ENGENDRANDO NUESTROS ISMAELES Por Adriana Patricia
ENGENDRANDO NUESTROS ISMAELES
“Y Sarai, la mujer de Abram, tomó a Agar su
sierva egipcia, al cabo de diez años que había habitado Abram en la tierra de
Canaán, y la dio a Abram su marido por mujer. Y él entró a Agar, la cual
concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora” Génesis
16: 3 – 4
Hace algunos años, cuando estaba presentando una entrevista de empleo,
el que iba a ser mi jefe me preguntó cuál era mi mayor defecto. Lo pensé por
unos minutos, se me ocurrieron muchos, pero había uno que quizás predominaba en
toda mi personalidad, era la IMPACIENCIA.
Vaya respuesta, creo que Dios estaba esperando que me diera cuenta, porque
de ahí en adelante, comenzó a tratar mi impaciencia de una forma brutal.
Hoy estaba meditando acerca de esta experiencia de Abraham y Sara, el
Señor me estaba enseñando de este tema y trajo a mi mente y corazón todas las
impaciencias de mi vida que engendraron un Ismael. Cuando Dios mostró una a una
estas escenas, no pude más que reconocer
mi insuficiencia y llorar, porque me apresuré muchas veces y no esperé al Señor
y de ahí nacieron los Ismaeles que trajeron muchos dolores de cabeza a mi vida.
Engendrar a Isaac no fue nada fácil para Abraham, él tenía que ser
probado en esta área. Para ser usados por Dios y ser útiles en Su Reino debemos
ser probados en gran manera. Abraham debía ser probado en esa larga espera, debía
engendrarlo por medio de Sara y no de Agar, debía esperar hasta los cien años
(Cien tiene que ver con el número de la elección de Dios de Gracia, los Hijos
de la Promesa) y nació Ismael cuando él tenía 86 años, es decir que se adelantó
14 años al propósito de Dios para su vida.
Dios tiene que probarnos, tiene que llevarnos a muchos hornos de fuego
antes de ser usados por Él, debe quebrantar nuestro yo y la carne en nosotros, porque
si eso no sucede, un yo no quebrantado nos dará muchos problemas; tenemos que
ser probados como individuos y como Iglesia y eso cuesta. Nuestra fe en Él debe
ser puesta a prueba día a día, minuto a minuto en nuestras vidas.
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis
en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe, obra paciencia. Y la
paciencia consuma la obra, para que seáis perfectos y enteros, sin faltar en
alguna cosa” Santiago 1: 2 - 4
Abraham creyó al Señor, sin embargo, se IMPACIENTÓ.
Qué difícil es aprender a esperar en las promesas
y en los tiempos de Dios, por lo tanto, damos a luz muchos Ismaeles en nuestras
vidas, que se convierten al final en tormento para nosotros. Mi impaciencia de años atrás, dio a luz Ismaeles en el ministerio,
en mi vida sentimental y en tantas otras
áreas; estos Ismaeles que se engendran y nacen, no solo afectan nuestras vidas sino la vida de
los demás; decisiones mal tomadas pensando que están correctas porque nos
parecen buenas a nuestros ojos o quizás a los ojos de los demás y creemos que a
Dios también le parecen “buenas” o creemos que son la voluntad del Señor, sin tener en cuenta que antes de cualquier cosa
que Dios haga con nosotros tiene que usar la cruz una y otra vez en nuestras
vidas como cuchillo que corta lo que no sirve, Dios tiene que quebrantar nuestro hombre natural para ser
usados como vasos de honra para Él , Dios tiene que probarnos a través de muchas
circunstancias.
Cuántas decisiones son tomadas en nuestra vida apresuradamente, no solo
en el servicio al Señor o en nuestro llamado o ministerio, sino en las decisiones
de la vida diaria, decisiones que nos hacen tomar el camino fácil para huir de
la larga espera en que nos pone el Señor, y tomamos a Agar y dejamos a un lado a
Sara porque el tiempo “apremia”, según nosotros. Todo porque nos da la impaciencia
y queremos ayudarle a Dios.
Cuando vemos cada prueba, cada horno de fuego, cada cincelada de Dios,
entendemos por qué la prueba de nuestra fe produce paciencia, y una paciencia
que no le tuerce el brazo a Dios, porque no es a nuestra manera sino a la manera
de Él. ¿Le creemos a Dios? Sí, le creemos; ¿Le amamos? Sí, con todo el corazón,
pero no entendemos que creerle al Él es cesar de nuestras actividades y
aprender a esperar que Él obre a Su manera y en Su tiempo,
“En tu mano están mis tiempos” Salmo 31: 15 a
Debemos poner el freno y creerle al Señor, quedarnos quietos de
nuestras “buenas” obras creyendo que le ayudamos al Señor, porque quizás creemos
que Él está lisiado y necesita de nuestra ayuda.
“Porque el que ha entrado en su Reposo, también
él ha reposado de sus obras, como Dios de la suyas” Hebreos 4:10
Debemos Descansar, Reposar, Esperar con paciencia, no tenemos que ayudarle en nada; cuando Dios
le habló a Abraham, él quiso ayudarle a Dios porque se estaba tardando. Él no
necesita que le ayudemos a cumplir Su voluntad en nosotros, a Él no le queda
grande nada, pero a nosotros si nos queda grande aprender a tener la paciencia necesaria,
por eso la prueba es enviada para que aprendamos a esperar y reposar en el Señor
a pesar de la larga espera, porque cuando le metemos la mano a lo que es del Señor,
simplemente FRACASAMOS y lo he visto
en mi vida y en la vida de muchos de mis hermanos a los largo de estos años.
No debemos ir engendrando Ismaeles por doquier, por esa fea costumbre
de estar queriendo ayudarle a Dios. Nos parecemos a esos caballeros que van engendrando
hijos por todos lados, le dan a cada hijo una madre distinta. Así nos pasa a nosotros
cuando metemos nuestras manos en los asuntos de nuestro Padre; es como cuando uno está
haciendo una deliciosa receta y alguien viene y mete la mano, y hace que se
pierda esa comida, ya no sirve y hay que botarla a la basura.
Si lo que hacemos para Dios nace de nuestro esfuerzo, seguramente nacerá un Ismael.
Todo debe nacer de Su corazón, todo viene de nuestro Padre que está en los
cielos, todo nace de Él y regresa a Él, nada debe nacer de nuestras “buenas” y
maravillosas” ideas o intenciones. Todo se origina en el Señor y nada en nosotros.
Lamentablemente Ismael nació de Abraham, no de Dios.
A veces hacemos cosas que nacen de nuestro yo, un yo que no ha sido
quebrantado y llevado al madero de Cristo y nos mete en problemas; es
importante que nos demos cuenta que todo debe proceder de Él, para que lo que
hagamos tenga valor espiritual y eterno, la limpieza de la obra procede del
Señor, no de nuestro mañoso yo.
Que el Señor nos ayude a darnos cuenta de nuestra impaciencia y nos enseñe
a través de las pruebas a esperar el cumplimiento de Sus propósitos en nuestra
vida, no sea que sigamos engendrando Ismaeles lo que nos resta de vida en esta
tierra.
“No
perdáis pues ésta vuestra confianza, que tiene remuneración de galardón; porque
la paciencia os es necesaria, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis
la promesa. Porque aún, un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Mas el justo vivirá por la fe; mas el que se retirare, no agradará a mi alma”
Hebreos 10: 35 - 38
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