APRENDIENDO A CAMINAR, NO A CORRER


En la Biblia no dice por ningún lado: “ayúdate que yo te ayudaré”, pero sí dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios…” Salmo 46: 10

¡Qué difícil es esto para nuestra carne! Deseamos ayudarle a Dios de alguna manera porque creemos que sus métodos no son los correctos, que su tiempo es muy lento. La prisa es el enemigo número uno de nuestra espera en Dios. Queremos un Dios al estilo Forrest Gump: “Corre Forrest, corre”.

Me causa curiosidad la lentitud de los métodos del Señor, nunca afanado. No iba al ritmo de los demás, iba al ritmo de su Padre. Mientras acusaban a la mujer sorprendida en adulterio, Él simplemente escribía en la tierra, no estaba ansioso por responderles; cuando le dieron aviso que Lázaro estaba muy enfermo, no corrió a verlo, se quedó dos días más; cuando le avisaron que su primo Juan el Bautista estaba en la cárcel, no salió deprisa a rescatarlo. Debió todo esto parecer muy raro a los ojos de los demás. Sin embargo, el Señor sabía esperar el tiempo de Su Padre en todas las cosas.

Como dijo mi amigo Andrés Cantor: “Corremos cuando debemos estar en el reposo de Dios, huimos cuando debemos estar en quietud”.

No es fácil frenar nuestra carrera desenfrenada en los asuntos de nuestra vida diaria. Cuántos viven estresados por el corre corre del día a día, llevamos locas agendas en donde no nos caben más cosas por hacer, y pensamos que esto es ser productivos, nos hemos creído el cuento que para obtener resultados hay que correr; sin embargo, tiene mucho más significado la trayectoria lenta. Llevamos al límite nuestra capacidad física y mental porque el mundo nos hace ver que así tiene que ser. Buscamos agradar a los demás, tener de alguna manera su aprobación, tanto deseamos llenar las expectativas de otros que vivimos como Forrest Gump ─corriendo─. Y así es en los asuntos con el Señor.

Dios está más preocupado por nuestro corazón, por nuestra transformación que porque cumplamos metas y llenemos requisitos. Dios va delante nuestro, no atrás, debemos bajar la velocidad e ir al ritmo del Señor, esto es esperar, esto es descansar en Él, ir a su paso, no al nuestro. Quizás los problemas de ansiedad y de insomnio en los seres humanos provienen de esta carrera sin fin de actividades por hacer, y más en el servicio al Señor, estamos más ocupados con el servicio que con el Señor del servicio, hay muchas Martas tratando de agradar a Dios con infinidad de actividades porque pensamos que así lo tendremos muy contento. El Señor ya no hace lista de chequeos con nosotros.

Con la prisa jamás logramos algo en el reino de Dios. Dios nos llama a esperar en Él, en sus promesas, en sus fuerzas, en su poder. Cuando sembramos papayas no esperamos que el fruto sea de la noche a la mañana, la maduración toma tiempo, la cosecha toma tiempo, se necesita la temporada ideal para que haya fruto. Nuestro crecimiento se da lentamente, sin afanes y sin prisas, pero nos perdemos la belleza del proceso por acelerados.

No nos gusta esperar, esto ha sido difícil para mí, pero todas las cosas que de verdad valen la pena toman tiempo. El Señor Jesús no es lento, Él va al ritmo del su Padre, no podemos afanar a Cristo y tratar de tomarlo del brazo para que vaya a nuestra velocidad, Él va a su propio ritmo.

Corremos y no caminamos, cuando deseamos que Dios conteste nuestras oraciones de inmediato y según nuestras preferencias naturales, y lo hacemos porque no hemos conocido sus caminos, porque no hemos aprendido a esperarlo a Él, a descansar en Él, no hemos aprendido que todo lo que nace de Él es espontáneo y trae vida, todo lo que nace de nosotros es muerte, lo que Dios promueve y nace de Su Espíritu tiene un gran valor eterno.

No es lo que hacemos para que las cosas sucedan, es lo que Dios hace para sorprendernos como menos lo esperamos. Él trabaja en nuestra espera, Él está detrás del telón haciendo su obra como nunca lo pensamos. Pero, siempre queremos controlarlo todo, manejarlo a nuestra manera, no nos podemos estar quietos, queremos ayudar a Dios. Que no se nos olvide que Él está en el trono y desde allí gobierna el universo entero y mi pequeño cosmos llamado vida.

Cuando aprendemos a soltar, a descansar y a esperar al Señor, cuando nuestra alma está en silencio y en reposo, y nuestro espíritu se fortalece en Dios, hasta nuestra salud física mejora, nuestro sueño es reparador, cada parte de nuestro cuerpo nos lo agradece. Dios está más ocupado en nuestro corazón, que de las actividades que hagamos en nombre de Él. Dios está más interesado en que nos sentemos a sus pies, lo escuchemos y lo conozcamos.

Si seguimos en esa carrera loca nos perderemos de escuchar Su voz e ir por donde Él nos lleve, nos perderemos de disfrutar la vida que nos ha dado con lo imperfecta que pueda ser, perderemos la oportunidad de saborear un buen café, degustar un buen postre, admirar un hermoso un atardecer y tantas cosas más.

Enoc caminó con Dios, la Biblia no dice: “Enoc hizo esto o aquello”, solo dice caminó con Dios y no quiere decir que no hiciera nada más, que no estuviera ocupado con sus labores diarias, solo que para el Señor es más importante esto que todo lo demás, su principal ocupación en medio de su vida diaria fue caminar con Dios.

Dios nos habla desde el susurro apacible, no desde el terremoto. Nuestra carne quiere correr, pero nuestro espíritu quiere caminar, y caminar lento, despacio para poder seguir su guía e ir a su paso. Dios es fiel para hacer en nosotros lo que nosotros no podemos en nuestras fuerzas. En su tiempo todas las cosas serán puestas en su lugar y cada cosa se hará conforme a sus propósitos eternos, no hay que correr, no hay que afanarse por el día de mañana, cada día trae su propio afán (Mateo 6: 34). Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Colosenses 3: 3).

¿Por qué hemos de vivir en ese desasosiego?, si aprendemos a confiar en Él y a descansar en su obra terminada, nuestra vida vivirá en un eterno sosiego así la tierra sea conmovida.

Que nuestra mente se calle, que nuestro corazón se silencie para escuchar el eco de su voz, que le bajemos la velocidad a nuestra vida, que aprendamos a esperar el tiempo de Dios y sus movimientos, que estemos quietos y conozcamos que Él es Dios y que puede hacer por nosotros lo que no podemos en nuestras fuerzas, Él nos revelará cuál es su voluntad en su momento si tenemos oídos para escucharlo. Pidamos un corazón dócil para Él.

Sigo aprendiendo a esperar, sigo aprendiendo a tomarme el tiempo de escuchar su voz en lo que Él quiere que haga, tanto en los asuntos grandes como en los pequeños, me cuesta, no solo por mí, sino también por la gente que me rodea, que no entiende esto y no va al ritmo de Dios, pero algún día ellos aprenderán que no pueden afanar a Dios y que no me pueden afanar a mí, yo me tomo mi tiempo y lo disfruto, que los demás esperen, yo sigo a mi Pastor por donde Él me lleve.

Y mientras estamos quietos en Él, Él trabaja en cada uno de nosotros y en nuestras circunstancias, no tenemos que hacer su trabajo, ¡¡uff, qué descanso!!

Hasta la próxima.

AL.

Comentarios

Entradas populares de este blog

SACANDO A LOS ÍDOLOS DE DEBAJO DE NUESTRAS FALDAS Por Adriana Patricia

NO DESPERTAR AL AMOR HASTA QUE EL SEÑOR QUIERA Por Adriana Patricia

EUNUCOS PARA EL REY Por Adriana Patricia