
“Señor que podamos menguar, mientras Tú creces en nuestra vida,
corta nuestra actividad religiosa, corta toda la expresión del yo en nuestras
vidas, establece Tu lugar en nosotros y toma los derechos que te pertenecen por
habernos creado y luego salvado a través de Tu hijo, el precio que Cristo pagó fue
alto, que no se nos olvidé. Jesús es el único patrón para nuestras vidas. Toda
expresión del alma córtala de raíz y Señor por tu infinita misericordia,
redúcenos a la nada. Amen”.
¡Amén!
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