HUMILLADOS PARA APRENDER Por Adriana Patricia
"Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos”
Salmo 119:71
Levante la mano el que le gusta ser humillado…
A mí no me gusta ser humillada. Pero si algo sé por experiencia propia, es
que a través de toda humillación he aprendido a obedecer al Señor.
Hace unos días fui a visitar a una querida hermana en Cristo llamada
Cielo Padilla, quién padeció un doloroso cáncer. Cuando entré a su habitación,
solo podía respirar el aroma de Cristo en ella. En verdad fue un gozo ver la
presencia del Señor en su vida. Cuando veo a alguien que está siendo probado y
molido por el Señor, no dejo de apreciar la belleza de Cristo reflejada en la
totalidad de su vida. Es un gozo y una gran experiencia que no se obtiene en
todos los teólogos existentes de nuestra época.
Cuánta doctrina hay regada por toda la cristiandad, pero, qué poco del
aroma de Cristo en las vidas que dicen ser redimidas por la sangre de Jesús.
Pero este versículo nos da una luz maravillosa del por qué es necesario
ser quebrantados y humillados por el Señor. No es que el Señor sea un
masoquista y se goce en hacernos sufrir. A Él le duele nuestra corrección y
nuestros tratos, pero Él sabe que son necesarios para que aprendamos obediencia,
para que sus estatutos sean escritos en nuestro corazón y podamos ser
perfeccionados y probados en nuestra fe.
El Señor se goza y se satisface en la obra de Cristo realizada dentro de
nosotros, aunque tenga que llevarnos por los dolorosos senderos del dolor, de la
enfermedad, la escasez, de la persecución y de todo lo demás.
“Donde el rocío cae más fresco y el aire es más puro es en el
desierto” dijo Andrew Bonar.
Lo que nos hace exhalar el aroma de Cristo, es ser triturados por Él en el mortero de Dios.
Cada quien tiene su propio desierto, cada hijo de Dios tiene su propia dosis de
humillación y sufrimiento, Dios sabe cuál es el punto débil y el punto ciego de
cada uno de sus hijos, así que, a cada cual le dará una medida de humillación y
sufrimiento para enseñarnos Sus estatutos y aprender obediencia.
Pero cuando entendemos el propósito de Dios en toda humillación y
nuestra mirada va más allá de todo sufrimiento, el gozo que es derramado en nuestros
corazones rebosa para ser adoración viva al Señor, porque entendemos que sus
misericordias nunca decayeron en nosotros a pesar de ser probados.
“Es por las misericordias del SEÑOR que no somos consumidos, porque
nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fe. Mi
parte es el SEÑOR, dijo mi alma; por tanto a él esperaré. Bueno es el SEÑOR a
los que en él esperan, al alma que le buscare” Lamentaciones 3: 22 - 25.
Cuantas áreas débiles todavía tenemos. Cuántos puntos ciegos aún están
en nosotros. Cuántas cosas ocultas en el corazón. Asuntos sin resolver delante
del Señor. Cuánta de nuestra voluntad no
ha sido sometida a Cristo. Cuántas de
las palabras que salen de nuestra boca no son alabanza para Dios. Cuántas cosas
albergadas en el cuarto de san alejo de nuestra vida. Cuánta impaciencia nos
acompaña en trascurso del día. Nos quejamos por todo. Cuánta irritabilidad e hipersensibilidad
hacen parte de nuestra vida diaria. Somos quisquillosos por naturaleza cuando
no se hace lo que nosotros queremos. Cuán poca tolerancia hacia los demás. Cuánta
agresividad hace parte de nuestras acciones. Todavía buscamos justificarnos y
defendernos cuando nos ofenden. Nos sentimos heridos por cualquier cosa cuando
nuestro orgullo emerge de las profundidades; todas estas cosas y muchas más son sacadas
a la luz en medio de nuestra humillación. Todo nuestro mal carácter es tratado
en el ardor de la prueba, nuestra soberbia es quebrantada, somos probados como el oro para ser perfeccionados. El
Señor va examinando poco a poco cada aspecto de nuestra existencia y poniéndonos
a prueba en el fuego de su amor, para purificarnos y limpiar nuestro corazón.
La prueba y la humillación harán esta maravillosa obra.
“Para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro (el
cual perece, mas sin embargo es probado con fuego), sea hallada en alabanza,
gloria y honra, cuando Jesús el Cristo, fuere manifestado” 1 Pedro 1:7.
Escribió Frank Viola en su precioso libro “El lugar favorito de Dios en
la tierra”: “El quebrantamiento
es una señal de la historia espiritual de los siervos escogidos por el Señor.
Nuestra vida solo puede ser fragante con la vida del Señor, cuando hemos
experimentado las profundidades internas del quebrantamiento. Cuando se
quebranta algo dentro de nosotros se libera algo de Dios que mora en nuestro
espíritu y el aroma no se puede pasar por alto”. Esto fue lo que pude oler en aquella hermana
aquel día de la visita.
Por eso Spurgeon dijo que las joyas del cristiano son sus
aflicciones.
Agradezcamos a Dios que todavía hay tiempo de ser tratados, llegará un momento
en la historia de la humanidad cuando el tiempo se acabará.
Cuando la humillación golpee nuestra existencia demos gloria y alabanza
a Dios porque la oscuridad huirá de nosotros, seremos purgados y aprenderemos
los estatutos del Señor en obediencia y absoluta sumisión.
Por lo que padeció Cristo aprendió la obediencia “Y aunque era el
Hijo (de Dios,) por lo que padeció aprendió la obediencia” Hebreos 5: 8.
Sigamos los pasos de nuestro Señor sin lloriqueos ni autocompasión como
dice mi amiga y hermana en Cristo Kelly (esposa del fallecido misionero Pabel) y
glorifiquemos a Dios por nuestra humillación, al final tendremos nuestra
recompensa, Cristo mismo es nuestro galardón.
“Y he aquí, yo vengo presto, y mi galardón está conmigo, para
recompensar a cada uno según su obra” Apocalipsis 22:12
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