ACEPTANDO LA VOLUNTAD DE DIOS Por David Wilkerson

Debo reconocer delante de los lectores de este blog, que la primera vez que leí esta hermosa enseñanza hace como unos cinco años, me produjo un fuerte dolor estomacal, es una de esas enseñanzas que causa el dulce sabor en la boca, pero que cuando Dios la hace vida en ti se vuelve amarga en tu vientre. Pero cuando abrazamos la voluntad de Dios por amor a Él, el panorama espiritual de nuestra vida cambia. Los invito mis amados lectores a nutrirse con esta enseñanza y que el Señor la haga vida en cada uno de sus corazones. 


¡Aceptando la voluntad de Dios!

Por David Wilkerson

Cada verdadero seguidor de Jesucristo dice que quiere hacer la voluntad de Dios. Pero la mayoría de los cristianos piensan que la voluntad de Dios es algo que se le impone – algo de mal gusto y difícil, lo cual están obligados a hacer.

Yo creo que la perfecta voluntad de Dios es un asunto de gran importancia para todos aquellos que dicen amar al Señor. Y existe una vasta diferencia entre someterse a la voluntad de Dios y aceptar su voluntad.

Someterse significa “sujetarse a” o “rendirse a condiciones impuestas.” A menudo, uno piensa en someterse en términos de castigo o disciplina. Por ejemplo, el gobierno de Irak fue obligado a someterse a condiciones de castigo por las Naciones Unidas. Los iraquíes no aceptaron esta disciplina impuesta – más bien, se sometieron a ella.

Tristemente, muchos cristianos ven la voluntad de Dios de esta manera. Se imaginan a Dios como demandando que se rindan a un grupo de reglas y condiciones: “¡Hazlo a mi manera, o te desamparo!”.

¡Cuán equivocados están! Cuan diferente de nuestro hermoso Salvador es esta manera de pensar. ¡Lo cierto es, cuando un creyente conoce la gloria de hacer la perfecta voluntad del Señor, él la aceptará con gozo y esperanza! Aceptar significa, “tomar, como en los brazos” – presionar a tu pecho como en una expresión de amor y afecto. Sin embargo, el triste hecho es, muy pocos cristianos aceptan la perfecta voluntad de Dios.

Quizás estés pensando, “La perfecta voluntad de Dios me ha pasado por alto. Mi vida es una casualidad – no tiene forma ni orden.” ¡No!, Puedes estar seguro que Dios tiene un plan y voluntad absoluta y perfecta para cada uno de sus hijos. Él no deja ninguna vida a la casualidad. De hecho, Él quiere ordenar cada uno de tus pasos todos los días de tu vida aquí en la tierra. ¡Y Él desea que tú entres en Su plan y voluntad para ti hoy!

La hermosa voluntad de Dios no es solamente para ministros o santos profundamente espirituales, sino para todos sus hijos. El Nuevo Testamento nos exhorta: “para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las pasiones humanas, sino conforme a la voluntad de Dios.” (1 Pedro 4:2). “os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo Él en vosotros lo que es agradable delante de Él…” (Hebreos 13:21). 

Los apóstoles tuvieron un solo deseo para todas las iglesias – que cada miembro supiera la voluntad perfecta de Dios para sus vidas y la aceptara. Pablo escribió acerca de un hermano llamado Epafras: “el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo. …Él siempre ruega encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere.” (Colosenses 4:12). Epafras sabía que Dios tenía una voluntad especial para cada uno en la congregación. Y él sabía que si ellos entraban en la voluntad del Señor, encontrarían gozo, éxtasis y cada una de sus necesidades suplidas.

Es muy fácil para cualquiera decir, “¡Si, yo quiero la perfecta voluntad de Dios en mi vida!” Pero lo cierto es, que ningún creyente entra a su voluntad sin una gran lucha. La perfecta voluntad de Dios es aceptada o abrazada solo en Getsemaní – y Jesús nos dio el ejemplo.



¡Simplemente no puedes aceptar la voluntad
de Dios hasta que mueras a toda voluntad propia!



Fue profetizado de Jesús desde el principio que Él vendría a la tierra por un propósito eterno: a cumplir la voluntad del Padre. “He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí” (Hebreos 10:7).

Cristo le dijo a sus discípulos: “… porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió.” (Juan 5:30). “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.” (4:34). “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” (6:38).

No hubo un momento en la vida de Jesús cuando Él no estaba consciente que su propósito en la tierra era hacer la voluntad del Padre. Esto debe ser cierto de nosotros también – que en cada hora del día busquemos hacer su voluntad. El hecho es, que ya no nos pertenecemos; fuimos comprados con un precio. ¡Y como Jesús, fuimos creados para hacer la perfecta voluntad del Padre!

Pero, no importa cuán espiritual seas o cuánto tiempo hayas caminado con Jesús, llegará un tiempo cuando tengas que decidir una vez por todas cual voluntad prevalecerá en tu vida: la tuya – o la del Padre. Jesús tuvo que enfrentar esa hora. Él sabía que tenía un llamado eterno y divino. Pero Él también era humano - ¡y fue probado grandemente! Cuando llegó esa hora para Cristo, Él vio ante sí el doloroso precio de aceptar la perfecta voluntad del Padre. Significaba caminar directamente a las mandíbulas de la muerte – a un dolor indescriptible y desconocido – y Él se puso “Mi alma está muy triste, hasta la muerte;” (Mateo 26:38). “Lleno de angustia… y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” (Lucas 22:44). ¡La misma carne de Jesús comenzó a temblar!

Pero cuando Él se levantó de esa lucha, su alma fue inundada de éxtasis. Había algo en Él de gloria eterna – porque algo fue arreglado: ¡Su propia voluntad quedó muerta para siempre!

Nuestro Señor fue a la Cruz con pleno gozo – porque Él ya estaba muerto. Él murió a todo lo que era su humanidad. Y Él pudo decir, “Padre, no vine aquí a vivir una vida fácil. Vine a entregarme para ti. Ahora enfrento el precio - ¡y lo acepto!”

Jesús se aferró a la voluntad del Padre con un afecto que lo levantó por encima de todos los sufrimientos que le esperaban. Ningún hombre o demonio lo podía tocar. ¡Y ahora el anticipaba ansiosamente la gloria que sería de su Padre!



Si nosotros hemos de ser como Cristo,
también tendremos nuestro Getsemaní
cuando seamos enfrentados a movernos
a la perfecta voluntad de Dios.



Puedes haber testificado por años: “Estoy aquí en la tierra solamente para hacer la voluntad de Dios. ¡Obedeceré!” Pero entonces un día llegas cara a cara con una crisis de vida o muerte más allá de cualquier cosa que hayas conocido. Es un lugar donde escoger la voluntad de Dios puede ser la decisión más dolorosa y difícil que hayas enfrentado.

Al final tienes tres opciones:


1. Puedes correr.
2. Puedes hacer nada, y seguir el camino de la voluntad propia.
3. O puedes hacerlo a la manera de Dios, la manera difícil – el camino de la muerte.

La manera del Señor casi siempre parece dolorosa y sin esperanza. Y aceptarla puede significar morir a todo lo que esperabas en la carne. Permíteme darte dos ilustraciones de la vida real:

Una vivaz joven inglesa fue llamada a ser misionera. Ella le había entregado el corazón totalmente al Señor - ¡y ella estaba llena de ambición por Jesús! Ella dirigía un pequeño grupo de oración y trabajaba con los desamparados. Y como la mayoría de las muchachas de su edad, ella esperaba encontrar un joven espiritual para casarse – alguien quien compartiría con ella su carga por los perdidos. Ella testificaba a amistades y a Cristo que estaba preparada para “hacer la perfecta voluntad de Dios, ¡sin importar el precio!

Llego el día cuando ese deseo fue probado. Ella sólo era una jovencita - ¡y el Espíritu Santo le dijo que tomara un barco y se fuera al Oriente!

Cayó de rodillas: “¿Señor, y que acerca del esposo – una cobertura espiritual para mi ministerio? ¿Y qué me dices de todos los impíos en Inglaterra que te necesitan? ¿Y todas mis amistades y nuestras maravillosas reuniones de oración? ¿Estoy supuesta a tomar la maleta e irme – sin conocer a nadie, ni siquiera el idioma?”

Ella estaba enfrentando la voluntad de Dios – lo desconocido. Pero ella sabía que el Espíritu había hablado, y su voluntad fue claramente revelada: “Ve – ¡y yo iré contigo!”

¡Ella tuvo su experiencia Getsemaní! Y antes de levantarse de la oración ella murió – a toda su ambición, su iglesia y amistades, a toda comodidad y voluntad propia. ¡Gozo llenó su corazón!

Subió al barco y les dio un beso de despedida a sus amistades. Ella cruzó la raya: ¡La voluntad de Dios a cualquier precio! Cuando el barco llegó a Hong Kong, Dios le dijo que se bajara – y ella lo hizo, sin conocer a un alma.

Eso sucedió hace quince años, hoy Jackie Pullinger es la madre espiritual de literalmente cientos de drogadictos y personas atribuladas en los barrios pobres de Hong Kong. Ella está casada con Jesús y es una verdadera hija de Sión. Ella conoce el éxtasis de estar en la perfecta voluntad del Padre - ¡un éxtasis que nunca la dejó desde que se montó en el barco!

Una mujer llamada Amanda Smith vivió hace más de un siglo – una mujer cuyo corazón estaba puesto en Dios. Ella era una humilde sirvienta negra y una guerrera de oración. La gente sentía la presencia de Jesús alrededor de ella.

Dios le mandó un maravilloso y amante esposo a esta joven mujer, quien ministró con ella. Amanda era misionera de corazón – le encantaba viajar, y ganaba gente para el Señor dondequiera que iba. Pero entonces comenzó la Guerra Civil, y al esposo de Amanda lo mataron.

Amanda lloró. Pero siguió entregándose completamente a la oración y el servicio a los demás. Con el tiempo, ella comenzó a sentirse sola. Ella comenzó a orar, “Señor, mándame un esposo piadoso – uno que comparta mi carga de viajar y ministrar.

Un día ella conoció a un hombre que aparentaba ser todas esas cosas. Él era un pastor laico Metodista quien dijo que iba a ser ordenado como corredor de circuito. Amanda oró, Oh, Señor, gracias - ¡este es el hombre!”

¡Pero Amanda no llevó el asunto a Getsemaní!, Ella no buscó al Señor por su perfecta voluntad. Muy adentro, ella temía que Dios dijera que no – y ella quería casarse con él. Amanda nunca murió a su propia voluntad – y ella tomó las riendas. Ellos se casaron – y dentro de tres semanas Amanda se dio cuenta que había perdido la voluntad de Dios. Su esposo no era un hombre de oración – él había estado actuando para ganar su corazón. Luego, el confesó que no iba a ser ordenado. ¡Él dijo que sabía que ella no se hubiera casado con él, sí le decía la verdad!

Con el tiempo, el dejó a Amanda y se deslizó. Ella pasó el resto de su vida sola. Pero todo lo que hizo desde ese momento, lo llevó a Dios, muriendo a su propia voluntad – ¡y fue grandemente bendecida! El Señor la dirigió perfectamente todos sus días. Ella fue usada poderosamente como una predicadora de santidad. ¡Amanda Smith había hallado el éxtasis en la perfecta voluntad de Dios!



Si la voluntad de Dios no es aceptada
gozosa y obedientemente, ¡algo
horroroso sucede!



Entra el endurecimiento – la vida pierde su sabor, y todo muere. A esto se refería Jesús cuando dijo: “Acordaos de la mujer de Lot.” (Lucas 17:32).

Ahora, era la perfecta voluntad de Dios castigar y destruir Sodoma y Gomorra. Y fue su misericordiosa voluntad llevar a Lot y su familia a lugar seguro. ¡Si los ángeles no los hubieran tomado de la mano y arrastrarlo de allí, se hubieran perdido! Pero la esposa de Lot no se convirtió en un pilar de sal simplemente porque miro atrás. Estoy seguro que Lot y sus hijas no pudieron evitar mirar atrás sobre tal holocausto.

No – lo que Jesús estaba diciendo acerca de la esposa de Lot va más profundo. Ves, ¡ella estaba enojada con Dios! En su corazón, ella estaba casada con su casa, su familia, su círculo de amistades – y Dios se estaba llevando todo. ¡Ella no deseaba la perfecta voluntad de Dios si significaba perder todas esas cosas!

La escuchó llorando: “¡Dios no es justo! Todo estaba yendo tan bien. Mi bella cocina, mis bellos platos – nada de eso era pecaminoso. Yo era una buena madre. Nuestras cenas los domingos eran tan maravillosas. ¿Por qué me estas quitando todo?”

En ese momento, en su ira, su corazón se hizo de piedra. La amargura la consumió. Y Jesús estaba diciendo de ella, “Cuando estas casado con cosas y no sales de Sodoma, una dureza entra a tu vida. Serás como una estatua sin vida, muerto por dentro – ¡porque las cosas se han apegado a tu corazón!

La mujer de Lot no solo perdió la voluntad de Dios – incluyendo un nuevo comienzo, con paz y propósito – ¡sino que también perdió todos sus sueños y ansias terrenales! ¡Todo se hizo humo!



¡Hacer la voluntad de Dios puede requerir
caminar directamente en la cara del horno ardiente!



Considera los tres jóvenes hebreos Sadrac, Mesac y Abed-nego. Eran hombres jóvenes en la flor de su vida: líderes de provincias, teniendo autoridad, expertos en lingüísticas.

Su meta era llevar las leyes hebreas de moralidad a su sociedad impía. ¡No se puede contar que sueños ellos compartían por la gloria de Dios!

Pero fueron mandados por decreto a adorar un ídolo con el resto del pueblo. Ellos fueron advertidos: “Ustedes tienen veinticuatro horas. ¡Si no se postran al sonido de la trompeta, serán echados en el horno que ha sido calentado siete veces más!”

La voluntad de Dios estaba muy clara para ellos: ¡no era posible que se postraran! Pero allí estaban, tres jóvenes brillantes – enfrentando la muerte de todo lo que conocían.

Por supuesto que tenían opciones. Ellos pudieron decir: ¡Postraremos solo nuestros cuerpos – pero no nuestros corazones!”

O pudieron escapar. Ellos tenían guardias armadas a sus órdenes, los mejores caballos árabes a su disposición. Ellos tenían todo el dinero que necesitaban en sus manos, en la tesorería nacional. Y había lugares seguros en países cercanos.

Pero Sadrac, Mesac y Abed-nego no hicieron ningunas de estas cosas. Al contrario, ¡creo que vigilaron en oración! No hubo una sola duda de compromiso esa noche – porque todos hicieron lo que Jesús hizo: ¡Tuvieron su Getsemaní!

Murieron a su propia voluntad – a todas sus habilidades, a su futuro en el gobierno, a todos sus planes piadosos. ¡Y en el momento en que murieron esa noche, sus corazones fueron llenos de éxtasis! Abrazaron la voluntad de Dios, amándola – nunca la soltarían. Ellos dijeron, “¡Oh, Dios, enfrentaremos lo que sea! Tú eres capaz de librarnos de esto – pero aunque no lo hagas, ¡con gusto pasaremos por ello!”

Ellos no resistieron cuando los soldados vinieron a la mañana siguiente y los ataron de manos y pies. Más bien, yo creo que mientras esos jóvenes eran llevados al horno, cantaron alabanzas a Dios - ¡porque habían entrado al éxtasis de su perfecta voluntad!

Amado, detente y mira las llamas ardientes y blancas de ese horno calentado siete veces: ¡Así es exactamente como se ve cuando miras atentamente a la perfecta voluntad de Dios! Es miedoso, espantoso y doloroso para la carne, sin ninguna promesa de aplazo. Solo hay una invitación: “¡Entra!”

Sin embargo, cuando esos tres hombres hebreos fueron echados en el horno, ¡ya ellos estaban muertos! Muertos a la ambición, muertos al gozo de escuchar los mensajes proféticos que Daniel había compartido, muertos a cualquier pensamiento de esposas e hijos, muertos a toda esperanza y sueños. Sólo una cosa les importaba: ¡Obedecer la Perfecta Voluntad de Dios!

Cuando abrazas gustosamente la voluntad de Dios – cuando realmente has muerto al yo – algo es librado en tu corazón que nadie puede explicar o darte. Te pone más allá del alcance de los hombres y los demonios. ¡Pero no es soltado hasta que entres al horno!



¡Una gloria maravillosa espera al alma
que abraza la voluntad de Dios!



La puerta del horno representa cruzar al otro lado, a la perfecta voluntad de Dios. En este lado de la puerta hay un ejército de enemigos que se mofan, visiones de dolor y sufrimiento. Los demonios te gritan: ¡Dios no espera esto de ti! Él te ama. ¿No dijo Él que te daría los deseos de tu corazón? ¡Te has convertido en un fanático!”

Pero una vez que cruzas la línea y abrazas la voluntad de Dios, sucede algo increíble: ¡Jesús se manifiesta en tu vida!

Cuando los jóvenes hebreos estaban dentro del horno, Jesús estaba esperando allí. Él no se reveló inmediatamente – porque primero ellos tenían que decidir abrazar Su voluntad. Pero cuando ellos la abrazaron y murieron a su propia voluntad, Jesús se les manifestó. Y lo que ellos pensaron que eran carbones dolorosos se volvieron en pastos verdes y brisas suaves – ¡porque Jesús había ido antes que ellos!

En el mismo momento que entras al horno – cuando cruzas al otro lado y abrazas la voluntad de Dios – darás la vuelta y verás a Jesús. Él estará allí en una manifestación, que no podrás tener de ninguna otra manera.


Querido santo, no temas entrar al horno. Mientras tengas la paz de Jesús y la perfecta voluntad de Dios, puedes soportar cualquier cosa, en cualquier lugar, en cualquier momento. Puede que tus circunstancias no cambien – ¡pero tú cambiarás! Jesús llenará tu alma de gozo y sanará todas tus heridas y dolor. Tu vida será llena, bendecida - ¡porque Él será todo para ti!


No tienes que correr. Solo necesitas mirarlo a Él – y abrazar su perfecta voluntad para ti. Y Él te dará su gozo abundante y grandioso en medio de tu presente prueba ardiente. ¡Aleluya! 

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