LA FE DE JESÚS QUE VENCE MI HUMANIDAD Por Adriana Patricia



Mis queridos lectores, este artículo se divide en dos o tres partes, realmente lo dividí para hacer mucho mejor su lectura. Este es el último artículo de este año en este blog, espero sea de bendición a sus vidas. 

Un día, cierto conferencista dijo: “las relaciones humanas amargan”, y si hay algo que realmente puede sacar lo peor de mi naturaleza es el contacto con otros seres humanos. Quizás, a ustedes no les pasa, pero yo todavía lucho cada día con esto. 

Solo el verdadero amor lo soporta todo, porque cuando tenemos que convivir con otros y enfrentarnos a su naturaleza, las cosas no son tan buenas. 

Dios trae personas a nuestra vida, porque necesita exponernos a nuestra naturaleza, a cosas que todavía hay en ella que molestan en el olfato de Dios. Las mujeres podemos llegar a ser difíciles y extremadamente susceptibles, claro que no quiero justificar a algunos hombres y no quiero que mis lectoras se enojen conmigo. Pero, hay personas que llegan a nuestra vida para ser el instrumento de Dios, porque necesita afilar Su espada y pasarla por aquello que todavía falta tratar en nosotros. Cuando uno pasa mucho tiempo solo, como yo, que soy solitaria por naturaleza, Dios no puede hacer Su trabajo, por eso, envía Sus instrumentos justo a tiempo. 

Leí en alguna oportunidad, acerca de la historia de un conductor de camiones que fue llamado para transportar una carga de zinc. Él acababa de terminar de transportar una carga de tomates y negligentemente se olvidó lavar por dentro el camión antes de cargar el zinc. Cuando finalmente llegó a su destino, se dirigió hacia la parte trasera del camión y abriéndola para descargar el zinc, explotó en ese momento en su cara. Nadie le había dicho que el ácido que contenían los tomates podría reaccionar de esta forma cuando llegase a estar en contacto con el zinc. El zinc es una de las impurezas que debe ser removida del oro al momento del procesamiento purificador. Es muy volátil. Como mineral, tiene un sabor muy amargo. Muchos de nosotros tenemos zinc (amargura, ajenjo, enojo, mal genio, extrema sensibilidad, celos, envidias, avaricia, codicia y todo lo demás) en nuestros corazones. Alguien se acerca con actitud de ácido y explotamos en su cara. Hay muchos tomates allá fuera, los cuales usa Dios para sacar y purificar el zinc del oro. 

En este artículo voy a hablar de tres historias que tienen que ver con este asunto, hablaré de la preciosa Abigail, Moisés y por último de Jonás, pero para comenzar miremos esta cuestión desde la perspectiva de nuestro Señor Jesús. 

Dice Juan 13: 1 “Y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” 

El Señor Jesús está formando una familia, y esa familia debe tener la semejanza de Cristo. Pero, cuando el Señor llamó a Sus doce discípulos, tenía en Su mente el mostrar la filiación con Jesús de toda la familia de Dios, comenzando con este pequeño grupo de hombres. 

Sin embargo, ¡cuánto luchó el Señor con estos hombres!, ¿verdad?, ninguno era una perita en dulce, ninguno de nosotros lo es. Cada uno de ellos tenían sus imperfecciones, sus debilidades, sus deficiencias y todo lo demás; no obstante, el Señor siempre tuvo una actitud particular con ellos. 

Miren queridos lectores, el Espíritu Santo nunca hizo ningún esfuerzo por ocultar lo que ellos eran, nunca se hizo el de la vista gorda, siempre los expuso. El Espíritu Santo siempre se encargará de exponernos y eso no nos va a gustar, los seres humanos tendemos a mostrar nuestra mejor cara, a tapar nuestro verdadero rostro, usamos las máscaras más sutiles y a veces las más religiosas para hacerlo, pero el Señor sabe nuestra condición y no nos hará el favor de ocultarlo. 

El Señor nunca los presentó como perfectos y hombres ideales. Los mostró tal y como eran, sin máscaras. El Señor Jesús trató con hombres difíciles y complicados en toda su estructura humana y esto había podido sacarlo de casillas y llevarlo a una desesperación absoluta, el Señor había podido tirar la toalla y dejarlos, pero no fue así. Cristo tuvo fe para ellos, una fe en el Padre que iba a transformar en algún momento sus vidas. 

Jesús sabe que nada es imposible para Dios. Sí, eran difíciles, pero el Señor sabía que el Padre tenía el poder de transformarlos, de hacer de ellos nuevas creaturas. El Señor podría haber dicho: “Padre estos hombres no entienden, me malinterpretan todo el tiempo, quieren hacer lo que se les da la gana, te los llevas o te los mando, ilumínalos o elimínalos”; no obstante, Cristo nunca tuvo esa actitud para estos hombres. 

Ellos siempre lo interpretaron a su manera, de forma equivocada, siempre desde su corta perspectiva. Eran materialistas en sus deseos, en sus ambiciones y buscaban sus intereses personales. Ellos no tenían una perspectiva espiritual, pero Él sabía que el Padre podría llevarlos a otro nivel en Su relación con Dios. 

¡Qué fe la de nuestro Dios!, ¿vedad?, muy distinta a la nuestra. Las palabras de Cristo siempre demostraron lo embotados que estaban en lo espiritual y así hay gente a nuestro alrededor: “Oh hombres insensatos, ¿cuánto tiempo estaré con ustedes? ¿Aún no lo entienden? y justo al final: " Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho. ¿No debería Cristo haber sufrido estas cosas?” Pero, Cristo nunca los abandonó, no los dejó, Él creyó en el Padre por ellos. 

Esa fe de Cristo en el Padre por mí, es la que hace que Dios me exponga para pasar Su espada por mi vida y cortar mi naturaleza; yo no soy un ángel y no siempre me voy a portar como un lindo gatito, tengo una naturaleza que es un leopardo y Dios necesita exponerla para tratar conmigo, todavía no ha llegado Cristo, así que, la labor de Él es hasta el último día. 

Si no tenemos una fe infinita en el Padre, nunca podremos ver los cambios ni en nosotros mismos ni mucho menos en los demás. Algunos de nosotros somos extremadamente difíciles en entender, y lamentablemente las mujeres nos llevamos la peor parte, muchos somos difícilmente de seguir, y aun difíciles de amar de manera natural, no sé cuál sea su caso, yo ya identifiqué el mío. Lo más fácil es que nos metamos en una cueva y nos alejemos del mundo entero, pero lo más difícil es tener fe y confianza que algún día el cambio se dará a pesar de todo, realmente el amor de Cristo debe ser perfeccionado profundamente en nosotros para poder convivir con otros. 

La fe de Jesús no claudica, no se desespera, mientras que la nuestra dice: “que fulanito haga lo que se le dé la gana, yo no me lo aguanto”, y otros dirán los mismo de nosotros. 

Necesitamos urgentemente la gracia de Cristo para convivir con otros en armonía, ninguno es perfecto, todos tenemos oscuridades que Dios debe exponer ante Su luz. Solo el aumento de Cristo en nuestras vidas nos permitirá cohabitar con los seres que amamos y con los que no amamos tanto. 

Los discípulos de Cristo le deben todo a esa fe que Él tuvo en el Padre, porque nunca hubieran llegado hasta donde llegaron, sino hubiera sido por esa fe inquebrantable. Me imagino a Jesús oyendo a Pedro aquel día en el Aposento Alto y diciendo al Padre: “por fin entendieron lo que les enseñé por estos tres años”. Y eso se lo deben a la fe de Él. 

Yo espero que la fe de Cristo en el Padre por mí no se acabe, porque si no, estaré perdida. Si llego a alcanzar la resurrección de los muertos tendré que reconocer que se debió única y exclusivamente a la fe de Jesús, no a nada mío. Sé que otros podrán abandonarme, porque ven mi naturaleza y no tienen esa fe, pero Él no nos abandona. 

Esa debe ser la forma de relacionarnos con los demás. No podemos salir corriendo por cada cosa que vemos en otros, yo era de aquellas que si alguien me sacaba de casillas o no llenaba mis expectativas dejaba de hablar con esa persona y me alejaba, en el pasado perdí muy buenos amigos, porque no entendía este principio. 

Él los amó hasta el fin, no los dejó, no claudicó, no se cansó. Yo espero que no solo Cristo y que mi madre me amen de esta forma, espero que los demás no claudiquen cuando me vean vestida de leopardo y no solo de tierna gatita. 

No somos ajenos a la naturaleza de otros y muchos menos a la de nosotros mismos, entre más cerca estamos de Cristo, más sensibles nos volvemos a las cosas negativas de otros, más vemos su humanidad, y esto no significa que la carne de otros no nos golpee y no nos desilusione, los defectos de otros nos causarán muchas veces grandes tristezas y profundos desengaños. 

La gente que no está tan cerca de Jesús puede andar con otros sin ningún problema, soportan mucho mejor la hipocresía del corazón, su maquillaje y pueden superar sus debilidades, pero los cristianos somos más susceptibles a las debilidades de otros, nos golpean con más fuerza, pero criticar a otros hijos de Dios hará que el Señor nos reprenda, porque Dios se encarga de corregir a los Suyos a Su manera, si hace esto el Señor le dirá: “ Yo sé que este hijo o esta hija mía es difícil, pero su corazón es mío, no se meta en ese terreno, deje que sea yo quien lo cambie o la cambie”. 

Nuestra relaciones con otros deben basarse en el Espíritu y no en la carne. Nuestra única esperanza está en caminar con el Señor para poder convivir con otros. En el pasado mi frase favorita era: “yo soy así y así me tienen que amar”, esto no es así, no podemos exigir eso de nadie, solo caminando con el Señor podremos tener el equilibrio en nuestras relaciones, podremos relacionarnos sanamente con otros, a pesar de que no llenen nuestras expectativas en su totalidad; si algo he aprendido en mis cortos años de vida, es que nadie llenará nunca mis expectativas en la totalidad y que solo Jesús es perfecto, a los demás nos falta todo. 

Si usted querido(a) lector(a), ama al Señor y yo lo amo también, podremos caminar juntos a pesar de nuestras diferencias, usted me tendrá paciencia y yo se la tendré a usted, hay que aprender a buscar concesiones con el otro, no es dejarlos a su suerte, es buscar ayudarlo, ayudarnos a desarrollar la gracia del Señor en cada uno y la mejor forma de hacerlo es orar unos por otros, si no puede orar junto con otros. Solo el amor de Cristo puede hacernos pacientes en la convivencia con los demás. 

Ayúdanos Señor a no claudicar, sino tener fe en Ti, que todo lo puedes, para nuestra transformación y la de los demás. 

CONTINUARÁ…

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