¿NEGOCIANDO CON DIOS? Por Adriana Patricia
¿NEGOCIANDO CON DIOS?
“Y
he aquí, yo soy contigo, y yo te guardaré por dondequiera que fueres, y yo te
volveré a esta tierra; porque no te dejaré hasta tanto que haya hecho lo que te
he dicho” Génesis 28:15.
Estas preciosas promesas las
hizo Dios a la vida de Jacob, cuando aún él era carnal, cuando su vida
del alma no había sido aniquilada, estaba huyendo de Esaú y rumbo a donde su tío
Labán.
El Señor ve no solo lo que debe hacer
con nosotros, sino ve cuál será el resultado final, porque Dios lo que comienza lo
termina y Él no descansará hasta que haya formado a Su Hijo en nosotros y nada
de Adán quede en nuestras vidas. Él que comenzó la obra en nosotros, la
perfeccionará “Confiando de esto: que el
que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesús
el Cristo” (Filipenses 1:6).
Dios nunca se equivoca, nosotros
no somos confiables, Él si lo es; confiamos en Su fidelidad y en ella está
puesta nuestra esperanza, porque si fuera por nosotros, ya habríamos claudicado
hace bastante tiempo.
En este punto comenzó Jacob
a padecer, comenzaron los tratos de Dios para hacer de él un vaso útil
en las manos del Señor, el Señor iba a pasar Su espada bien afilada por su naturaleza
astuta y suplantadora para hacer de él conforme al propósito eterno del Señor.
En Bet-el Dios le dio un sueño
a Jacob y le dijo que era el Dios de Abraham y de Isaac, que la tierra donde
estaba acostado se la daría a él y a su simiente, y que su simiente sería como el
polvo de la tierra y lo multiplicaría, y que todas las familias de la tierra serian benditas
en él y en su simiente (Génesis 28: 13 – 14). ¡Qué promesa tan maravillosa! Sin
embargo, al otro día se despertó un tanto asustando y se le olvidó tan maravillosa promesa.
El conocimiento que Jacob tenía
del Señor en ese momento era muy pobre, muy limitado; es por eso que Dios tiene
que llevarnos al final de nuestra propia vida, porque si no, no podremos saber realmente
quien es Dios; después que Job fue tocado en la fuerza de su alma pudo decir: “De
oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42: 5). Antes de pasar por
el quebrantamiento de nuestra vida solo tendremos un conocimiento superficial
del Señor, un conocimiento que se basa según nuestro propio pensamiento,
elaboramos a Dios según nuestras propias imaginaciones.
Pero, el Señor le dijo: “He aquí
yo estoy contigo”, ¡qué maravilloso!, a pesar de todas las circunstancias por
las que el Señor tenía que pasar a Jacob, Dios iba a estar con él.
Sin embargo, Jacob
al otro día le dijo: “Si fuere Dios
conmigo” (Génesis 28:20), cuando leí esto solté una carcajada, porque así
somos en la vida de Jacob, Dios nos dice una cosa y nosotros salimos con otra,
ya Dios le estaba diciendo que estaba con él y él le dice: “Si fuere Dios
conmigo”.
También Dios le dijo que lo
guardaría por donde fuere y Jacob le dijo: “Y me guardare en este viaje donde voy” (Génesis 28:20), ya se lo había
prometido, en nuestras oraciones, Dios nos revela lo que hay en nuestro corazón,
Dios nos muestra lo poco que lo conocemos y lo mucho que debe obrar en nosotros.
Y luego dijo Jacob: “Y me diera pan para comer y vestido para vestir”
(Génesis 28:20), el niño mimado de mamá Rebeca estaba pidiendo cosas, ahí
mostró Jacob lo que en ese momento le interesaba “la comida y el vestido”, se parece
a nosotros ¿verdad?, por eso el Señor Jesús dijo: “Mas
buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas” (Mateo 6:33).
Cuando nuestras vidas no han
pasado por el madero de Cristo, ni han sido quebrantadas en nuestro yo, buscamos
todo lo que pertenece a nuestra satisfacción personal.
Jacob no vio el plan de Dios, solo quería lo material, lo que deleitara su
vientre y complaciera sus deseos.
Él fue un chico consentido
por su madre, tanto así que lo ayudó a robarse la bendición de Esaú; estaba
solo sin papá y sin mamá, y rumbo a lo desconocido. En ese momento solo le preocupaba
su bienestar; sin embargo, no somos diferentes, a mí personalmente me gusta la
historia de Jacob, porque así somos en nuestra naturaleza, por eso entiendo
ahora por todas las situaciones que Dios nos hace transitar para quebrantarnos.
Cuando emprendemos el viaje
con el Señor en este camino tan difícil, nos preocupa qué hemos de comer, qué hemos de vestir
y de la necesidad de tener un techo. No vemos más allá de las circunstancias y
de lo perecedero, no vemos el plan de Dios con nosotros, nos preocupamos por lo
temporal, mas no por lo eterno.
Jacob estaba realmente temeroso, con engaños
obtuvo la primogenitura, con engaños obtuvo la bendición y por causa de esto
ahora estaba en serios problemas y serios dilemas en la vida, ya se estaba dando
cuenta que desobedecer no era tan fácil y que todo en la vida tiene sus
consecuencias.
Luego dijo Jacob: “Para volver en paz a la casa de mi padre”
(Génesis 28:21), quería volver donde sus padres; y él
sería de lo más “generoso” y de lo más “bueno” con Dios, le daría a Dios el
diezmo de todo lo que Él le diera (Génesis 28:22). Jacob estaba tristemente negociando con Dios al estilo cristiandad siglo 21.
Él quería regatear con Dios,
pero al Señor no le importaba para nada su diezmo, el Señor quería usarlo para
otra cosa, por eso iba a causar los más grandes quebrantos en su vida para lograr
este objetivo; Jacob tenía mentalidad de negociante, era experto en trampas y
engaños, quería negociar con Dios por comida, vestido, bienestar y por estar de
nuevo en casa de papá y mamá. Él pensó que Dios le aplaudiría por darle el diez
por ciento de todo lo que le diera.
Así negociamos con Dios mis
queridos amigos, de pronto ustedes no, pero yo si quise en el pasado hacer canjes
con Dios muchas veces y, ¡cuánto me costó aprender esta lección!, nosotros
también somos buenos comerciantes. ¡Cuánto nos falta!
Muchos en estos tiempos
llevan sus diezmos y pactos a las iglesias para hacer intercambios con el
Señor, los mueve el deseo de su corazón que no ha sido rendido a Cristo, negociamos
para satisfacer los deseos de nuestra alma, por eso Dios tiene que enseñarnos grandes lecciones de sus caminos, el Señor no está interesado
en nuestro dinero, Él está interesado en formar a Cristo en nosotros para que
seamos instrumentos en las manos de Él.
¿De qué nos sirve dejar
nuestros recursos en las congregaciones o en Su obra, si la vida de Cristo no
ha sido forjada en nosotros?, eso es madera y hojarasca que se quema, porque lo
que no hace Cristo dentro nosotros por muy bueno que sea, no vale de nada, la
obra la hace Él y es lo único que acepta el Padre.
Él quiere llevarnos a la
madurez, a la plenitud del Hijo de Dios, por lo tanto, va a quebrantar estas
vasijas de barro que somos, una y otra vez, hasta hallar el verdadero fruto en
nosotros.
Así que, por mucho que deseemos intercambiar ayunos, diezmos, pactos, promesas, actividades religiosas y demás,
no lo vamos a lograr, porque no es a nuestra manera, sino a la manera de Él.
Dios hace su voluntad y no necesita de nuestros negocios para llevar a cabo Su
obra, la obra del Espíritu Santo en nosotros no se lleva a cabo por lo que le
demos al Señor, sino más bien por lo que perdamos delante de Él, perder la vida de
nuestra alma; Dios es el que cumple Su promesa, en Su tiempo y bajo Su voluntad:
“Bendito el Dios y Padre del Señor
nuestro Jesucristo, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en bienes
celestiales en Cristo, según
nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos
santos y sin mancha delante de él en caridad; el cual nos señaló desde antes el
camino para ser adoptados en hijos por Jesús, el Cristo, en sí mismo, por el
buen querer de su voluntad,
para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el
Amado; en el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las
riquezas de su gracia, que sobreabundó en nosotros en toda sabiduría y
prudencia, descubriéndonos el misterio de su voluntad, por el buen querer de su voluntad, según lo que se ha propuesto en sí mismo” (Efesios
1: 3 – 9).
Por Su voluntad se cumple Su propósito en nosotros y así se dispuso
antes de la fundación del mundo. No necesitamos negociar con Dios, no necesitamos
hacer trueques con Él. Todo lo que demos a la obra del Señor debe nacer del
corazón de Dios, debe nacer de Sus motivos, no de los nuestros. Todo lo que
proviene de Cristo es olor fragante para el Padre, pero lo que viene de nuestra
naturaleza en Jacob no satisface el corazón de Dios.
Esta fue la primera vez que
Dios habló con Jacob y después de veinte años y de mucho trato con él,
llegaría a ser el instrumento en las manos del Señor que Dios quería.
Que
el Señor abra nuestro entendimiento a esta verdades espirituales y nos permita
entender que no es por nosotros o por lo que hagamos o dejemos de hacer, todo
es por el Señor, que corte de raíz en nuestras vidas la costumbre de querer
manipular a Dios a través de negociar con Él. Que el Señor siga quebrantando la
vida de Jacob en todos nosotros los que caminamos como peregrinos en esta
tierra.
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