EL AMOR ENTRE HERMANOS

“Para que os conceda conforme a las riquezas de su gloria, que seáis fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis fuertes para comprender con todos los santos cuál es la amplitud y la longitud, la altura y la profundidad, para conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. (Efesios 3:16-19).


Somos las ramas y Él es la Vid, estamos unidos por la Vida de Él, no por nada nuestro, nuestra unión no depende de nosotros, nuestra unión viene por Su Espíritu habitando en cada uno de nuestros corazones.

Como escribió Wayne Jacobsen: “La vida del cuerpo no es algo que puedas crear. Es un regalo que el Padre da a medida que las personas crecen en su vida”.

Donde dos o tres están reunidos en Su nombre, ahí está representado el cuerpo del Señor. Pero, lamentablemente la Iglesia perdió el sello de familia, ahora es algo, es un lugar, una denominación, una parroquia más, un sitio de reunión, una organización religiosa, no un organismo vivo. Me hubiera gustado estar en esa primera Iglesia, en donde partían el pan en sus casas para hablar del Evangelio del Reino, eso sí era toda una revolución. Creo que ellos si resucitaran en estos momentos y vieran en lo que se convirtió la Iglesia, preferirían ser enterrados vivos (estoy exagerando) antes que ver en lo que se convirtió la familia del Señor. Dios concibió su Iglesia como una familia.

Lo mínimo para el Señor son dos, no uno y aunque Él tiene una relación personal con cada uno, Él nos ve como un todo y en medio de esos dos o tres, el Señor se manifestará grandemente y nos reconocerá como Iglesia. Y cuando el enemigo ve esos dos que están reunidos en la vida del Señor, intentará matarlos, sofocarlos, dividirlos y arruinar por completo el testimonio del Señor en ellos. ¡Cómo le encanta a satanás separar a los hijos del Señor! Si el enemigo toca un miembro del cuerpo del Señor, lo toca a Él, entonces su estrategia es meterse en el medio y dividirnos.

Cuando una oveja está en peligro y ve al depredador, como ella no tiene la manera de defenderse, lo que ella hace es meterse dentro del redil. El cuidarnos unos a otros es una protección contra el enemigo. Es más fácil que el depredador se coma a una oveja solitaria que a todo un redil; el enemigo podrá lanzar sus dardos y muchas veces como individuos hacernos daño, pero como Iglesia le va a quedar más difícil.

El camino de la cruz es un sendero solitario, pero podemos acompañarnos unos con otros en oración, no estamos solos. Cuando Elías entró en depresión, Dios le dijo: “no Elías, no estás solo, hay siete mil que no han doblado sus rodillas a Baal y sus bocas no lo han besado”. Elías no estaba solo, había siete mil personas que existían para el Señor, él no estaba solo en el camino de Dios. Satanás usa nuestro momento más débil para llenarnos de autocompasión, para robar nuestro gozo, nuestra paz, él sabe que somos humanos vulnerables y lo utiliza a su favor para robar nuestra fe en el Señor y nuestra confianza en Él. ¡Qué hábil es!

Cuando el enemigo ve que estamos cansados, agotados y hasta entristecidos, ahí tiene una oportunidad de oro para golpear con fuerza y tratar de vencernos. Entonces él siembra sus mentiras en nuestro corazón y en nuestra mente, y nos dice que estamos solos.

Y en verdad hay un precio que pagar como hijos de Dios y es la soledad, el ostracismo, esos momentos en que solo tenemos al Señor, la cruz es un camino solitario y lleno de mucho costo, pero no estamos solos, otros están en ese mismo camino. Hace unos días alguien me llamó y me dijo que el Señor la había despertado en la madrugada y le había puesto en el corazón interceder por mí. En ese momento yo estaba pasando por una situación difícil y el Señor lo sabía, estamos unidos por la vida de Jesús, ¡qué grande es nuestro Dios!

Somos miembros de un cuerpo y eso es un hecho, no solo una creencia o una simple doctrina, es verdad, es tan real como el agua que tú te tomas todos los días, en su Espíritu hay unidad, no importa que tan lejos estemos unos de otros, esa unidad va más allá de nuestros sentidos, es una unión espiritual. Hay creyentes que están orando por nosotros en el resto del mundo; cuando yo oro por todos mis hermanos, Él sabe quiénes son esos hermanos y pueden estar en la Patagonia o en Tasmania, pero ahí está el Señor con ellos y está conmigo, y este es un alivio a nuestra soledad. El Señor nos une a otros en el espíritu en esos momentos de soledad permitidos por Él, para fortalecernos y levantarnos.
Nos necesitamos unos a otros como hermanos, debemos ser perfeccionados en la vida de Iglesia y que Cristo sea forjado en cada uno de nosotros para experimentar esa vida corporativa. Necesitamos tener comunión con los hermanos, sin embargo, esto no debe reemplazar nuestra comunión personal con el Señor. La comunión entre hermanos será fuerte, cuando cada individuo del Cuerpo de Cristo esté establecido en la Vida del Señor. No obstante, a veces el enemigo logra romper las relaciones entre hermanos y es más común de lo que pensamos.

Su Iglesia es la expresión poderosa de Su victoria, porque surgió de la Resurrección y este hecho mostró el poder de Dios. Es por esto que el enemigo trabaja sembrando desunión, hipocresías, rivalidades, celos y envidias entre los hermanos. La unidad solo la obtenemos de Cristo, cuando Él tiene su lugar absoluto en nuestras vidas y en la vida de Iglesia. Cuando la cruz está obrando en nosotros hay unidad, porque solo crucificados y negándonos a nosotros mismos podremos amar a los demás como el Señor nos ama.
Austin Sparks escribió al respecto:

“¿Quieres conocer el camino del aumento de Dios? es por amor. Lo que el Señor necesita es un espíritu puro y abierto hacia Él, y el amor hacia todos los santos. El Señor traerá a Su mayor plenitud donde haya un amor genuino el uno por el otro - en Él… La forma segura de estar encerrado y limitado es tener un corazón cerrado a cualquiera de los hijos del Señor. El AMOR es el camino hacia el crecimiento espiritual. El amor es la verdadera espiritualidad. El amor es el más difícil y el más grande de todos los dones. "No sois estrechos en nosotros, sino estrechos en vuestros propios afectos". (2 Corintios 6:12). ¡Eres tan estrecho, tan limitado, como un seto cerrado, encerrado, apretado! La espiritualidad no es un acuerdo mental sobre las cosas declaradas en la Palabra, es la fusión de un corazón con el otro, con todos los santos. El diablo ha encerrado a un número de hijos del Señor como en un cuarto acolchado de sus propias limitaciones; congelado su amor por algo entre ellos y otros hijos de Dios. La salida es por aumento de amor y permaneceremos encerrados hasta que estemos allí... La verdadera espiritualidad es la medida del amor de Dios derramado en el corazón, todos los espirituales descansan y tienen su origen en amar. Ni el poder, ni el conocimiento, ni los diferentes dones, estas no son las primeras cosas, lo primero es el amor. Eso lleva al aumento de Dios. Hay otras cosas que conducen al aumento, pero el amor es primero y básico para todo los demás. Cualquier amenaza a la comunión entre el pueblo del Señor es la forma de detener el crecimiento”.[1]

Dios quiere un amor no fingido entre los miembros de su familia, un amor que nace de las profundidades de nuestro ser porque el Señor habita en nuestros corazones, un amor genuino, honesto, un amor que no traiciona, que cuida la reputación del otro, un amor bondadoso, respetuoso, dispuesto a escuchar, que no usa las palabras como cuchillos afilados, que no utiliza el sarcasmo para ofender, un amor que sobrepasa todas las diferencias; por eso el Señor nos puso en familias en esta tierra para aprender a vivir con gente compleja, porque en su Iglesia hay gente complicada, no todos se portan como ángeles en el pueblo del Señor; sin embargo, Dios nos está entrenado dentro de nuestras propias familias de sangre, para aprender a soportarnos unos a otros en el amor de Él.

Para ser familia necesitamos que nuestros egos estén crucificados por el bien de la familia de Dios. Yo necesito el ministerio de otros, lo que Cristo le está dando a los demás y los demás necesitan lo que Él me está dando a mí. La cruz debe golpearnos con fuerza, vencernos, vaciarnos por completo, debe derribar todo ego, toda inseguridad, matar los celos, las envidias y los egoísmos que no nos dejan avanzar.

Si algo nos caracterizó a Martica Jaramillo y a mí fue que el Señor mató todo ego en nuestros corazones, por eso pudimos trabajar juntas y no era que no tuviéramos desacuerdos o que algo no nos molestara de la otra, era que ambas amábamos al Señor y esto era más grande que nuestros egos, la cruz estuvo en medio de las dos y pudimos trabajar por el propósito de Dios.

Escribir es una labor solitaria, pero yo necesito el apoyo de mis hermanos. En el camino uno no encuentra fácilmente a gente que quiera comprometerse con el ministerio o el servicio o el apostolado de otro, los del mundo se apoyan entre sí; sin embargo, en el pueblo del Señor no siempre es así. Tenemos que estar muy vacíos de nosotros mismos, muy quebrantados realmente para ser un apoyo a los demás, para que no haya nada de orgullo en nuestros corazones para trabajar como un cuerpo.

Si el Señor Jesús es el único interés en nuestras vidas, todo lo demás será destronado de nuestros corazones, incluso el deseo de estar por encima de otros. ¡Cuánto daño le hizo a la Iglesia la aparición de la jerarquía! Dios nos concibe como hermanos unos de otros, “más entre vosotros no será así”, fue la máxima de nuestro Señor Jesús.

Como escribió Michael Clark en su artículo “Éramos hermanos”:
"Con la aparición de la jerarquía, desaparecieron los siervos”.[2]
Somos siervos unos de otros, esta es la mente de Cristo, este es el espíritu de Cristo.

No es fácil no atacar cuando nos atacan, se requiere la gracia del Señor para no hacerlo, no es fácil no ser susceptibles a las críticas, pero es algo que el Señor nos va enseñando a medida que caminamos con Él. El Señor eliminó todas las barreras, niveló el suelo para todos en la cruz, Él eliminó toda división. Debemos aprender a amarnos mientras andamos este camino de la fe, crecer, aprender, caminar juntos en este viaje de amar a Jesús, no importa en donde el Señor nos tenga a cada uno, así estemos a kilómetros de distancia, podemos tocar a nuestros hermanos porque estamos en Cristo, no hay espacio entre nosotros, todos estamos presentes porque Él está presente en nuestras vidas.

Miremos la gracia del Señor, esa gracia que nos ha sido dada sin merecerla y con nuestra vista puesta Él que podamos relacionarnos unos con otros en amor y en respeto, tanto en la vida real como en las redes sociales.

Hasta la próxima.

A.L

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