EL FACTOR DEL TIEMPO

 

No hay cosa más difícil que esperar en Dios, ansiamos tomar la iniciativa cuando creemos que Dios se está tardando demasiado y nos ha dejado plantados. ¿Alguna vez has esperado a alguien por varias horas? Yo sí y es de las cosas más desesperantes que existen. Pues esperar a Dios tampoco es tan chévere, pero siempre valdrá la pena, aunque se retrase y su demora nos desespere, Él siempre tiene un propósito de por medio, el Señor desea vencer nuestra impaciencia y que aprendamos a descansar en Él.

“Y esperó aún otros siete días, y envió la paloma, la cual no se tornó a volver a él más” Génesis 8: 12

Esta palabra “ESPERÓ” saltó ante mis ojos, cuánto de esa espera necesitamos para entender los tiempos de Dios, la espera en Dios pacientemente trae la bendición de Él porque obra de acuerdo a Sus planes y no a los nuestros. La espera en Él trae Su belleza a todo en nuestra vida.

“Todo lo hizo hermoso en su tiempo” Eclesiastés 3: 11

Cuando era más joven cometí muchos errores por no esperar en el Señor, me apresuré en muchas decisiones que causaron dolor a mi corazón, hoy veo atrás y observo la misericordia del Señor conmigo; somos tan apresurados en tantas decisiones, deseamos que Dios cumpla Sus promesas y nuestra ansiedad nunca glorifica al Señor.

Noé esperó el tiempo de Dios y esperó y esperó, no tenía otra opción, las circunstancias no permitían que él tomara otra decisión, estaba en las manos de su Señor, él dependía de Dios para el tiempo.

Uno de los factores más agudos en la vida de Abraham fue el factor del tiempo, fue probado en esta área, la espera en Dios fue real y decisiva en su vida. Después que se le dio la promesa tuvo que esperar 14 o 15 años para que se cumpliera. Realmente esto fue un asunto de fe, él fue probado en esta área totalmente. El Señor vino y le dio la promesa, se fue y tuvo que esperar año tras año, hasta que la promesa se cumplió. Todo se trata de un asunto de aprender a esperar en Dios. Leamos la historia de Noé, no tenía otra salida que esperar en Dios, miremos detenidamente a Abraham, no tenía otra salida, debía esperar el cumplimiento de la promesa en el tiempo de Dios, ahora miremos a nuestro Señor Jesús:

“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo…” Gálatas 4:4, en el tiempo de Dios nuevamente. Y cuando estaba listo para ir a la cruz en el tiempo de Dios dijo: “Soy yo el que buscan”.

Los caminos del Señor son extraños, su deseo es unirnos a Él en la dulce o la amarga espera, para matar nuestra impaciencia y el deseo de hacer las cosas según nuestra voluntad y a nuestra manera. Es cierto, la espera desespera, no creo que la espera en Abraham fuera divertida, ni tampoco para Noé, uno no elegiría esperar y lo hablo desde mi propia experiencia. En la espera hay dolor, sufrimiento, impaciencia, desespero, hay tantas cosas que inquietan nuestro corazón, y el Señor lo sabe y se compadece, pero necesita hacerlo para nuestro entrenamiento. Él nos está llevando a ser uno con Él.

Fuera de Dios nada tiene plenitud, todo está incompleto, es en el descanso de Dios que se encuentra nuestra victoria. No podemos precipitar a Dios, no podemos apresurarlo, no podemos tratar de producir las cosas para las cuales no ha llegado su momento, es imposible y es un riesgo que no podemos correr, es engendrar Ismaeles y eso es un dolor de cabeza.

Podemos hacer lo que sea, llorar, orar, tratar de intercambiar cosas con Dios y hacer juramentos, decretar y tantas cosas más, pero si Su hora no ha llegado, Él no cederá. Pero, cuando llega el momento de Dios, simplemente sucede y ya, sin forzar nada, sin forzar las cosas, sin forzar a nadie, sin manipulación de ninguna clase, llega porque así lo quiso el Señor. Todo es hermoso en su tiempo.

Sin embargo, este es uno de los grandes problemas que tenemos con el Señor, nos parece lento, no nos cabe en la cabeza que nos toque esperar tanto y se tome tanto tiempo en todas las cosas, siempre tratamos de apresurar al Señor y muchas veces no lo esperamos; pero el Señor se tomará el tiempo necesario para lograr lo que quiere en nosotros y no le importará, así le cueste la eternidad para conseguirlo, tardará el tiempo necesario así no nos guste y esto tendrá un costo alto para nosotros, moriremos a nuestra voluntad, a nuestros deseos, a nuestros motivos, a nuestra autosuficiencia, a nuestras fuerzas y todo esfuerzo humano será debilitado.

Pero ¡qué diferente fue Saúl en este asunto!, él no espero al Señor y se apresuró. En 1 Samuel 14 se nos relata que Saúl estaba en medio de una batalla con los filisteos y él no sabía qué hacer. Saúl ya había desobedecido, había ofrecido un sacrificio al Señor que no debía y su reino fue quitado. Pidió traer el arca para saber lo que Dios quería y mientras el sacerdote Ahías oraba, él miraba el campamento filisteo y se desesperó, y en vez de esperar al Señor para saber la respuesta, hizo las cosas a su manera, le dijo al sacerdote Ahías: “detén tu mano”, no preguntó al Señor y mucho menos esperó una respuesta, hizo lo que le pareció según su corazón y ¡qué gran fracaso!, le costó todo.

¡Cuánto de Saúl tenemos nosotros!, ¿verdad?, que el Señor tenga misericordia y arranque ese Saúl que llevamos todos dentro. Nuestra obediencia es mejor que los sacrificios.

Y Samuel dijo: ¿Tiene el SEÑOR tanto contentamiento con los holocaustos y víctimas, como en oír la palabra del SEÑOR? Ciertamente el oír es mejor que los sacrificios; y el escuchar que el sebo de los carneros. 1 Samuel 15: 22

Dice Génesis 8:21: “Y olió el SEÑOR olor de reposo”. Este es el descanso en Dios, de la obediencia a Él, de la espera en Él; como aquel sacrificio de nuestro Salvador hecho una vez y para siempre, olor de reposo, olor de satisfacción al corazón de Dios. Cuando descasamos de nuestras obras para esperar que Dios obre de acuerdo a su voluntad en su tiempo y nos rendimos a Él, traemos ese olor fragante a Su olfato celestial.

Que el Señor nos enseñe a esperarlo a Él no importa cuánto se tarde, puede que sea mucho o poco, que el Señor nos ayude a detenernos y a preguntarle a Él. La ansiedad y la preocupación nos llevarán a cometer grandes equivocaciones. Aprendamos de Saúl y no permitamos que la desesperación nos robe la preciosa espera en Dios, el Señor siempre nos sorprenderá. Él llegará tarde que temprano y cumplirá lo que prometió, Él cumplirá Su propósito en nosotros.

Ayúdanos Señor a esperar en ti y a no actuar fuera de tu voluntad, danos la fe y paciencia de Cristo cuando seamos probados en el factor del tiempo.

“… aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará” Habacuc 2:3

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