EL ENGAÑO DEL CORAZÓN Por Adriana Patricia
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Jeremías 17: 9
En estos días de ausencia, Dios
ha traído nuevas enseñanzas y pruebas a mi vida. He llorado como una niña
pequeña al ver todo lo que me ha acontecido por culpa del corazón engañoso del
ser humano, porque he tenido que comer de su engaño y eso me ha afectado
económicamente. No solo el Señor ha estado revelando mi corazón, sino que me ha
tocado ver el engaño palpable en la gente y esto me ha causado un profundo
dolor espiritual.
Pero Dios se vale de cada
situación para enseñarnos y sacar a la luz lo que somos realmente en la vida
natural de Adán. El Señor a través de toda circunstancia y de toda equivocación
de nuestra parte, desea darnos a conocer lo corrupta que es nuestra naturaleza,
desea mostrarnos que nuestro yo no es confiable y que en nuestra vida natural
nunca pero nunca podremos satisfacer el corazón de Dios.
El Señor necesita mostrarnos que
no somos tan buenos ni tan maravillosos como pensamos o creemos que somos;
muchos dicen “no le hago mal a nadie, no mato, no robo, no adultero”, pero ese tipo
de pensamiento es abominación al Señor, porque no hay nada bueno en nosotros
que a Dios pueda agradarle, al Señor no lo impresiona nuestra supuesta bondad
etiquetada como espiritual.
Es como cuando una familia se
viste de la mejor gala para una foto. Papá, mamá, hijos, suegras, abuelos,
primos, tíos, se acomodan según el fotógrafo les indica; la esposa le dice a su
esposo: “sonríe que no se note tu mal genio de siempre”; el esposo le dice a
ella “sonríe tú, que no se te note tu amargura” la madre le dice a uno de sus
hijos: “sonríe que solo es un minuto y después podrás poner la cara de siempre”;
el padre le dice a su madre, quien es la abuela de todos, que por favor lo haga
por él a pesar de que no le guste la nuera. Todos se acomodan y fingen que son
una familia feliz y perfecta, cuando se apaga el flash y la foto ha quedado guardada
en la cámara todos vuelven a sus antiguas formas de ser, se acabó el teatro y
la hipocresía. Así somos nosotros en la naturaleza de Adán.
El Señor Jesucristo es la Luz y
Él debe iluminarnos para sacar lo que está oculto en nosotros, para que sepamos
cuán abominable es nuestra carne para Dios. Nada en nosotros puede agradar al
Señor, todo debe ser llevado al altar y debe morir. El Señor escanea nuestro
corazón para que sepamos lo que somos. Dios es el que nos examina de una forma
que solo Él puede hacerlo, bajo Su medida y Su norma, no es basado según
nuestra norma, es según la norma de Él, según la estatura de la medida de Él. Podemos
hacernos un autoexamen, pero nunca podemos llegar a una evaluación real, porque
no es con nuestra medida ni nuestro razonamiento, es con la norma del Padre. Tal
vez pensemos que esto o aquello no es tan malo, sin embargo, para Dios es algo
inmundo. El Señor nos pone en evidencia ante Su luz, nuestra verdadera condición
queda expuesta.
Cuando todo es expuesto ante Su
luz, nuestras obras quedan al descubierto y tal vez nos damos cuenta que no
eran tan espirituales, obrábamos para satisfacer nuestra carne o para buscar
gloria de los hombres o para nuestro beneficio. Pensamos que queremos hacer la voluntad
de Dios y creemos que la estamos haciendo; no obstante, cuando Su luz nos
ilumina podemos ver lo distantes de la voluntad de Dios que estábamos. Aprendí en estos días que cuando Dios
demora en revelarnos Su voluntad es porque no estamos dispuestos a obedecerle.
Mateo
26:35 dice: “Le dice Pedro: Aunque me sea necesario morir contigo, no te
negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo”.
Aquí todos creían que querían ir
hasta la muerte con el mismo Jesús, pero el Señor debía mostrarles que en la
vieja naturaleza somos mentirosos, corruptos y no somos capaces de dejar todo
por Cristo. Fue una de las lecciones que les tocó aprender a los discípulos con
dolor y llanto, ellos salieron corriendo y Pedro llevó la peor parte, negó a
Jesús tres veces como Él se lo había dicho.
Hasta que el Señor no nos revela
nuestra verdadera condición seguiremos creyendo que somos muy santos y devotos
seguidores de Cristo, hasta que Cristo confrontó a Pedro y lo miró y la luz de
Jesús cayó sobre él, Pedro pudo entender que somos engañadores por naturaleza y
que no somos confiables, eso de que “nunca te dejaré y nunca pecaré” no es
cierto, en nuestra naturaleza es imposible cumplirlo.
Cuando escucho esto en algunos
de mis hermanos mi corazón se duele, y le pido al Señor que le dé a este
hermano la revelación de cuán corrupta es nuestra naturaleza así seamos los
cristianos más devotos. Cuando caminamos con Cristo y cuando Él a cada instante
nos ilumina conocemos realmente lo corruptas que son nuestras acciones, conocemos
que tenemos dos caras y que por naturaleza no somos confiables para Dios.
Hace muchos años fui a un seminario
de familia, fue un seminario muy especial dictado por un verdadero hombre de
Dios, era un misionero de los Estados Unidos; pero lo que más me llamó la atención
era que su esposa estaba siempre sentada al frente y muy atenta a lo que él
decía, de pronto él nos explica la razón, nos dijo: “Cuando yo predico, mi
esposa me mira fijamente, porque si yo digo algo que no practico en casa, ella
me abre sus ojos como diciendo: Bernie, eso no es verdad, no prediques algo que
tú no eres o no prácticas”, el auditorio
soltó la carcajada, pero él lo dijo muy en serio y se refería al tema del que
estoy tratando aquí. Cuántos padres son
luz para los demás y tinieblas para sus hijos, cuántos padres predican algo que
no lo practican con sus hijos, cuántos cónyuges que son muy devotos
ante su comunicad cristiana, en casa su testimonio es reprobable. Porque
simplemente esa es nuestra naturaleza.
Nos cuesta reconocerlo y solo
hasta que Jesús nos dice: “antes de que cante el gallo me negarás tres veces”,
no entendemos la seriedad del asunto y cuando la mirada de Cristo se clava en
la nuestra, ahí podemos caer de rodillas y humillarnos ante el Señor y reconocer
nuestra mentira, nuestra falsedad, nuestra hipocresía; solo podemos vivir la
vida cristiana a través de la vida limpia de Cristo, nunca a través de la
nuestra ni de los conceptos que tenemos de nosotros mismos.
“Entonces
vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor como
le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces” Lucas 22:61.
Cuando nos vemos bajo la lupa de
Dios y el Señor nos ilumina como lo hizo el Señor con Pedro y con Pablo podemos
ver nuestra verdadera humanidad, “esta es la diferencia entre el creyente
maduro de un inmaduro, como dice el hermano Watchman Nee, un creyente maduro se
conoce a sí mismo porque está cada día bajo la iluminación de Dios”.
Cuando dejamos que el Señor nos
meta en Su microscopio y nos revele hasta los más pequeños detalles de nuestro corazón,
podremos ver lo vanos que son nuestros intentos por querer obedecerle cuando en
nuestro corazón no es así.
“Y
procediendo, aconteció que llegando cerca a Damasco, súbitamente le cercó un
resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía:
Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Hechos 9: 3 – 4
Damasco
significa: el tejedor de cilicio está en
silencio. Pablo creía que su obra era para Dios y mataba pensando que a
Dios le agradaba, hasta cuando fue iluminado se conoció así mismo y conoció su falsa
religiosidad con maquillaje espiritual. El cilicio es símbolo del
arrepentimiento. Pablo quedó ciego pero ahora veía su verdadera condición y se
arrepintió. Quedó ciego para entender que antes estaba ciego bajo el yugo de la
religión y bajo la ceguera de su propia condición. Cuánta de esta luz
necesitamos para quedar ciegos y vernos como Dios nos ve y arrepentirnos de
todo nuestro corazón.
La luz del Señor manifestará que
no somos tan espirituales, ni tan bondadosos ni tan buenos como creíamos.
Cuando la luz de Cristo nos ilumina podemos ver lo débiles que somos y sentiremos
dolor real y podemos sentir lo abominables que somos y que necesitamos de Su
gracia, de Su misericordia cada día y que nos libre de nosotros mismos en la cotidianidad
de nuestra vida.
Cuando Cristo nos ilumina nos aborrecemos
a nosotros mismos y reprobamos lo que hemos sido, clamamos para que Dios nos
libre de toda maldad, de toda inmundicia y de toda iniquidad. ¡Qué ciegos podemos
ser al respecto!. Podemos hablarle a un hermano, citarle todas la Escrituras, tratar
de convencerlo todos los días, ponerle debajo de la almohada versículos,
ponerlo a escuchar predicaciones; sin embargo, si no somos iluminados por el Señor
nada nos sacará de la ignorancia y nada nos quitará la ceguera. Pablo fue
librado de la ceguera cuando Ananías oró por él, cuándo Dios quiso quitársela.
Cada día debemos ser expuestos
ante la Luz del Señor, cada día necesitamos caminar bajo la lupa de Dios, en
cada momento debemos ser puestos en el portaobjetos del microscopio de Dios. Porque
solo Dios ve nuestra verdadera condición. Él nos expone ante situaciones que sacan
a la luz nuestro verdadero estado espiritual, nuestro verdadero carácter y las
verdaderas intenciones de nuestro corazón; hasta que la herida infectada no se
le saca el pus, no podrá ser sanada.
La verdad de cualquier asunto
oculto sale a flote cuando el Señor pone su dedo allí. Cuando Dios dice que
algo anda mal es porque algo anda mal y punto, cuando Dios dice que este camino
es equivocado es porque es así, el Señor lo ve todo desde Su perspectiva, lo
que nos debe importar es lo que Él dice, no lo que nosotros pensamos, decimos o
creemos, eso no importa, no importa cuánto conocimiento teológico o filosófico
se tenga eso no importa, si Dios dice que es negro, es negro y si dice que algo
es blanco, es blanco y punto.
Cuando somos iluminados bajo la
Luz de Cristo somos circuncidados y ya no confiamos en nuestra carne, no
confiamos en nosotros mismos. Sin esa Luz tendremos un concepto muy elevado de nosotros
mismos que dará lugar al orgullo. Solo Cristo vence el pecado en mí, Su vida
matando la mía.
Pablo escribió: “Palabra fiel y digna de ser recibida de
todos: que el Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los
cuales yo soy el primero” 1 Timoteo 1:15, Pablo lo utilizó en tiempo
presente, Pablo no tenía nada de que gloriarse, pues todo lo tenía por estiércol,
sabía que necesitaba de la gracia de Cristo cada día.
“Antes
sujeto mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; para que predicando a los otros,
no me haga yo reprobado” 1 Corintios 9:27
“Si
en alguna manera llegara a la resurrección de los muertos. No que ya lo haya
alcanzado, ni que ya sea perfecto; mas sigo para asirme de aquello como también soy asido del Cristo Jesús” Filipenses 3: 11 -
12
Dijo un gigante de la fe, un
hombre espiritual como Jonathan Edwards:
“Muchas veces siento muy
profundamente cuán lleno estoy de pecados y de inmundicia, y debido a esta
fuerte sensación, no puedo detener las lágrimas. A veces lloro tanto que tengo
que encerrarme. Puedo sentir muy profundamente la perversidad y la corrupción
que hay en mi corazón, aun más fuertemente que antes de mi conversión. Con
respecto a mi persona, puedo decir que he sentido por mucho tiempo que mi
maldad es completamente incurable y llena mis pensamientos y mi imaginación. No
obstante, siento a la vez que mi sensibilidad con respecto a mis pecados es muy
leve. Francamente me sorprende no ser más sensible ante el pecado. Mi esperanza
es poder tener un corazón contrito para postrarme humildemente delante de Dios”.
Hermanos llegará un día cuando
tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo y sería muy triste que nos enfrentáramos
a cosas que debimos dejar que Dios tratara aquí y ahora, cosas que debimos
dejar que el Señor quemara y declara Su juicio sobre asuntos de nuestra vida y
no lo hicimos. Este juicio no determina nuestra salvación porque somos salvos
por la fe en el Hijo de Dios, pero si nuestra posición en el Reino.
El Señor no se complace en nada
que no sea Su perfecta voluntad, el corazón de Dios solo es satisfecho cuando
le permitimos obrar en nuestro interior y arrancar lo que a Él no le agrada, debemos
recibir su corrección para poder escuchar Su voz y conocer Su voluntad.
Si lo que hacemos no nace de Su
corazón, esto no lo agradará por muy bueno y espiritual que esté etiquetado. No
podemos afirmar que algo es Su voluntad cuando lo que en verdad estamos
escuchando en nuestra propia voz. La voluntad del Señor lo marca todo y esa es
la norma. Entre más nos acerquemos a Su luz más veremos nuestra oscuridad y
nuestra equivocación. El fuego de Dios, la Luz de Él probará si lo que hacemos
proviene de Él o es una terca obsesión de nosotros. Si algo no fue de Su
voluntad, la perdida será grande en ese día.
El ser humano no conoce su
propio corazón y eso lo vemos a cada instante con la gente que nos relacionamos
diariamente. Cuando el Señor nos examina, nos revela los verdaderos motivos que
nos mueven, las verdaderas intenciones del corazón; es como aquella niña que
mira a su primita fijamente y está pensando en la picardía que va a hacerle, su
prima la mira y ella le sonríe tiernamente, pero en su corazón está pensando en
hacerle “una pequeña bromita”, y cuando menos lo espera su prima inocentemente sube
la mirada y esta le clava la punta de su lápiz en el ojo, y dice llorando “no
sé qué pasó, se me fue el lápiz sin querer queriendo”.
Una historia triste sacada de la
realidad, pero así somos nosotros, hacemos algo, no obstante, solo Dios conoce
los verdaderos motivos del corazón y eso es lo que Dios nos revela. Muchos
decimos “Señor yo quiero hacer Tu voluntad, pero, qué lejos estamos de hacerla”.
Que el Señor, amados hermanos, nos revele lo que somos realmente, sin máscaras.
Cristo es la Luz, la Presencia de Dios habita en nuestras vidas a través de Su Espíritu,
dejemos que Él saque a flote los motivos oscuros de nuestro corazón. Pidámosle que
nada quede oculto, que todo salga a la luz ante nuestros ojos, que seamos
expuestos a través de cada circunstancia.
Que mate sin misericordia lo que
a Él no le agrada de nosotros. Oremos que al leer Su Palabra, el Señor ilumine
cada oscuridad, cada punto ciego de nuestras vidas. Y por último pidámosle que envíe
hermanos maduros a nuestra vida para que a través de ellos y sus vidas, podamos
también descubrir lo que todavía está oculto en nosotros.
Que podamos ver que sin Cristo
no somos nada ni tenemos nada, que solo a través de Su vida podemos llegar a la
perfección, porque a través de nosotros nunca podemos lograrlo. Toda nuestra
humanidad hiede y debe ser expuesta para morir y nacer a una nueva vida, a una
vida de Resurrección.
Que el Señor nos despoje de todo
aquí y ahora.
Unámonos a la oración del salmista: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno" Salmo 139:23 - 24
A veces nos salimos del camino y entonces se pone oscuro y tropezamos, caemos haciéndonos daño. Entonces lloramos, nos levantamos, secamos nuestras lágrimas,pedimos perdón, tomamos nota del error y volvemos al camino correcto en arrepentimiento. ¡Esto es crecer y madurar!
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