“Y le dijeron: He aquí hay con tus esclavos cincuenta varones fuertes; vayan ahora y busquen a tu señor; por ventura lo ha levantado el espíritu del SEÑOR, y lo ha echado en algún monte o en algún valle. Y él les dijo: No enviéis. Mas ellos le importunaron, hasta que avergonzándose, dijo: Enviad. Entonces ellos enviaron cincuenta hombres, los cuales lo buscaron tres días, mas no lo hallaron. Y cuando volvieron a él, que se había quedado en Jericó, él les dijo: ¿No os dije yo que no fuerais? 2 Reyes 2: 16 - 18
Hace unos días cumplí años y estuve llena de sentimientos encontrados, por un lado, estuve feliz, al ver la fidelidad de Dios con mi vida a través del amor de las personas que me lo agasajaron, sé que no pasó desapercibido para algunos y mucho menos para Aquel que me creó y me ama con amor eterno, desde que sus ojos vieron mi embrión, Él no me ha dejado; sin embargo, también tenía la nostalgia de la partida de Martica y de Odita una señora muy especial que me regaló su cariño por un buen tiempo.
Y el Señor me llevó a este pasaje de Las Escrituras en 2 de Reyes 2, Dios llamó mi atención en varios aspectos y uno de ellos tiene que ver con los cambios. Elías se había ido y Eliseo había tomado su lugar. Los hijos de los profetas querían buscar a Elías, pero Eliseo sabía que él ya no estaba, por eso les dice: “no vayan”; sin embargo, ellos insistieron y no lo hallaron. Eliseo lo vio irse, Elías ya no estaba.
Cuando la temporada esté cambiando no debemos temer, debemos alzar nuestros ojos a los cielos, el Señor está haciendo algo nuevo y pronto saldrá a la luz. Debemos seguir el sonido de su voz e ir por donde el Señor nos lleve. Sabemos que todas las cosas obran para nuestro bien. ¡Cómo duelen a veces los cambios!, dan miedo, pero cuán necesarios son para avanzar. ¡Qué difícil es disfrutar el ahora, cuando el pasado se interpone! El ayer debe descansar para poder vivir el hoy, para todo hay una temporada. Elías ya no estaba, ese ciclo se había cerrado, ahora Eliseo estaba en su lugar.
Los nuevos comienzos parecen fracasos y derrotas, pero no es así. Dios permite la pérdida o el cambio para hacer espacio a algo nuevo. Difícil de entender en sus primeros momentos. Los cambios nos ayudan a darnos cuenta que ahí es donde Dios nos quiere en este momento en particular.
Como dijo C.H. Spurgeon: “Si cualquier otra condición te hubiera sido mejor que en la te encuentras, el amor divino te hubiera puesto allí”.
O en palabras de Wayne Jacobsen: “Las uvas no madurarán en los desafíos del invierno, pero sin el invierno no habrá uvas en otoño, no te preocupes cuando la temporada cambie, solo busca lo que Jesús quiere hacer después”.
Esto es lo que debemos ver, lo que el Señor quiere hacer después. Se vienen tiempos difíciles en esta tierra, tiempos de cambios, tiempos en que desearemos con ansias la segunda venida del Señor Jesús; cambios no solo a nivel global sino a nivel de Iglesia y a nivel individual. La vida es un cambio constante. Quizás al observar nuestra vida hallamos que Dios nos está plantando en un lugar duro y difícil, pero aun en esos lugares sombríos, Dios está haciendo algo nuevo.
El pasado a veces se convierte en un verdugo que no nos deja avanzar hacia lo que Dios tiene por delante. Y para avanzar muchas veces se deben romper lazos con personas y cosas de ese pasado. Queremos mantener intactos esos lazos con el ayer, luchamos para que no se rompan, pero cuando se deshacen, sabemos que Dios está obrando algo nuevo.
A veces son los recuerdos agradables de tu pasado que te embargan, te llenan de nostalgia y te inundan de una tristeza constante, ese pasado no volverá, hay que avanzar, déjalo también en los brazos de Jesús. No podemos alimentarnos del ayer. Para cumplir con el propósito del Señor en nuestras vidas, debemos soltar, debemos dejar ir. Eliseo sabía que Elías ya no estaba, por eso les dijo a los hijos de los profetas: “ya no lo busquen, ya no está”. Insistir como lo hicieron ellos, es perdernos de lo nuevo que Dios trae para nosotros hoy, incluso en medio de la dificultad de estos días.
Las ovejas oyen Su voz y le siguen. Las temporadas de la vida van una detrás de la otra, los cambios son necesarios dentro de sus propósitos, Abraham avanzó, Josué avanzó, Eliseo avanzó. El viento de Dios había cambiado de dirección, la temporada había mudado, debía seguir adelante. Solo podemos dejar ir en las manos de Aquel que tiene el control de todas las circunstancias.
Dios hace nuevas todas las cosas, así los cambios sean dolorosos, Él nos hace perder nuestro sentido de pertenencia, de comodidad, de identidad, para obtener algo mucho más grande, para que regresemos a Él, nuestra ciudadanía está en los cielos, pertenecemos a otro reino. Nuestra meta final del camino es Él y de Él somos. Una muerte profunda a nuestra propia vida se necesita para recibir su vida, nuestra vida por la de Él. Debemos darle la bienvenida a lo nuevo que el Señor nos da, incluso cuando eso no haya estado en nuestros planes, sus pensamientos y sus caminos son más grandes que los nuestros. Debemos enfrentarnos a los desafíos que Dios nos tiene por delante porque lo haremos en las fuerzas de Él y a la manera de Él.
Dios está cambiando mi temporada en muchos aspectos y no sé por dónde me lleve el Señor, pero sé que su guía es el mapa perfecto, que todo está bajo su control soberano, no importa dónde me lleve, quizás no sea a donde quiero ir, pero sabré que siempre lo que Él me da es lo mejor, así mi mente y mi corazón le tome un tiempo entenderlo.
Muchas de nuestras expectativas y nuestros sueños se pueden romper, pero sé que de cada pedazo roto Dios hará un vitral hermoso; la muerte siempre antecede a la vida, y quizás esas expectativas muertas y sueños muertos traerán cosas nuevas a nuestras vidas que nunca pensamos. Debemos estar dispuestos a cambiar de dirección conforme el viento mueva nuestra vela, el Señor no solo es el capitán del barco, es el viento que dirige nuestra embarcación llamada vida. Y será un mejor lugar del que tal vez nunca pensamos; quizá este cambio también sea a nivel de mis escritos, no lo sé, solo sé que algo está cambiando, dentro de mí y a mi alrededor.
Dios está viendo más allá de nuestro instante presente, Él ve con visión 20/20, nosotros somos miopes, Él ve qué es lo mejor y lo más importante para nosotros, hay cosas que deben acabar, hay cosas que deben seguir su camino y buscar su norte. Eliseo les dijo que no fueran a buscarlo, él ya sabía que Elías no estaba; hay cosas y personas que pasan por nuestra vida por una temporada y no podemos intentar detenerlas y desear que se queden, todo es pasajero hasta lo que pensamos que nunca se va a ir. Cada temporada en importante y necesaria en nuestras vidas, si algo sé es que no podemos forzar a nadie ni a nada, las cosas de Dios se dan espontáneamente y siguen su rumbo. El Señor no tenía dónde recostar su cabeza, su lugar estaba donde el Padre lo requería. Así es para cada uno de sus hijos, nos movemos al ritmo de nuestro Padre.
Nuestros planes a veces fallan porque Dios tiene algo mejor para nosotros, este es el lugar y el momento donde Dios quiere que estés, Dios no cambiará nuestras circunstancias, nos cambiará a nosotros a través de ellas.
Somos sacados de un lugar para ser llevados a un mejor lugar en sus caminos, esto no lo entendió el pueblo de Israel, siempre desearon volver a Egipto, pero volver no es una opción en los planes de Dios, el reloj avanza, nunca retrocede. Aferrarnos al pasado o a lo mejor que vivimos en él es imposible, debemos avanzar en Sus planes y propósitos para nuestra vida.
Jonatán no pudo romper los vínculos con su padre y no llegó a ser el segundo al mando en el reinado de David; no podemos permanecer atados a nuestro pasado, si queremos lo nuevo que Dios tiene para nosotros, no podemos permanecer atados a nuestra carne, al mundo, ni a nada que no nos permite avanzar, los tiempos están cambiando ¿no lo has visto?, ruego al Señor que abra tus ojos espirituales y lo veas. Dios debe romper cada amarre que nos ata a lo que no permite que nuestro barco avance en los propósitos del Señor. A Jonatán le costó su vida. Si queremos su vida no podemos seguir atados a la nuestra.
Para caminar con el Señor y avanzar con Él es necesario dejar atrás muchas cosas, incluso las que son religiosas, pero detrás de ese abandono, detrás de ese precio hay un tesoro invaluable, una gran duna de riquezas escondidas, la vasta profundidad de la vida de Cristo, y a medida que caminemos en el Espíritu iremos descubriendo paso a paso estos ricos tesoros que solo se encuentran en Él.
Abraham caminó hacia el oriente, avanzó dejando atrás su sombra, avanzó, no se quedó. Los cambios a veces son dolorosos, son un callejón sin salida, pero debemos avanzar, cambiar de dirección conforme a lo que el Señor nos indique, nuestros Elías ya no están, nuestras ayudas humanas se están acabando, están envejeciendo, se están yendo, las cosas están cambiando en el mundo, en nuestra vida, ya nada es como antes, debemos avanzar confiados que no estamos solos, el Señor va delante nuestro y prometió que no nos dejaría, ni nos abandonaría.
En un momento de grandes cambios, de mucha tristeza y pérdida para el pueblo de Israel, Dios les dijo:
“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; presto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez pondré camino en el desierto, y ríos en la soledad”. Isaías 43: 18 - 19
Y también les dijo algo que es tan vigente para nosotros hoy:
“Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; para que no echéis a la mano derecha, y para que no echéis a la mano izquierda”. Isaías 30: 21
Oigamos el sonido de su voz y sigámoslo, dejemos ir a nuestros Elías, Eliseo es símbolo de resurrección y de algo nuevo, pronto saldrá a la luz.
Hasta la próxima.
AL
"Con el Señor lo mejor siempre está por venir". (Corrie Ten Boom)
ResponderEliminarAmén 🦋
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