CAMINANDO EN LA TORMENTA Por Adriana Patricia


“…el Señor cuyo camino es en tempestad y turbión…” Nahúm 1:3

Con todos los fenómenos que están sucediendo en estos momentos y recordando una película que vi hace poco, se llama “Horas Contadas”, fue inspirada en la vida real. No sé si ustedes también la vieron queridos lectores; esta historia se trata de un buque petrolero que se topó con una poderosa tormenta invernal, que hizo que el buque se partiera en dos y sus más de treinta marineros quedaron atrapados en la popa. Al final fueron rescatados.

Este recuerdo llegó a mi memoria cuando el Señor me enseñaba acerca de las tormentas de la vida y las profundidades de Él.

La vida cristiana es una vida llena de tormentas y lo sé por lo que he leído en las Escrituras, en la vida de cientos de siervos del Señor a través de los años y por lo que he visto en mí misma en estos 32 años caminando con Cristo.

El Señor envía fuertes tempestades a nuestra vida con dos propósitos esenciales. El primer propósito es el de ser transformados y el segundo propósito es ser llevados cada vez más a las profundidades de Cristo.

Cuando uno es nuevo en el Señor piensa que la vida con Cristo es color de rosa, jugamos al cristiano asistiendo cada domingo al culto, creemos que el objetivo principal de Dios es vernos popochos, rozagantes, felices y prosperados. Queremos ser Alicia en el país de la maravillas. Pensamos que nuestro buque no se va a encontrar nunca con tormentas. Pero el Señor más que adornarnos, desea realizar una labor interna, en nuestro corazón; no estoy diciendo que no podemos ser felices o tener bendiciones hermanos, no me mal interpreten, quién más sino el Señor desearía llevarnos a una vida plena, pero el objetivo de Dios es mucho más grande que estas pequeñeces del mundo, Él quiere que trascendamos. Los pensamientos y los caminos del Señor son más altos que los nuestros.

La vida con el Señor posee muchas tempestades y también tiempos de refrigerio. Todas estas borrascas y tormentas el Señor no las ve como tragedias, sino como oportunidades preciosas para Él glorificarse, para mostrarnos su Eterna Gracia, pero especialmente para transformarnos y llevarnos a Sus profundidades.

“Que habite el Cristo por la fe en vuestros corazones; para que, arraigados y fundados en caridad, podáis bien comprender con todos los santos cuál sea la anchura y la longitud y la profundidad y la altura, y conocer la caridad del Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” Efesios 3: 17 - 19

Somos tercos y obstinados en nuestro caminar, por eso el Señor sigue enviando una y otra vez estas tempestades a nuestras vidas, unas serán tormentas, otros serán huracanes y otras son solo escasas lluvias torrenciales, pero todas sirven para los propósitos etenos del Señor.

Hay una persona que vivió estas tormentas a lo largo de su vida y hay una historia que impactó mi vida; Jacob cuando llegó a Siquem en Génesis 34, después que había pasado por la experiencia de Peniel y su muslo había sido descoyuntado, pasó una gran tormenta en su vida, su única hija fue deshonrada; no tengo hijos pero debe ser un dolor muy grande para un padre ver que a su una única hija la deshonren, no puedo imaginarme ese sufrimiento.

Y el dolor de Jacob se profundizó cuando sus hijos varones en venganza por la deshonra de su hermana, mataron a Siquem, a Hamor y a todos los del pueblo. Cometieron una masacre, que causó gran tristeza al corazón de Jacob y dejó una huella en su vida hasta sus últimos días. Ver Génesis 34

Cometieron este delito valiéndose del engaño, como dignos hijos de su padre, el suplantador. Jacob en Peniel fue quebrantado y después de este suceso comenzó a ser transformado.

Cuando no hemos llegado al nivel que Dios desea en nosotros, cuando hemos sido tercos en un asunto, cuando no hemos llevado a cabo nuestra consagración y no hemos establecido en nuestra vida los derechos del Señor, cuando todavía hay rezagos de la vida de Adán y de Jacob en nosotros, el Señor en Su bondad, debe enviar tormentas y tempestades a nuestras vidas.

Nuestra vida espiritual no avanza por culpa de nosotros, el retraso es debido a nosotros mismos, no por culpa de Dios. Entonces el Señor en Su sabiduría produce sacrificios, pérdidas, nos saca de la comodidad y finalmente envía nuestro barquito a toparse de frente con una poderosa tormenta.

Si Jacob no hubiera pasado por esta experiencia, se hubiera quedado tranquilo en Siquem y no hubiera pasado a Bet-el como Dios le había ordenado. Lamentablemente hubo un sacrifico de todo un pueblo para perfeccionar a un solo hombre bajo el propósito divino, eso es difícil de entender, cuando el Señor tocó este punto, muchas cosas fueron aclaradas en mi corazón, y no pude sino llorar dándole al Señor gracias por los sacrificios de cosas y personas que causó en mi vida, bajo Su soberanía y para Su propósito; esto hará el Señor con usted, para perfeccionarlo.

Cuántos sacrificios Dios ha hecho a su alrededor, cuántas tormentas no le ha hecho pasar, cuánta incomodidad no le ha causado, cuánto hostilidad no tiene a su alrededor y usted no se ha dado cuenta que es para su perfeccionamiento, es para que usted sea llevado cada vez más a Sus profundidades, para que escuche Sus palabras con un oído afinado, de su corazón sea quitado todo velo y su camino sea corregido.

No hay tiempo ya, usted no se puede bajar de este buque, aceptémoslo de una vez por todas y seremos bendecidos por las tormentas.

Nos queda muy poco para que esta escuela de Dios se cierre, el tiempo se está acortando, no perdamos el tiempo.

Cuando usted esté bajo el rigor de la tormenta, sumérjase en las profundidades de Aquel que lo ama y vela por usted, nada de lo que ocurra en la superficie del mar podrá alterar las profundidades de Su presencia en su vida.

Mientras la barca se movía y los discípulos pensaban que iban a perecer, Jesús dormía plácidamente, Él estaba tranquilo, porque las tormentas son solo instrumentos de Él para probarnos y perfeccionarnos; y mientras más adentro estemos en Cristo, más lo miraremos a Él como el Autor y consumador de nuestra fe, las tormentas podrán arreciar, pero no nos harán daño. Solo nos llevarán cada vez a mayor perfección y nos profundizarán más en Él. Ver Lucas 8: 22 - 25

En la hora de la tormenta es cuando nuestra fe es aumentada y puesta a prueba, cuando la Gracia del Señor se hace viva, porque es Su gracia que nos sostiene. Cuando todo nos viene bien como decía C. H. Spurgeon no es fe sino es vista; nuestra fe es probada en el fulgor de la tormenta. Nuestra vida es transformada cuando pasamos por ella. Cuando la tormenta se detiene, podemos escuchar la voz de Dios y obedecer sin problema, sin decir una palabra, sin rezongar, porque hemos llegado al final de nuestras fuerzas y de nuestro corazón voluntarioso.

Cuando ocurra una poderosa tormenta en su vida, entonces, ya no trate de salvar su pequeño barquito, deje que el Señor que camina sobre ella, aplaque primero su obstinado corazón y después Él acallará la tempestad. Sumérjase en Él, bucee cada vez más adentro de Su presencia y permita al Señor transformarlo como lo hizo con Jacob. 

Comentarios

  1. ¡Cuan pocos Le dejan dormir en medio de la tormenta!

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    1. Así es, el Señor tiene el control soberano de todo pero nuestro desespero y temor, muestra nuestra falta de fe en Él. Nos falta Reposar más en el Señor.

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