CUANDO DIOS SE CONVIERTE EN NUESTRO ADVERSARIO Por Adriana Patricia
“Y el
ángel del Señor le dijo: ¿Por qué has herido tu asna estas tres veces? He aquí
yo he salido por tu adversario, porque tu camino es perverso delante de mí”
Números 22:32
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Y
antes de que alguien me diga, que eso fue historia patria de Balaam, les aclaro
que nuestro camino en Adán es perverso, por lo tanto, Dios se opone con todas
Sus fuerzas a nuestra carne y a la fuerza de nuestra vida natural.
Si
estudiamos el libro de Números capítulo 22, 23, 24 y 31 verso 16, vemos la
desastrosa vida de Balaam, un falso profeta. Era un solapado, como no pudo
maldecir al pueblo de Israel, supo cómo hacerlos caer a través de su consejo
para hacer fornicar al pueblo de Israel con las hijas de Moab. Causó una mezcla,
que él sabía muy bien que era prohibido por el Señor. Hizo caer en maldición al
pueblo de Israel por causa de su consejo.
Simplemente
él no era lo que Dios quería que fuera, fue desobediente, corrupto y lleno de
codicia en su corazón. Quiso estar en el primer lugar, quiso su propia gloria
antes que la Gloria de Dios. Hizo las cosas a su manera en contra de la
voluntad del Señor, hasta su asna habló, porque era obstinado, rebelde y terco.
Pero
no somos diferentes a él, así somos nosotros cuando nos negamos a obedecer a Dios
y a seguir sus ordenanzas, cuando el Señor ya ha hablado y le preguntamos que
nos confirme, que nos hable de nuevo, cuando Él ya ha dicho su palabra y
sabemos cuál es Su voluntad, y nos hacemos los sordos.
Solapados
somos cuando esperamos que Dios cambie de opinión pensando que Él es igual a nosotros.
Queremos que el Señor bendiga nuestra carne, queremos que Dios nos supla los
caprichitos como a niños mimados; cuando el Señor nos despoja de algo puede que
lo devuelva en resurrección o puede que no, solo debemos estar satisfechos con
lo que Dios nos da y punto; nos negamos a obedecer, cuando de antemano ya
sabemos lo que el Señor piensa acerca de un asunto y nos hacemos los tontos.
El asna de Balaam entendió más la palabra del Señor
que este hombre. Y nos preguntamos ¿por qué nuestras adversidades?, porque Dios
está aniquilando la vida de nuestra carne, la fuerza natural de nuestra alma, y
le echamos la culpa de todo al diablo, ciegos y descarados somos. A Dios le fue
mejor ese día con el asna que con Balaam, corazón de Balaam tenemos cuando
deseamos las cosas de Dios más que al Dador de ellas.
El
Señor ya le había dicho que no fuera y punto, pero se hizo el desentendido preguntándole
a Dios, y el Señor le dijo: “no vayas con ellos ni maldigas a mi pueblo porque es
bendito; ya había sido hablada la palabra del Señor, ¡qué más quería saber!,
esa era la palabra; pero actuamos igual que él sabiendo que lo que hacemos está
en franca desobediencia al Señor y le preguntamos una y otra vez que si esto o aquello
es Su voluntad. Es como si creyéremos a Dios un despistado que no sabe lo que
nos acaba de decir, Él no va a cambiar de parecer, los que no somos confiables somos
nosotros, los que cambiamos como el camaleón somos nosotros, no Él. Y Balaam vuelve
a preguntar y va al Señor nuevamente, conociendo la orden.
Hasta
que Dios dijo “ve”, pero hablarás lo que yo dijere, ya había desobedecido, ya había
sido rebelde. Pero en vez de arrepentirse y volverse de su terco camino, se fue
con ellos y el Señor se puso como adversario suyo “Y el furor de Dios se encendió porque él iba; y el ángel del Señor se
puso en el camino por adversario suyo; y él iba cabalgando sobre su asna, y con
él dos criados suyos” Números 22:22.
Le
pudo más la codicia que obedecer.
Y
el asna se quedaba quieta y se salía de camino, y este con su falta de
discernimiento, en vez de devolverse y entender qué estaba pasando, golpeaba a su
pobre animal, así somos nosotros cuando hemos desobedecido y sabemos que es así,
le echamos la culpa a los demás y nos hacemos los de la vista gorda; vemos como
Dios nos cierra las puertas, nos pone obstáculos y todavía somos tan absurdos
de reprender al diablo porque nos esta siendo de adversario, ¡ay hermanos! Dios
está siendo nuestro adversario porque amamos nuestra propia voluntad, porque
nos encanta hacer las cosas a nuestra manera. Por eso el pie de Balaam fue
apretado por el asna, no solo porque estaba literalmente contra la espada y la pared,
sino porque nuestro camino es perverso y queremos hacerlo todo a nuestra
manera, nuestros pies corren no tras la voluntad del Señor, sino tras nuestra voluntad.
El
asna no hallaba donde meterse y este ciego seguía azotándola, tenía más temor
de Dios el asna que este asolapado. Y Dios abre la boca al asna; ¡cuántas veces
Dios tiene que abrir la boca del mismo impío para que entendamos que lo que
estamos haciendo es locura, que estamos siendo ciegos y rebeldes ante la Palabra
del Señor!
Él hablaba
con Dios y escuchaba Su voz, pero no le fue suficiente para obedecer, la codicia
de su corazón no lo dejó, el asna vio al Señor y cayó despavorida; es una historia
terrible de cómo somos nosotros en Adán, y si el asna no se hubiera apartado,
el ángel hubiera matado a Balaam y al asna hubiera dejado viva, ¡qué tristeza!
Pero
no le bastó con oír las bendiciones de Dios sobre Su pueblo y el saber la
voluntad de Dios sobre ellos, sino que como no pudo maldecirlos, entonces aconsejó
a Balac cómo hacerlos caer en maldición. Un ciego codicioso y lleno de
corrupción por dentro. Pero nosotros en Adán no somos diferentes.
Por
eso el Señor debe quebrantarnos como se quiebra el vaso del alfarero “Y vuestro quebrantamiento, será como
quebrantamiento de vaso de alfarero, que sin misericordia lo hacen pedazos; ni
entre los pedazos se halla un tiesto para traer fuego del hogar, o para coger
agua de pozo” Isaías 30:14.
El
Señor no va tener misericordia de la vida de Adán en nosotros, nuestra carne no
será tratada como osito de peluche, porque carne y sangre no pueden heredar el
reino de Dios; la disciplina del Señor quiebra nuestra carne y la fuerza de nuestra
alma. Dios tiene que quebrantar en nosotros lo que se opone a Dios y a Su
gobierno, nosotros somos esos anticristos cuando deliberadamente hacemos caso
omiso al gobierno de Cristo en nuestras vidas. Somos como Balaam cuando buscamos
la preeminencia y la exaltación y no buscamos la gloria de Cristo en nosotros,
sino la gloria de los hombres. Cuando mezclamos lo santo con lo profano, cuando
mezclamos la fe con nuestra carne y creemos que hablamos de parte de Dios, y
hacemos las cosas creyendo que Dios las está aprobando. El Señor debe
quebrantar nuestro orgullo, la autoexaltación, la arrogancia disfrazada de
humildad; el yo debe ser echado por la borda. No somos ningunos “Jehová junior”
como predica un hombre en televisión. El humanismo debe ser destruido por
completo en nosotros.
Todo
eso y más, debe ser quebrado por el Señor, como se quiebra un vaso de barro. Dios
se convierte en el adversario de nuestra carne para deshacerla y vencer la
fuerza de nuestra alma, Dios debe derribar el ídolo que hemos hecho de nosotros
mismos y de lo que nos ha otorgado. Balaam estaba muy orgulloso de su don, pero
era un profeta falso, como lo somos nosotros cuando decimos amar a Dios pero hacemos
lo contrario a Su voluntad “¿Por qué me
llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?”, Lucas 6:46.
Escuchamos
nuestra voz y creemos que es la voz de Dios. Profetas falsos somos. Dios debe
dar el golpe mortal a nuestra propia vida, y por eso se convierte en el adversario
de nuestra carne, así que ya dejemos de echarle la culpa al enemigo de los obstáculos
en el camino, porque es Dios que está siendo el adversario para vencernos en
nuestro propio caminar.
Hubo Uno que entró en Jerusalén sentado en un Asna, que fue
obediente hasta la muerte y nunca buscó Su propia gloria sino la gloria de Su
Padre, que diferente el cuadro, ¿verdad?
Dice Michael Clark en su artículo “El último dios por quitar”: “Nuestro
Señor se “despojó de Su propia reputación”. No vino a ganar amigos o para
influenciar enemigos, o para usar el poder del alma para conseguir un gran
grupo de seguidores. Jesús no rindió servicio al ojo y tampoco agradó a los
hombres. Sus ojos estaban entrenados en el Padre, y solo hacía lo que veía
hacer al Padre. ¿A quién rendía cuentas Jesús? ¿A quién honraba? ¿De quién
recibía honra?... El camino de Cristo es menguar, no aumentar. Es el camino del
servicio humilde, no el del gobierno. Es el camino de la Cruz, no el de tronos
dorados ni el de las poses sobre los sacerdotes de Dios".
Dios
nos quiere llevar a la perfección, a la plenitud de Su Hijo, pero para eso debe
dar el golpe mortal a nuestra vida, a la vida en Adán. Y mientras sigamos en
esta tierra y tengamos esta vida natural, seremos quebrantados y disciplinados
una y otra vez, por lo tanto, el Señor se convertirá en nuestro adversario, Su rostro
será como un pedernal para nuestra carne, pero es un rostro de amor para hacer
de nosotros vasijas de barro nuevas.
Pero
hay un promesa para los que nos sometemos a los tratos de Dios, al quebrantamiento
de nuestra vida y a la disciplina de nuestra alma, “Y la luz de la luna será como la luz del Sol, y la luz del Sol siete
veces mayor, como la luz de siete días, el día que soldará el Señor la quebradura
de su pueblo, y curará la llaga de su herida” Isaías 30:26.
Y estamos entrando en ese día, pero mientras
tanto dejémonos corregir y quebrantar por Él, neguémonos a desobedecer Su voz,
dejemos que Él nos enseñe obediencia. Un hermano en Cristo dice que lo peor en
el mundo no es el sufrimiento, sino la desobediencia a Dios. Que el Señor mate
el espíritu de Balaam en nuestros corazones.
Excelente , yo estaba hablando de eso de que muchas veces nosotros queremos que Dios haga es la voluntad de nosotros y no nosotros hacer la voluntad de Dios , pero ahí es cuando Dios tiene que romper esa vasija de barro y volverla hacer, rompe todas esas estructuras y todo mal pensamiento.
ResponderEliminarAsí es mi Cayita, para aprender a hacer la voluntad de nuestro Padre, tenemos que ser quebrantados en nuestra vida natural, solo hasta cuando Cristo sea formado en nosotros, podemos de manera espontánea hacer la voluntad del Señor, porque será la naturaleza de Cristo en nosotros que hará esa preciosa voluntad. Y esa es la labor del Espíritu Santo en nosotros, forjar a Cristo en nuestro interior, y para eso debe quebrarnos una y otra vez.
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