SACANDO A LOS ÍDOLOS DE DEBAJO DE NUESTRAS FALDAS Por Adriana Patricia
“Y
tomó Raquel los ídolos, y los puso en una albarda de un camello, y se sentó
sobre ellos; y tentó Labán toda la tienda y no los halló. Y ella dijo a su
padre: No se enoje mi señor, porque no me puedo levantar delante de ti; porque
tengo la costumbre de las mujeres. Y él buscó, pero no halló los ídolos”
Génesis 31: 34 - 35.
Esta
era la amada de Jacob, escogida por él según su preferencia natural, sin
embargo, era pagana e idólatra.
Esto
me llevó a reflexionar acerca de todas aquellas cosas que escondemos debajo de
nuestras faldas, en el fondo de nuestros corazones; ídolos que reemplazan el
lugar que solo le pertenece al Señor, actividades diarias que son idolatría pero
las etiquetamos como espirituales, prácticas paganas maquilladas como
cristianas, pero con el sello de babilonia impreso.
Raquel fue asolapada y estaba aferrada a sus ídolos
y por esto los escondió, ella representa a la asolapada de nuestra carne, ella
(la carne) es y será siempre abominable al Señor y un obstáculo fatal para
nuestro avance espiritual.
Cuando
el Señor le ordenó a Jacob dirigirse a Bet-el, después del suceso de Dina,
Jacob ordenó a su casa entregar los ídolos, así que no le quedó más remedio a
Raquel que entregarlos ¡Cuánto le habrá costado hacerlo! eran un estorbo para
lo nuevo que el Señor estaba por hacer en la vida de Jacob. Ver
Génesis 35:2.
Bet-el significa “la Casa de Dios”, cuántos ídolos que tenemos albergados en lo
profundo del corazón no nos dejan entender el verdadero significado de la Casa
orgánica de Dios. La Casa de Dios es vida, y si queremos conocer la vida del Cuerpo
de Cristo, nuestra vida natural debe morir, debe ser quebrantada y perder su
fuerza, nuestros ídolos deben ser enterrados. Por esto Jacob ordenó a su casa
quitar los dioses ajenos y los zarcillos que estaban en sus orejas (se cree que
estos zarcillos eran algún tipo de amuleto con alguna estampa de alguna deidad).
Esto significaba una consagración total
al Señor.
El
cambio de Jacob fue radical en este momento porque fue llamado a Bet-el, a la
morada de Dios. Antes, Jacob se hizo el loco y no le dijo a Raquel que se
deshiciera de sus ídolos, pero ahora era distinto, Jacob había sido tocado
profundamente en su corazón por la deshonra de su hija Dina y la masacre de sus
hijos; Jacob había sido llamado a subir a Bet-el. Ver Génesis 35:1.
Cuando el Señor comienza a revisar en nuestra vida,
Él escarba cada parte de nuestro ser, de nuestra casa y de nuestras actividades
diarias para revelar los ídolos que tenemos consentidos y comienza
a derribarlos uno a uno. No
importa el tiempo que se tarde, no importa lo que tenga que hacer, lo hará y
derribará cada uno de ellos sin piedad, porque son un estorbo para Su obra en nosotros
y para la obra en Su cuerpo corporativo.
Un
ídolo puede ser el dinero, la profesión, la fama, la gloria de los hombres, nuestros
conocimientos, los dones, el ministerio, un amigo muy querido, un esposo o una
esposa, los padres, los hijos, cualquier cosa o persona que reemplace al Señor
en nuestras vidas. Creemos que los ídolos
nos dan felicidad y nos llenan, pero el único que puede llenarnos,
completarnos, satisfacernos es el Señor, Él es nuestra única felicidad.
Cuando
Dios nos ilumina con respecto a esto, solo podemos caer postrados de rodillas y
sentir lo abominables que son todas aquellas cosas que hemos consentido y
mimando en nuestras vidas, solo podemos humillarnos y ver lo asolapados que hemos
sido, ahí entendemos que el único destino que le queda a nuestra carne es
morir. Creemos que estamos obedeciendo a Dios, que nuestras actividades y
prácticas son de Dios pero son el resultado de nuestra carne.
Jacob
escondió los dioses en un alcornoque que estaba en Siquem, Siquem significa “la fuerza
del hombro”, es Cristo que se encarga personalmente de todos nuestros
ídolos, Cristo tiene el poder de aniquilar todo esto en nuestras vidas. Es Su
fuerza que hace esta labor y no es por nuestra fuerza. No es producto de
nuestro esfuerzo. Ver Génesis 35:4.
Cuando la Luz del Señor cae sobre nosotros, Él ilumina
nuestro punto ciego, la carne llega al final, el Señor nos muestra las cosas
como Él las ve, no como las queremos ver nosotros. ¡Qué tercos podemos ser al
respecto!
Jacob
no solo instó a dejar los ídolos, sino también a limpiarse y a mudar sus
vestidos, toda marca de lealtad a otros dioses era eliminada y como señal de
este acto había un baño y un cambio de vestiduras; nuestro nuevo vestido es Cristo,
cuando somos despojados de toda nuestra vieja naturaleza podemos ser revestidos
de Él. Debemos ser depurados de toda contaminación. Si somos el templo del Señor
como individuos no tenemos ya nada que ver con los ídolos, si como Iglesia
somos el Templo de Dios, los ídolos deben ser destruidos por completo.
¡Cuántos ídolos todavía tenemos guardados y escondidos
en el corazón! ¡Cuántas cosas mimadas las escondemos debajo de nuestros
pantalones! Pensamos que a Dios se las podemos esconder, como lo hizo Raquel
con su padre Labán. Y no solo estoy
hablando de cosas internas, sino de cosas externas que hacemos etiquetadas como
espirituales pero que todavía están arraigadas en lo profundo de nuestro
corazón y de nuestra vida diaria.
Cosas
que Cristo desarraigó una vez que llegamos a sus pies, sin embargo, volvimos a
acuñarlas en nosotros, porque pensamos que no son tan malas y les ponemos
nombres cristianos para poder usarlas sin ningún remordimiento.
“Por
tanto, amados míos, como siempre habéis oído, no como en mi presencia
solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, obrad vuestra salud con temor y temblor; porque Dios es el que en
vosotros produce el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin
murmuraciones o dudas, para que seáis irreprensibles e inocentes, hijos de Dios
sin culpa en medio de una generación
maligna y perversa, entre los cuales resplandecéis como luminares en el mundo;
reteniendo la Palabra de vida para que yo pueda gloriarme en el día del Cristo,
que no he corrido en vano, ni trabajado en vano” Filipenses 2: 12 – 16.
La salvación que habla Filipenses aquí no es la
salvación de la perdición, sino la salvación de esta generación corrupta que dejamos
penetrar en las habitaciones de la Iglesia y las habitaciones de nuestro ser. O más bien no la hemos echado fuera, sino que aún
la consentimos. Muchos son salvos pero
todavía están aferrados en su corazón a esta generación maligna, Dios condenó al mundo con todos sus accesorios,
no obstante, nosotros todavía lo amamos. Dios nos mandó que escapemos de
esta era, pero nosotros seguimos en ella, estamos en el mundo pero no somos de él.
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el
mundo; si alguno ama al mundo, la caridad del Padre no está en él” 1 Juan 2:15.
“No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”
Juan 17:16.
El
problema es que donde está mi tesoro (mi ídolo), allí está mi corazón.
“Porque donde está vuestro tesoro, allí también
estará vuestro corazón” Lucas 12:34.
No
podemos amar al mundo con un amor que solo se lo podemos brindar al Señor, con un
amor incondicional. Ese amor es para Cristo. Nuestro problema radica en el
corazón y allí es donde debe penetrar la luz de Cristo para descubrir los
ídolos encubiertos debajo de nuestras faldas.
Jesús
dijo que si nuestra mano derecha nos es ocasión de caer, que la cortemos, pero si solo nos es ocasión de caer; sin
embargo, si vamos a entrar en una profundidad con el Señor, es mejor cortarlas,
que tenerlas de niñas mimadas. La mano derecha es la más necesaria en nosotros ¿verdad?,
es mejor estar mutilados, que andar jugando a las escondidas con nuestros
ídolos.
Cuando
el Señor nos dio Vida Nueva, mutiló nuestra vieja vida, y eso es una señal para
nosotros y para el mundo.
No
sigamos escondiendo debajo de nuestras faldas los ídolos, dejemos que el Señor
los saque a la luz, porque son un estorbo para nuestra consagración a Él, para
entrar en Bet-el, son una puerta abierta al enemigo y son anatemas para nuestra
familia ver Josué 7. Que el Señor nos ilumine al respecto y nos dé
discernimiento.
“Hijitos,
guardaos de los ídolos. Amén” 1 Juan 5:21
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