UN ENTRENAMIENTO A LA MEDIDA



“El que ara para sembrar, ¿arará todo el día? ¿romperá y quebrará los terrones de la tierra? Después que hubiere igualado su superficie, ¿no derramará la neguilla, sembrará el comino, pondrá el trigo por su orden, y la cebada en su señal, y la avena en su término?” Isaías 28:24 - 25

Hoy comencé a entrenar con pesas, después de entrenar con botellitas llenas de agua y la diferencia es grande; esto me llevó a reflexionar acerca de la medida de nuestro entrenamiento con el Señor.

Cuando uno está pasando por dificultades y vemos los tratos de Dios sobre nuestras vidas y observamos que otros hijos de Dios no pasan por lo mismo, que su caminar con Dios es mucho más relajado, tendemos a preguntar: ¿por qué el Señor es más drástico conmigo que con aquellos?, en muchas ocasiones yo he pensado de esa manera.

Pero, esta enseñanza de Isaías nos da luz al respecto y nos da la tranquilidad y la esperanza que necesitamos para el desafío que el Señor nos presenta.

El Señor trata a las personas según Su medida, no según la nuestra, sino según Él lo considera pertinente. Cada persona tiene una medida de corrección, de disciplina, de trato y de entrenamiento.

La neguilla y el comino no serán trillados, dice que solo serán sacudidos con una vara, es decir para ellos es un suave golpe de una vara, el trabajo con ellos es más fácil, no es tan drástico como el trigo y la cebada, quizás porque todavía son niños, están inmaduros, están en las etapas primeras de su caminar con Dios. La hora de ser trillados no ha llegado para ellos, en ese momento los tratos de Dios son tranquilos, están en la etapa de: ¡oh si Él me besara con los besos de su boca! (Cantares 1:2), todavía no conocen que Sus labios destilan mirra, entonces solo es una varita, un bastón que les hace "pao pao".

Pero, tan pronto las cosas comienzan a tomar otra dirección, cuando el corazón se comienza a comprometer más y más con el Señor, cuando el corazón se comienza a decidir más y más por Cristo sin importar el costo, cuando comenzamos a pedir más la estatura del Hijo de Dios y comenzamos a ser llevados a la madurez, ahí el manejo es más drástico, ya comenzamos a ser formados como trigo y cebada para ser trillados para ser pan para otros.

“El trigo es trillado para hacer pan. El trigo debía ser traído de la era donde se cosechaba para ser triturado por las patas de los bueyes y luego se pasaba un trillo sobre él. Cuando el grano se separa de sus tallos es aventado, es decir se lanza al aire la mezcla de paja y grano, el viento arrastra la paja y el grano cae en el mismo lugar. Luego se tamizaba y se entregaba a las mujeres para que lo molieran en las piedras de moler, para fabricar la harina y amasarla con agua para que se pudiera hornear. 

Las Sagradas Escrituras tienen muchos símbolos de los tratos y los caminos de Dios con nosotros. Es por esto que cuando Cristo le habló a Pedro acerca de su crisis, al decirle que Satanás había pedido zarandearlo como a trigo, era como si le estuviera diciendo que iba a permitir esto para hacer lo del trigo con él, es decir que iba a ser convertido de Simón a Pedro a través de una dura prueba y esto tenía que ver con la negación de Pedro a Jesús, Pedro iba a ser purificado a través de aventarlo como se aventaba el trigo y la paja, para que la paja se eliminara de él. 

La paja es la naturaleza carnal de Adán y se separa del trigo. Tamizar es separar la cizaña del trigo y esta cae a través del tamiz, y luego se arroja al fuego. Esto también se aplica a nosotros, no solo a Pedro, todos tenemos que ser trillados, aventados y tamizados. 

Todas las circunstancias difíciles en nuestra vida, quitan la paja y exponen la cizaña en nuestros corazones para ser echada al fuego de Dios y solo se deja el trigo limpio para ser parte de la cosecha del Señor. 

Es así como los granos de trigo pierden su cáscara (la vieja naturaleza de cizaña y de paja) y toman la naturaleza del Señor para ser un solo pan con Él para dar de comer a otros”. (Extraído del libro “De las tinieblas a Su Luz – La historia de la otra Magdalena”).

Siempre dentro del pueblo del Señor hay un remanente que sufre con Él, que va hasta donde el Señor los lleva, incluso si es al desierto, son aquellos que se dejan tratar el corazón y pasan por la disciplina si es necesario, estos ya no entrenan con botellitas de agua, sino con pesas y el Señor les va subiendo más y más el peso.

Muchos no le aman como que Él quiere que le amen, muchos no le sirven como Él quiere que le sirvan, muchos no han determinado seguirle porque piensan en el costo, todavía se reservan muchas cosas para ellos mismos, no han permitido que el Señor los lleve al final de su propia vida, entonces el Señor es gentil, por así decirlo, trata con ellos según su etapa, pero podemos decidir ir más allá con el Señor, podemos ser elegidos para más.

Aquellos que son siervos de Dios, pasan por la agonía de su alma, una agonía profunda en el sufrimiento, a mayor sufrimiento, mayor es su utilidad y eso lo vemos en Las Escrituras en todos los siervos de Dios que fueron usados por Él .

Si deseamos con todo el corazón ser útiles para el Señor, debemos pasar por una disciplina más profunda con el Señor, este es el camino para Sus hijos, esta es la formación y Su entrenamiento. Como lo escuché de alguien y que lo he repetido en mis libros “no pain no gain”, sin dolor no hay ganancia.

Y si estamos pasando por dificultades en estos momentos, lo más factible es que el Señor nos está entrenando para ser útiles y para satisfacer Su necesidad a través de nosotros.

Ahora no veo nada, pero si sigo juiciosa con mis pesas, veré el resultado en algún momento, pues todo toma su tiempo y se requiere mucha disciplina.

Con el tiempo el entrenamiento del Señor obrará Su propósito en nosotros, y así como el arado no es para siempre, el entrenamiento, el sufrimiento tampoco será para siempre, todo está bien cronometrado por el Señor, todo tiene un tiempo y tiene su hora. Por ahora pongamos nuestra mirada en Él y rindámonos a Su entrenamiento, Él sabe cuál es el indicado para cada uno de nosotros.

Hasta la próxima,

Su amiga, Adriana Lelión. 

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