LA SENDA DE CRISTO, UNA SENDA DE DESPOJAMIENTO Por Adriana Patricia
“Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota” Juan 19: 17
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” Mateo 16:24
Despojar según el diccionario quiere decir:
1. Privar a alguien de lo que goza y tiene, desposeerlo de ello con violencia.
2. Desnudarse.
3. Desposeerse de algo voluntariamente.
Este es un tema que debe ser enseñado una y otra vez por el Señor, es un tema que no debe cansarnos. Se pueden escribir volúmenes acerca de esto. Porque es una realidad en la vida con Cristo. Jesús nuestro Salvador fue un ejemplo real. Él cargó Su cruz, se despojó a sí mismo, no buscó Su propia gloria, se negó a hacer Su voluntad, aprendió obediencia en medio del despojo, no abrió Su boca para maldecir ni quejarse en medio del dolor y sufrimiento, como Cordero fue llevado al matadero, no exigió sus derechos, no se defendió, no se justificó, llevó el oprobio de la cruz, no buscó nada para sí mismo ni para autosatisfacerse. Cuando les dijo a sus discípulos que tomaran Su cruz y se negaran, Jesús fue el primero en hacerlo.
Sus palabras fueron: “Sí, Padre, porque así te agradó” Mateo 11:26.
“Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” Mateo 26:39.
“El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” Filipenses 2: 6 - 8
El Señor no dijo: el que quiera seguirme tome caminos placenteros y cómodos, disfrute de la buena vida. Las palabras del Señor significaban que debíamos despojarnos de todo.
La Senda de Cristo es como la subida a una montaña escarpada, donde la muerte está presente a cada paso. Hace poco Michael me contó una experiencia que tuvo en Alaska y de inmediato el Espíritu me trajo esta anécdota para mostrarme que el camino de la cruz es así:
“Una vez, mientras estaba en el momento más oscuro de mi vida en una remota isla en Alaska, estaba escalando una montaña empinada y en un intento de regresar a mi campamento, mi pie resbaló y me volteé por la montaña. En todas partes había piedras de pizarra sueltas y debería haberme deslizado hasta el fondo, pero fue como si un ángel me hubiera atrapado y hubiera plantado mis pies sobre una roca sólida. Me quedé allí temblando, viendo lo cerca que estaba de la muerte, pero finalmente pude volver, Él me mostró un camino mejor que tenía buen equilibrio y volví. Estaba bastante conmocionado por todo el asunto, pero creo que fue un punto de inflexión en el que pude ver que no me había dejado solo para morir, sino que me estaba salvando de mí mismo en ese desierto”.
A través del camino de la cruz, de esta subida en esa montaña escarpada, a través del despojo y del quebrantamiento, el Señor nos salva de nosotros mismos, nos despoja de nuestro mayor enemigo, del más cruel y despiadado, del más lúgubre e infernal, de nuestro propio YO.
El Señor nos tratará vez tras vez en todas y cada una de las áreas de nuestra vida para quebrantarnos y perfeccionarnos, para transformarnos, para que trascendamos a nuestra naturaleza. La transformación la conoceremos solo a través de la muerte, a través de la vía dolorosa; no a través de los goces pasajeros de este mundo ni de los logros personales, esa no es la senda de Cristo. Él nos va a transformar en medio del dolor y la muerte.
Esto es seguir a Cristo, si le dijeron algo distinto, créanme, le mintieron. Nuestra vida debe ser desnudada antes de que podamos ser revestidos de Cristo, antes de gozar de los beneficios de la Gracia de Dios, debemos ser despojados de nuestro ego, de nuestro yo, de la vieja y ruin naturaleza. No podemos vivir para nosotros mismos, esa no es la vida con Cristo, la senda de Jesús es la senda del despojamiento total de nuestra propia vida. Si le dicen lo contrario, esa no es la voz de Dios.
La voz del amor propio es muy benevolente, más poderosa y mucho más sutil que la voz de la serpiente antigua. El Señor nos deja vacíos de nosotros mismos para llenarnos de Él, para que el Señor solamente sea nuestro deleite.
En la senda del quebrantamiento, nuestra voluntad orgullosa y obstinada se rompe, el Señor nos despoja de nuestra propia justicia, la confianza en nuestras fuerzas y en nuestros conocimientos se deshace, se quebranta la autosatisfacción, el orgullo y la arrogancia es desarraigada sin misericordia. El Señor debe llevarnos a un estado de total humillación y arrepentimiento, Dios debe sacudir toda nuestra vida, sacar a la luz lo oculto de nuestra humanidad. La raíz de nuestro YO debe ser arrancada sin piedad.
Dios se valdrá de todas las circunstancias, pondrá situaciones que nos dejarán sin aliento, en las que no habrá salida, condiciones en las que no podremos seguir huyendo y tendremos que enfrentarnos a lo que Dios quiere. El Señor debe ponernos frente al espejo y quitarnos la máscara. Dios disciplina nuestra vida una y otra vez a través de las personas que nos rodean y nos pone en aprietos.
Hace poco mi hermana en Cristo y amiga Claudia Vargas me decía: “es hora de enfrentar las situaciones en las cuales Dios me pone y permitir que Él me pase por el horno de fuego para que queme mi escoria”. Y tiene toda la razón. Este es un hecho real y que nos toca vivir a todos los verdaderos hijos de Dios.
Job es un ejemplo de este trato, un hombre íntegro ante el Señor, pero su yo no había sido descubierto ante sus ojos, su autocomplacencia debía salir a la luz, su autosatisfacción y su justicia propia debían ser exhibidas. El Señor usó los ataques de Satanás para Sus propósitos y para sacar a la luz esto que Job no había visto. Porque en todos nosotros hay un punto ciego, un área de oscuridad que solo ve el Señor, ese yo debe ser puesto en evidencia y arrancado de raíz. Job necesitaba de esta prueba y también la necesitamos nosotros. Job no había visto la profunda raíz moral que debía ser juzgada en su vida.
El Señor quiere forjarse en nosotros y por esto el Espíritu Santo nos lleva por esta senda de muerte.
El Señor pone su dedo, toca la médula de nuestra propia vida, expone la raíces profundas de nuestro corazón, nos ilumina y trae al descubierto esos puntos ciegos, el yo es descubierto para ser juzgado. Dios tiene que molernos y triturarnos.
Toda nuestra vida gira alrededor de nosotros mismos, hasta nuestras actividades religiosas y devociones espirituales. Todo está infestado del yo, ¡qué detestable es esto ante Sus ojos! Hay muchos “siervos de Dios” y cristianos que caminan sin la marca de la cruz en sus vidas. Muéstrame un verdadero siervo de Dios, querido hermano y tendrá las cicatrices de la cruz en su vida. Cristo tuvo la marca del despojamiento de Su propia vida en todo Su caminar, en Su ministerio, en las relaciones con los demás, en Sus oraciones, en Sus conversaciones, en Sus acciones. La gente le tiene miedo al 666 en su frente pero no se han dado cuenta que ya lo llevan tatuado en sus vidas.
Cuando somos expuestos ante Su luz entendemos cuánto de nuestro yo está en nuestra vida diaria y en nuestra relaciones con los demás.
Cuando nos tocan el orgullo, cuando nuestro yo es herido, se nos encrespa el pelo y nos ponemos dignos, nos ofendemos con facilidad cuando nos llaman la atención en algún asunto, cuando nos menosprecian lloramos y nos enojamos, nos ponemos susceptibles cuando las cosas no se hacen a nuestra manera. Nuestro yo sale a flote.
Hermanos cuando el Señor me enseñó esta verdad, puso su dedo en mí. Me dio a la yugular como dice un hermano en Cristo. Así como puso Su dedo en Martha de Betania, cuando le hizo el reproche a Jesús por su hermana María, Jesús trató de decirle en pocas palabras que se estaba ahogando en un vaso de agua. Su servicio necesitaba ser reorientado.
No obstante, María de Betania fue diferente, ella no se justificó, no se defendió ante su hermana Martha ni ante Judas ni ante los demás discípulos. A los pies de Jesús, las palabras de Cristo cayeron sobre ella y quebrantaron su yo, fue disciplinada como discípula de Cristo, porque esto significa el DISCIPULADO, significa DISCIPLINADO.
Cuando Jesús entró en Jerusalén, se sentó sobre un pollino de asna, el pollino es un asno joven y sin domar. El Único que puede domar nuestra naturaleza cerril es nuestro Señor Jesús. Solo Él puede sujetar nuestra vida a Su gobierno. Este es el verdadero discipulado.
“Y halló Jesús un asnillo, y se sentó sobre él, como está escrito: No temas, oh hija de Sión: he aquí tu Rey viene, sentado sobre un pollino de asna” Juan 12: 14 – 15.
Cuando estaba en el colegio, Jorgito mi profesor de física me decía Adriana “Pelión” por “peliona”, no Adriana Lelión. Esta área me ha costado y sé que a muchos de ustedes también. Lamentablemente los cristianos son los que más se irritan con facilidad, se ofenden, son susceptibles, quisquillosos, caprichosos y a veces muy complicados y no debe ser así, esa no debería ser la marca de los seguidores de Cristo, pero es una realidad, por eso Dios pone su dedo en esto y nos expone.
Esta es señal de inmadurez espiritual, por lo tanto, Dios debe desarraigarlo de nosotros, matarlo sin misericordia. Puedes juzgar a tu hermano, puedes juzgar a Job, puedes juzgar a Martha, puedes juzgar a Judas, me puedes juzgar a mí o a quien quieras, pero en ti también hay cosas que a Dios no le agradan y va a poner su dedo en esas áreas de tu vida tarde que temprano, así te hagas el loco. Dejemos que Dios nos juzgue y saque a la luz nuestras raíces. Llevar la cruz, negarnos y seguirle eso es ser quebrantados. El poder en una vida sin quebrantamiento es muy peligrosa y esto lo vemos en nuestros “magnates predicadores” de este tiempo. La vasija que Dios va a usar debe ser vaciada para que Cristo la llene de Su vida, todo vaso de honra del Señor, primero debe ser quebrado.
Sin que el yo sea destrozado, el Señor no puede utilizar a alguien para un servicio sublime. José en la cárcel tuvo que ser molido completamente, para no negarles la ayuda a sus hermanos y poder perdonarlos, y para ser un ramo fructífero y poseer el ministerio del pan en la tierra de Egipto. “Rama fructífera José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro” Génesis 49:22.
¿Dónde nació el precioso libro “El Progreso del Peregrino?, ¿en una cómoda silla de un prestigioso hotel cinco estrellas?, NO, en una sucia prisión del siglo 17.
Todo despojamiento en nuestra vida, toda crisis, toda prueba nos lleva cada vez a mayor revelación de Cristo en nuestra vida. Esta es la senda de Cristo, este es el verdadero evangelio, no es el barato que le vendieron.
Cuando el Señor nos revela nuestro verdadero estado del corazón solo podemos caer de rodillas y confesar nuestra vil condición, vernos como indigentes y confesar nuestra iniquidad y pecado, dejarnos tratar el corazón y despojar, para que podamos ser Justificados por Él.
En este quebrantamiento del yo los demás van a herir nuestros sentimientos y nos harán daño, los malos tratos serán utilizados para nuestro bien, para ser cincelados y perfeccionados, todo será usado para nuestra transformación. Cuando aprendamos acerca de la Soberanía de Dios y del propósito de Él con cada uno de nosotros, aprenderemos a estar en paz con los que nos maltratan y nos hacen daño, así nos cueste, ya no nos defenderemos ni buscaremos justificar nuestro comportamiento, no nos irritaremos con facilidad, caeremos de rodillas, bajaremos la cabeza y nos humillaremos delante de Aquel que todo lo ve. Ya no seremos rudos, ni ásperos con los demás, aprenderemos a tratarlos con ternura y sencillez de corazón. Toda hipersensibilidad quedará deshecha, nuestros caprichos morirán, seremos menos complicados en la vida diaria, menos quisquillosos porque no impondremos nuestras preferencias personales, aprenderemos a ceder, el Señor deberá matar el orgullo y seremos desangrados de este yo que nos hace quedar mal en todas partes, principalmente dentro de nuestro núcleo familiar.
Cuando hemos sido despojados podremos soportar con amor los insultos, los menosprecios de los demás, las afrentas y persecuciones, no buscaremos justificarnos, el Señor matará los prejuicios, preferencias personales y buscaremos las preferencias del Señor. No buscaremos nuestro beneficio propio, no pelearemos por nuestra dignidad o por nuestros derechos.
A mayores bendiciones dadas por el Señor más grande debe ser la Cruz, nuestro despojamiento debe ser más profundo.
Escribió C.H. Mackintosh: “Nuestro renunciamiento propio debe ir en proporción a la medida de nuestros privilegios espirituales. Lamentablemente, no siempre es así. Profesamos las más elevadas verdades; pero ellas no forman nuestro carácter ni gobiernan nuestra conducta. Hablamos de nuestra vocación celestial; pero nuestros caminos son terrenales y algunas veces carnales o todavía peores. Profesamos disfrutar la más alta posición; pero nuestro estado práctico no está a tono con ella. Nuestra verdadera condición no responde a nuestra asumida posición. Somos presumidos, susceptibles, caprichosos y fácilmente irritables. Somos tan propensos a embarcarnos en la empresa de la justificación propia como nuestro patriarca Job.
Por otro lado, cuando nos sentimos obligados a dirigirnos a alguien en actitud y tono de reprensión, ¡con qué rudeza, tosquedad y aspereza desempeñamos esta necesaria labor! ¡Qué poco tacto y qué poca suavidad en el tono! ¡Cuánta falta de dulzura y de ternura! ¡Qué poca bondad, qué poco de ese “bálsamo excelente” (Salmo 141:5)! ¡Qué difícil es hallar entre nosotros corazones quebrantados y ojos llorosos! ¡Qué miserable capacidad para guiar a nuestro hermano extraviado a agachar la cabeza y a humillarse! ¿A qué se debe? Simplemente a que nosotros mismos no cultivamos el hábito de agachar la cabeza y de humillarnos.”
Vayamos a la cruz hermanos, al altar del Señor y entreguemos nuestra vida completamente, permitamos que Él nos despoje y nos exponga, clamemos para que mate lo que no le agrade de nosotros, pidamos ser medidos con Su medida y ser pesados con Su balanza, dejemos que nos despoje de nuestra confianza y de nuestra propia justicia, para que podamos decir como Job: “De oídas te había oído; más ahora mis ojos te ven” Job 42: 5.
Ayúdanos Señor en esta hora a caminar en tu senda, todavía hay mucho que aprender en Tu escuela. Amén.
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