UN CORAZÓN EN REPOSO
[Versión en audio acá o en spotify]
¿Te has sentado con Dios en las cenizas de tus planes o anhelos? ¿Has dejado que Él te encuentre en medio de esos pedazos rotos de tus sueños? Yo lo he hecho muchas veces, he tenido que dejar a sus pies aquello que pensaba que era lo mejor para mí y aceptar lo que Él había preparado para mi vida. Como sucedió en la vida de Moisés.
Moisés se despertó esa mañana como siempre, tomó su café y se fue a sus labores. Llevaba cuarenta años apacentando las ovejas de su suegro, cuando tuvo que huir por matar a un capataz egipcio. Y estando en su rutinaria labor, se encontró con Dios en un zarzal que ardía en fuego y no se consumía. Le pareció extraño aquel suceso y se acercó. Se tuvo que quitar las sandalias de sus pies, porque estaba pisando un terreno sagrado, y escuchó a Aquel que le hablaba desde esa zarza ardiente. Y, en ese momento, las reglas del juego cambiaron para él.
Como escribió Mark Buchanan:
El lapso entre la vida tal como las deseamos y la vida tal como la recibimos es enorme. Nuestro verdadero propósito se forja en ese lapso, se forja en el crisol de las interrupciones.
Moisés debía tener sus propios planes para su futuro. ¿Y quién no? Me imagino que tenía su propia agenda. Ese día, fue emboscado por Dios, sus planes fueron interrumpidos y ardieron en el monte Horeb. Dejó sus propios caminos y dejó a un lado su agenda para acoger la agenda del Señor y seguir los caminos de Dios.
Y sí, tuvo muchas inquietudes, preguntas, demasiada incertidumbre y miedo, no se lanzó al agua sin antes temblar ante tan gran desafío. Porque es verdad, su agenda causa gran incertidumbre, sus caminos son misteriosos y costosos, pero inmensamente gloriosos.
Moisés, como pastor, sabía que cuando él llamaba a las ovejas, ellas dejaban lo que estaban haciendo para ir tras él. Ese día, eso fue lo que hizo Moisés, escuchó el llamado de su Pastor y dejó lo que estaba haciendo. Moisés se sintonizó con la frecuencia de Dios. Y al sintonizarse con su frecuencia, Moisés recibió la transmisión divina, ejecutó sus propósitos y conoció al Señor a través de toda la obra que Él le envió a hacer. Y ese es el llamado de tu Pastor hoy: deja tu agenda, deja tu propio camino y descansa en sus obras y en su propósito para ti.
El nombre de Moisés viene de la raíz mashá, que significa sacar. La vida de Moisés consistió en alejarse de sitios antiguos y lanzarse a nuevos lugares. Toda su vida fue un peregrino. Dios lo sacó de sus planes para darle unos mejores. Aprendió tempranamente que los caminos de Dios son muy diferentes a los nuestros. Y es una lección que debemos aprender nosotros a medida que lo seguimos y a medida que nos moldea a su imagen.
“Y Moisés lo hizo como el Señor le mandó”. Levítico 16: 34
Me gusta este versículo, es una muestra de la rendición de Moisés a los planes de Dios. Cuando entregamos nuestra agenda en manos del Padre, hay descanso para nuestra alma, porque recibimos su agenda y ella siempre nos llevará por caminos impensables, pero necesarios para nuestro aprendizaje y crecimiento en Él. El Padre solo necesita nuestros corazones dispuestos para ir por donde Él nos lleve. Dios es creativo y trabaja de formas hermosas, y cuando entregamos nuestros planes, somos sorprendidos gratamente por Él.
Hemos delineado nuestra vida como creemos que debería ser, hemos hecho planes a corto, mediano y largo plazo, y no está mal hacerlo. Pero a veces, sin darnos cuenta y en menos de nada, nuestros planes y nuestra agenda se convierten en los ídolos que adoramos. Él sabe qué es lo mejor para nosotros, ir por dónde creemos que es mejor, siempre nos llevará por senderos equivocados y traerá dolor a nuestro corazón, y no hay nada que pese más y que robe la alegría, que seguir nuestro propio camino. Ninguno de nosotros sabe lo que está más adelante, solo Dios conoce lo que nos espera a la vuelta de la esquina.
A Moisés siempre lo vemos llevando su cayado, primero como pastor de las ovejas de su suegro Jetro y luego como peregrino en el desierto, guiando al pueblo de Israel. Ese cayado representaba la fuerza del Señor en él. Moisés no estaba allí por su propio esfuerzo, estaba bajo la gracia de Dios que lo sostenía en esa inmensa labor. Seguir la tiranía de nuestras agendas nos llevará al cansancio total y a la opresión del corazón. Hacer las cosas en nuestro esfuerzo nos agotará hasta destruirnos. No vivir en el descanso de Dios, va a matar nuestra alma. En la fuerza de Dios hay vida, pero en la nuestra, hay destrucción y muerte.
Dios nunca hace nada por casualidad, la noche fue creada para que descansemos, para que nuestros cuerpos estropeados por el cansancio del día se rindan en los brazos del sueño profundo y nos renovemos. Y así es en nuestro corazón.
El Señor les dijo a los israelitas:
“Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña, y recogerás sus frutos; y el séptimo año la tierra tendrá sábado de reposo, sábado al SEÑOR; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña”. Levítico 25: 3 - 4
Y una de las razones por las que los israelitas fueron enviados al exilio, fue precisamente por esta razón, no permitieron que su tierra tuviera un descanso sabático:
“A ustedes los esparciré entre las naciones, y con la espada desnuda los perseguiré; su país se convertirá en un desierto y sus ciudades en espantosas ruinas. Entonces la tierra disfrutará de tranquilidad todo el tiempo que permanezca desolada y que ustedes estén en el país de sus enemigos; así descansará y se desquitará de lo que antes no descansó. Todo el tiempo que permanezca desolada, la tierra disfrutará de los días de reposo que no tuvo mientras ustedes habitaron en ella”. Levítico 26: 33 – 35
Dios deseaba que ellos confiaran en Él, en su provisión, que creyeran, realmente, que Él era suficiente para sustentarlos en ese tiempo, por eso les dijo que la tierra debía permanecer en barbecho cada siete años (el barbecho consiste en dejar descansar la tierra por un tiempo antes de volver a cultivar). Ellos tan solo debían descansar en la realidad de la soberanía y de la bondad de Dios y no lo hicieron, solo debían creer que el control de las circunstancias estaba en Alguien más grande que ellos, pero su orgullo no se los permitió, confiaron más en sí mismos que en el Señor. El orgullo conduce a la desesperación y la desesperación grita que Dios no es suficiente para ayudarnos. La desesperación nos hace tomar cargas prestadas y nos roba el gozo del descanso en Dios.
“Porque así dijo el Señor DIOS, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza; y no quisisteis. Mas dijisteis: No, antes huiremos en caballos. Por tanto, vosotros huiréis. Sobre corceles ligeros cabalgaremos; por tanto, serán más ligeros vuestros perseguidores”. Isaías 30: 15 - 16
Esta es la muestra de que ellos no quisieron descansar en Dios, no confiaron en Él, confiaron en sus propias agendas, en su propio esfuerzo, confiaron en sí mismos haciendo ídolos de sus propias vidas, adoraron el control más que al Señor y recibieron las consecuencias. No descansaron de sus propias obras, no descansaron en las obras de Dios para ellos.
Y esto es lo mismo que nos sucede a nosotros cuando no dejamos nuestra agenda en sus manos, cuando no descansamos en Dios, cuando ponemos nuestra confianza en las personas, en nuestras capacidades o ideas y no en el Señor, cuando parecemos máquinas sin descanso, cuando no dejamos en sus manos los resultados y queremos controlar la situación y a las personas que nos rodean. El exceso de trabajo, el estrés y nuestra propia agenda atiborrada de cosas por hacer, nos quitan el sueño, no nos dejan dormir en paz y terminamos postrados en una cama enfermos. Nuestro cuerpo lleva las cuentas de nuestra falta de descanso. Pero, de una o de otra manera, Dios nos hará descansar.
Estamos apurados la mayor parte del tiempo, miramos el reloj de forma mecánica, siempre estamos pensando en lo siguiente. La prisa consume nuestra vida en un abrir y cerrar de ojos. “Del afán no queda sino el cansancio”, decía mi abuela. Por la prisa se pierde el tiempo para las cosas que de verdad importan y es un tiempo que nunca se recuperará. Estamos demasiado afanados como para esperar en el trancón, en la fila del supermercado o en la fila del banco o esperar el menú en el restaurante, no tenemos el tiempo para escuchar con atención a los demás. Estamos ocupados en reuniones, haciendo actas, preparando informes, alistando pedidos, oficios en casa, ocupados en los negocios y en tantas cosas.
Para el ocupado, para el estresado, para el que no tiene tiempo ni para comer, para el que está ansioso, para el que tiene una agenda apretada y no puede ser interrumpido por nada, la vida va transitando sin dejar rastro. Cada día envejecemos un poco más, pero no lo notamos porque estamos demasiado ocupados. La prisa va llenando nuestras horas y las estaciones van pasando sin hacer mella en nosotros. Y en el camino vamos rompiendo cosas, perdiendo personas y no nos damos cuenta por causa de nuestras muchas actividades y múltiples tareas.
Lamentablemente, llegamos al punto como el pueblo de Israel que, quebrantando el descanso, no honrando el sabático, aprendemos a guardarlo, aprendemos a descansar, aprendemos a frenar en seco. Hasta no estar enfermos, solos y amargados no comprendemos la importancia de reposar en Dios.
La alerta roja se enciende, cuando, obviamente, estamos enfermos y cuando vamos perdiendo cosas que de verdad importan y cuando las personas se comienzan a alejar. Cuando todo nos aburre, cuando estamos a la defensiva, cuando nos irritamos con facilidad, cuando nos importa un bledo lo que pase con otros, cuando ya nada nos sorprende. Esa es la clara evidencia de que nuestro corazón se endureció por la falta de descanso, solo estamos alimentando el orgullo al tratar de obtener mejores cosas o llenar vacíos con nuestra obsesión por el trabajo.
Y un corazón endurecido no tiene ojos para ver, ni oídos para oír. El corazón necesita estar en reposo para escuchar y ver al Señor.
“Estad quietos, y sabed que yo soy Dios…”. Salmos 46: 10
Se necesita calma, quietud, silencio para escuchar a Dios. Y cuando no honramos el descanso, nuestra salud, tarde o temprano, se afectará y Dios lo permitirá para que descansemos sí o sí. Y allí, postrados, quizás en una cama de hospital o en nuestra casa o con nuestro corazón hecho pedazos, Dios renovará nuestras fuerzas y nos mostrará más de Él. Necesitamos ser conscientes de su gran amor y de su soberanía, para que entendamos que Dios es más grande que nuestras circunstancias, más grande que nuestras buenas ideas y planes, hasta que aprendamos a descansar en Él.
“El Señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce”. Salmos 23: 1 – 2 LBLA
“Escucha, Israel”, dice Deuteronomio 6: 4. Es decir, presta atención, descansa en el Señor. Este es el verdadero Sabbath de nuestro corazón. Escuchar al Señor, prestarle atención en el descanso de su amor, en el descanso de nuestras obras para recibir las de Él. Entregarle nuestra agenda personal, para tomar la agenda del Padre, como lo hizo Jesús: “No hago lo que yo quiero”.
¿Hace cuánto no te detienes a observar las flores de un jardín? ¿Hace cuánto no te asombras por el revoloteo de las mariposas? ¿Hace cuánto no ves una puesta de sol? ¿Hace cuánto no observas el cielo en la noche para buscar una que otra estrella? ¿Hace cuánto no disfrutas ese bocado de comida? Porque comiste tan rápido que no te supo a nada ¿Hace cuánto no escuchas atentamente a alguien, sin preguntar o interrumpir? Hay personas tan ensimismadas que ya nada las sorprende. ¿Por qué? Porque no tienen tiempo, la prisa los está consumiendo. son esclavos de sus ocupaciones, así sean ocupaciones muy nobles o muy "espirituales".
Estamos tan dispersos, distraídos y tan ocupados, que si el Señor aparece en las nubes no nos damos por enterados. Nuestros ojos permanecen tanto tiempo clavados en el celular, que ya parece una extensión de nuestra mano, permanecemos tanto tiempo frente al computador o en nuestra herramienta de trabajo, que las horas se van pasando y al final del día estamos tan cansados que ya no disfrutamos nada.
El tiempo es un regalo de nuestro Creador, debemos encontrar sus propósitos para nosotros más allá del tic tac del reloj. Observa al Señor, querido (a) lector (a), en las pequeñas cosas de la vida. No vas a ver sus huellas dactilares, ni a escuchar sus susurros, si sigues como un ringlete de aquí para allá, si no paras de hablar tan solo por instante y si no dejas de rumiar esos pensamientos que te roban la paz.
Nuestro sabático es cuando reposamos en Dios y aprendemos a descansar en su agenda, en sus planes, en sus fuerzas, en sus obras y en su amor. Cierra tus ojos en cualquier hora del día y sé consciente de su presencia en tu vida y da gracias. Aprende a pasar cada día sin pasar nada por alto, presta atención a lo que te rodea, Dios puede hablarte no solo a través de Las Escrituras, puede mostrarse a través de alguien con quien te cruzas en la calle, en la letra de una canción, en una frase que alguien dijo por ahí, en una escena de una película o en la naturaleza, pero si estamos con prisa y demasiado ocupados no lo veremos, no lo escucharemos. Jesús pasó y no agarraste lo que quería mostrarte de Él mismo en ese instante, porque no tuviste tiempo, no prestaste la suficiente atención.
De niña, siempre fui muy organizada y disciplinada, mi mundo estaba roto y era un caos, pero yo tenía que tener el control del tiempo, de mi agenda, de mis planes, nada podía ser adjudicado al azar, yo tenía mis horarios para todo y si algo o alguien me interrumpía, estallaba en ira, rastrillaba los dientes, fruncía el ceño y mis ojos se ponían más verdes. Y, cuando comencé escribir, seguí con mi agenda y mis horarios, que ya no eran tan absurdamente rígidos; sin embargo, fui perdiendo muchas cosas y dejé mi descanso, quebranté mi sabático y perdí el propósito.
Así que, Dios me emboscó y cambió las reglas del juego. Estoy aprendiendo a tener un pequeño Sabbath cada día, al medio día, cuando saco a Tita. Me siento en el jardín y observo todo lo que veo, digo una que otra oración en voz baja, canto, hablo con Tita como si pudiera entender lo que le digo, a veces me encuentro con algún vecino y entablamos una conversación, y doy gracias por estar viva y por todo lo que Él ha hecho en mí. Y si alguien o algo me interrumpe a lo largo del día o en la semana, lo tomo como una bella interrupción de Dios, porque de qué me sirve tener mis manos en el teclado, si no estoy derramando mi vida por otros, si me estoy perdiendo de cosas y personas, y no estoy disfrutando un pequeño momento al día que nunca volverá.
Mira con asombro tu cotidianidad, querido (a) lector (a), no dejes de sorprenderte, encuentra lo extraordinario de Dios en lo ordinario de tu día. Halla sus huellas en tus circunstancias diarias, presta atención a los detalles y a lo que Dios te esta mostrado de Él, descansa en su amor, ese es el verdadero Sabbath. Dios desea tener contigo una relación viva. Tu descanso en Dios es saber que te ama y que está interesado en ti.
Necesitamos un corazón en reposo, como María de Betania. Ella se sentó a los pies de Jesús y se extasiaba con Él, muy a pesar de su enojada y atareada hermana Marta. Sin un corazón así, no podemos guardar el descanso en Dios; se necesita un corazón rendido a sus pies, para descansar de nuestras obras y de todo nuestro esfuerzo. Sí, Dios nos da manos diligentes para trabajar, como se las dio a Marta, pero desea que nuestro corazón sea como el corazón de María, que permanezcamos en su reposo mientras laboramos.
“Por consiguiente, queda todavía un reposo especial para el pueblo de Dios; porque el que entra en el reposo de Dios descansa también de sus obras, así como Dios descansó de las suyas. Hebreos 4: 9 - 10
Guardar el sábado no es un simple ritual, es una forma de vivir. Porque lamentablemente, la gente tomó un día a la semana para idolatrar ese día, para guardarlo legalmente, instituyendo reglas y perdiendo la realidad de su significado e importancia. Muchos observan religiosamente el día, pero en el camino se olvidan de la sustancia que es Cristo.
Como escribió Emily T. Wierenga:
El sábado es un gran cáliz rebosante de vino de abundancia. Es el Pan de Vida, partido y que colma para siempre.
Jesús es nuestro día de reposo, es el descanso de nuestra alma. Él observó el sábado muy diferente a los fariseos y fue acusado una y otra vez por esto, pero ellos no vieron a Jesús, no vieron que sus palabras y todas sus acciones venían del descanso en su Padre. Jesús no podía sanar un sábado, no podía recoger espigas, no podía liberar, no podía traer vida, pero ellos sí podían planear un asesinato en sábado. (Marcos 3: 1 – 6). Nuestro sabático se convirtió en un pan lleno de moho y en un vino agrio por causa de nuestra religiosidad y por la continua negación de nuestro corazón a descansar en Dios.
Cuando entregamos a Él nuestros planes, horarios, agenda, nuestro trabajo, nuestras labores diarias, nuestros compromisos económicos, las decisiones que debemos tomar y nuestro propio camino, nuestro corazón encontrará reposo y las fuerzas suficientes para la siguiente tarea. Rendirnos, nos enseñará a confiar en Él y a esperarlo, aunque se tarde. Dar gracias por todo, aun por las circunstancias dolorosas y difíciles del camino, nos hará descansar en la plenitud de su soberanía. Hay paz, libertad y gozo en el corazón que ha aprendido a reposar.
“Alma mía, en Dios solamente reposa; Porque de él es mi esperanza”. Salmos 62: 5
Hasta la próxima publicación.
A.L.
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