TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL Por Adriana Patricia


“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó el pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el Nuevo testamento en mi sangre; haced esto todas las veces que bebieres, en memoria de mí” 1 Corintios 11: 23 – 25.

Cuando andaba en la religión católica, antes de los 10 años, mi más grande deseo era hacer la primera comunión, para poder probar esas obleitas que se pegaban al paladar y que te decían que eso era Cristo.

Luego en la iglesia evangélica a los 11 años, quería probar esos panecitos tan delicadamente elaborados y ese jugo de la uva, pero no me dejaban hasta que no hiciera mi curso de bautizo y me bautizara. Inmediatamente comencé mi curso, con el único objetivo de poder degustar esos deliciosos panecitos que veía repartir el día de la Santa Cena en la escuela dominical.

Cuando por fin pude comerlo, ¡me supo a gloria!, pero, sentí que no hizo nada de lo que el pastor decía que debíamos sentir, antes me sentía culpable cada vez que lo comía, porque sabía que en la semana había dicho por ahí una que otra mentira en el colegio y el predicador decía que si habíamos pecado, juicio comíamos y bebíamos, y que por esto muchos dormían, ¡vaya que si me preocupaba el morirme tan niña! solo por querer comer ese delicioso pancito con jugo de uva; yo amaba al Señor con mi corazón de niña pero no entendía nada de lo que me decían.

Cuando pasaron los años el Señor comenzó a enseñarme lo que realmente significaba este versículo tan maravilloso registrado en las Escrituras. Nunca me imaginé el gran significado que esto guardaba, más allá del panecito bien horneado y el juguito delicioso de uva. 

Dice Génesis 2:9 “También había hecho producir el SEÑOR Dios de la tierra todo árbol deseable a la vista, y bueno para comer, y el árbol de vida en medio del huerto…” Génesis 2:9.

Este árbol de vida representa a Cristo, la Vida de Él; es un árbol que produce fruto. Porque Cristo es Vida; estando muertos en nuestros delitos y pecados nos dio vida juntamente con Él, nos trajo salvación, por gracia fuimos salvos. Y esto nos llevó de nuevo al Padre, Jesucristo es el único intermediario entre Dios y los hombres. Él es el Camino (Porque no hay otro para llegar al Padre), es la Verdad absoluta (la verdad no es un conjunto de creencias, es una Persona) y es la Vida. Ver Efesios 2 y Juan 14: 6.

“en el medio de la plaza de ella, y de un lado y del otro del río, el árbol de la vida, que lleva doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol son para la sanidad de los gentiles” Apocalipsis 22:2.

Pero ahí no termina todo; cuando hemos llegado a ser parte de la familia de Dios, la labor maravillosa del Espíritu Santo es formar a Cristo dentro de nosotros, y para esto debe quebrantar toda la vida de Adán en nuestras vidas, toda la vida de Jacob debe morir, para así, ir forjando a Cristo dentro de nosotros y lo que refleje nuestro carácter, sea lo que vamos asimilando de Cristo. El fruto del Espíritu no son virtudes, sino es un Fruto que Él produce en nosotros, a medida que va aniquilando nuestra vida natural y va formando a Jesús dentro de nuestro interior. Es decir, el Fruto es Cristo. La vida del alma debe ser quebrantada para reflejar solo la vida de Cristo.

El fruto se hizo para comer, ¿verdad? se come y se digiere. ¿O usted se come una deliciosa manzana para mascarla y luego escupirla? La vida de Cristo no solo la comemos, sino que la digerimos, para hacer de ella nuestra vida. Y esta maravillosa labor la hace el Espíritu Santo dentro de nosotros, es una labor de Él, no es nuestra, no es por lo que hagamos o dejemos de hacer, solo nos rendimos a Su trabajo interno y maravilloso de formar a Jesús dentro de nosotros. El Padre no nos dio nada aparte de Cristo.

Cristo no es una doctrina más ni alguna creencia ni una religión, no hay otro nombre en cual podamos ser salvos, sino en Cristo. Todo lo que nos hace falta en la vida es Cristo, es Él nuestra satisfacción, aparte de Jesús, el ser humano nunca podrá sentirse completo y satisfecho, porque Él lo es todo.  No hay nada más fuera de Cristo, no son dones lo que necesitamos, es a Cristo, no son virtudes, no son frutos, es el fruto y el fruto es Él. 

“Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los hijos; bajo su sombra deseé sentarme, y su fruto fue dulce a mi paladar” Cantares 2:3.

Cristo es ese fruto dulce a nuestro paladar, es esa comida y bebida que nos llena y nos satisface, es comerlo y beberlo a Él. Es llenarnos de Cristo, Él es lo único que podemos necesitar y desear. Es apropiarnos de Su plenitud. Este el fruto que comemos. No es esta pequeña obleita o este pancito, es a Cristo; sin embargo, podemos leer la biblia y practicar por años el cristianismo, pero no haber comido ni asimilado a Cristo. Muchos no le han permitido al Espíritu hacer esta labor maravillosa de formar a Jesús en ellos, ¿Por qué? porque no han permitido el quebrantamiento en sus vidas.

Practicamos la religión y sabemos las doctrinas de memoria, somos expertos teólogos, pero no somos el reflejo de Cristo, Cristo no ha sido nuestra comida ni nuestra bebida, hemos comido tal vez Su vida, no obstante, no la hemos digerido.

Las mujeres en la India cuando quedan viudas son despojadas de todo, se les despoja de sus coloridos trajes y se les viste de blanco, son despojadas de sus zarcillos, sus pulseras, su maquillaje, y son echadas a los guetos de Varanasi, ¿por qué? porque perdieron su luz, su gloria, que era su marido, fueron despojadas de su nombre. No valen y quedan en profunda soledad y vulnerabilidad hasta su muerte.

¿Es duro?, sí, mucho, injusto, pero ese será otro tema de otro artículo; cuando somos despojados de Cristo no somos nada, porque nuestra belleza es Cristo, todo lo que tenemos es Él, si somos despojados de Él no nos queda nada y lo perdemos todo. Nuestro esplendor no es nuestro, es Su luz brillando en nuestro interior; no tenemos amor, gozo, paz, ni mansedumbre ni templanza, tolerancia ni benignidad ni nada porque todo esto es Cristo y si no lo tenemos a Él, no tenemos nada de esto. Si nuestro amado muere dentro de nosotros, somos como aquellas viudas despojadas de todo, por tener la nada. 

Nuestra comida es Él, Él es el fruto que debemos comer, saborear y digerir; y no solo que sea dulce a nuestro paladar, sino que sea amargo a nuestra vieja naturaleza, para que Cristo la destruya.

El Señor en Apocalipsis nos habla que la Nueva Jerusalén será de oro, porque todo proviene del Señor; también nos dice que sus fundamentos serán de piedras preciosas, ¡wow, que gran verdad revelada! Las piedras preciosas se forman en la corteza de tierra, algunas están asociadas a alguna roca; y, ¿quién es nuestra roca hermanos?, pues es Cristo.

Por la labor del magma en un intenso calor debajo de la tierra, suceden cambios químicos y estructura cristalina, y de esto se forman las rocas; y las rocas asociadas a las rocas metamórficas, son el berilo, el jaspe, el rubí, el zafiro y demás.

Y para que todo esto suceda en la naturaleza, se requiere de una gran paciencia, porque las rocas y los minerales están en un cambio constante y todo esto ocurre oculto debajo de la tierra. Así mismo, el Señor, ha tenido mucha paciencia con nosotros a través de todo nuestro caminar con Él y Su labor es interna, oculta a nuestros ojos.

Luego estas piedras tienen que ser talladas, pulidas y darles un golpe certero para cortarlas. Entonces, ¡qué labor más hermosa mis amados! que hace nuestro Espíritu Santo dentro en nuestras vidas para formar a Cristo. Momento a momento Su Espíritu nos quebranta, nos pule, nos talla, para ir formando a Cristo dentro de nosotros. 

Cada circunstancia, cada prueba, problema, cada adversidad, va haciendo este trabajo dentro de nosotros, para llegar a comer a Cristo, digerirlo, asimilarlo y ser esas piedras preciosas que harán parte de la Nueva Jerusalén.

“Hijitos míos, que vuelvo otra vez a estar de parto de vosotros, hasta que Cristo sea formado en vosotros” Gálatas 4:19.

Dice T. Austin - Sparks: "Solo Cristo está en el centro mismo del foco de las épocas y las eternidades. ¿Qué es lo que el Cielo exclusivamente espera ver y que están mirando? Enfáticamente, solamente a lo que esencialmente es la Persona que es Cristo. ¡Ahora no están mirando a símbolos, figuras, tipos, representaciones, sino a la realidad, la actualidad! ¡No, no miran a la “Iglesia” como algo objetivo! ¡No, no miran al Reino de los Cielos como si fuera un lugar y un objeto de percepción! “La venida del Reino de Dios no es algo que todo el mundo pueda ver. No se va a decir: ‘Aquí esta’, o ‘Allí esta’; porque el reino de Dios ya está entre ustedes.” (Lucas 17:20,21). Es una falacia pensar y hablar de la Iglesia sin significar a Cristo mismo. ¡No son sujeto y objeto! Son uno. La Iglesia es Su Cuerpo, Su Esposa; ellos son “una carne” (Efesios 5:31)".

Mis hermanos que podamos ir más allá de los símbolos y los ritos establecidos por el hombre, la Verdad está revelada para que comamos de ella y la Verdad es Cristo. Que Cristo sea nuestra comida y bebida, y dejemos que su Espíritu nos profundice en la vida de Él, a pesar del costo que tengamos que pagar. Bendiciones a todos.  

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