2da PARTE PROFUNDO MUY PROFUNDO Por Adriana Patricia
Sé que en estos días
he estado escribiendo mucho, pero no se preocupe, en algún momento usted podrá
leer, siéntase en la libertad de Cristo de hacerlo o no hacerlo, según las
indicaciones del Señor. No siempre escribo con la misma velocidad, solo cuando
el viento del Espíritu sopla y escucho Su voz, porque hay momentos de profundo
silencio, de sequedad, donde Dios tiene que venir y saciarme con su Agua,
momentos de quietud y de espera en Él.
Esta es la segunda
parte del artículo “Profundo muy profundo” que les quedé debiendo.
Han sido días de
profundo aprendizaje de los caminos del Señor y de Sus tratos con cada uno de
nosotros, mi carne es expuesta y desafiada cada vez más, el Señor ha estado
sacando a la luz cosas de mi propia vida en la cotidianidad de cada día, cosas que
Él tiene que tratar con su amorosa severidad para despojarme de todo lo que no
sea Cristo, para conformarme a Su imagen.
Dice el Señor en
Deuteronomio 7: 1 – 5:
“Cuando
el Señor tu Dios te lleve dentro de la
tierra donde estás a punto de entrar y que vas a poseer, él te abrirá camino
quitando de tu paso a muchas naciones: los hititas, los gergeseos, los
amorreos, los cananeos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos. Esas siete naciones
son más fuertes y numerosas que tú.2 Cuando
el Señor tu Dios las entregue en tus manos y
las conquistes, debes destruirlas por completo (El término hebreo empleado aquí se refiere a la
consagración total de cosas o personas al Señor, ya sea destruyéndolas o
entregándolas como ofrenda; también en 7:26). No hagas tratados
con ellas ni les tengas compasión.3 No
te unas en matrimonio con su gente. No permitas que tus hijas ni tus hijos se
casen con los hijos o las hijas de esas naciones, 4 porque ellos harán que tus hijos y tus hijas se
aparten de mí para rendir culto a otros dioses. Entonces el enojo del Señor arderá contra ti, y pronto te destruirá. 5 Lo
que tienes que hacer es destruir sus altares paganos, hacer pedazos sus
columnas sagradas, derribar sus postes dedicados a la diosa Asera y quemar sus
ídolos” (Versión NTV).
El libro de Deuteronomio no es tan apreciado por muchos, porque pone
en evidencia nuestra vida natural; sin embargo, en este precioso libro Dios es
manifestado y Cristo revelado. Deuteronomio revela a Cristo como nuestro Todo,
como el único objetivo en nuestra vida, porque Él es esa buena Tierra, la
tierra de Canaán es un tipo de Cristo. Cristo es el camino, la vida, las
fuerzas y todo lo demás para alcanzar ese objetivo de Dios, que es Cristo
mismo.
Este precioso libro no es solo para Israel, es para cada uno de
nosotros, pues este libro manifiesta lo que somos en la vida de Adán. Así que,
cuánto más vemos lo que somos, más podemos ver nuestra incapacidad de llenar las
expectativas de Dios en nosotros mismos.
En este libro quedamos desnudos, al descubierto ante un Dios Santo
y Justo, y vemos que solo a través de la Vida de Cristo podremos llenar los requisitos
de Dios; porque la ley, los mandamientos, los estatutos y todas las ordenanzas
del Señor son Cristo mismo. Solo tenemos que asirnos de Su vida, de Cristo
mismo, porque solo Él llenó y llena las expectativas de Dios Padre. Cristo es
la Palabra Viva, Dios se ha hecho manifiesto en una Persona, no en un libro, la
Palabra escrita es maravillosa, pero no es un manual de instrucciones a seguir,
ni de normas morales o éticas, es el mapa que nos muestra un destino, una
persona de principio a fin, a Cristo mismo.
“En el principio ya era la Palabra, y aquel que es la Palabra era con el Dios, y la Palabra era
Dios…Y aquella Palabra fue hecha carne, y habitó entre nosotros; (y vimos su
gloria,) gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” Juan
1: 1, 14 (Versión JBS 2000).
Toda palabra es dada por el aliento
de Dios (2 Timoteo 3:16), el griego dseópneustos
significa
divinamente soplada, alentada. Entonces nosotros simplemente inhalamos lo que
Él ha exhalado. Qué maravilloso mis hermanos, tenga en cuenta esto la próxima
vez que lea su Biblia. Y esta Palabra escrita que inhalamos se convierte en
Vida, en el Espíritu, es a Cristo mismo que inhalamos, porque solo a través de
Él podremos cumplir los requisitos y expectativas de Dios Padre.
Cristo es la Vida que recibimos, es el suministro de Vida que nos
ha sido dado, todo viene de Su vida resucitada, Él es la gracia que Dios Padre
nos otorgó, Cristo por Su vida resucitada es Espíritu vivificante que vive en
nosotros para que vivamos en esa Vida de resurrección (1 Corintios 15: 45).
“Con Cristo estoy juntamente colgado en el madero, y vivo, no
ya yo, sino vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí” Gálatas 2:20 (Versión JBS
2000).
Es por la vida de Cristo que debemos vivir nuestra vida cristiana,
fuera de Él no tenemos nada, no somos nada, comenzamos nuestro camino de fe por
la Vida de Cristo, a través de Su Espíritu y así debemos seguir en nuestro peregrinaje.
Servirlo, amarlo o tratar de obedecerlo por nosotros mismos es abominable a los
ojos de nuestro Padre, todo es por Cristo y tenemos a nuestra disposición todo
lo que es Él para esto (Romanos 11: 36).
Y aunque por fe nos hemos identificado con la muerte de nuestro
Señor Jesús, creyendo que todo el cuerpo del pecado fue removido de nosotros, y
que nuestro viejo hombre fue colgado en el madero (Romanos 6) y también por fe
nos hemos identificado con Su Vida Resucitada, siendo considerados justos
delante de Dios por la obra de Cristo, todavía hay elementos de la vieja
creación que el Señor debe tratar con nosotros, pero ahora el Señor lo hace con
base en la Justicia de Cristo y todo esto lo hace para conformarnos a la imagen
de Su Hijo, porque es la naturaleza del Señor Jesús la que vence nuestra vieja
naturaleza.
El Señor les habló muy claro que no debían tener alianzas con las
naciones impías, ellos debían destruirlas por completo y mucho menos debían emparentar
con ellos, no debían dar sus hijos a sus hijas, ni sus hijas a sus hijos, porque serían desviados del Señor e irían
tras sus dioses. No era que Dios fuera
intransigente, caprichoso y cruel, era que están naciones eran diabólicas y se
habían mezclado con demonios, por eso debían ser totalmente exterminadas. Ellos
tenían que destruir sus altares, sus esculturas, sus bosques deberían ser
cortados, sus imágenes quebradas y sus dioses quemados, todo tenía que ser
destruido, no algunas cosas, todo era todo.
Dios los había escogido para ser su especial tesoro, ellos eran su
posesión, por amor los escogió, por ser una nación insignificante los miró el Señor
(Deuteronomio 7: 6 – 8). El Señor les prometió que los bendeciría si guardaban
Sus estatutos, Sus mandamientos y Sus derechos. Recordemos que las bendiciones
de Dios podemos obtenerlas solo a través de la Vida de Cristo, Dios Padre está
con nosotros en Cristo. Dios Padre amará a aquellos que aman a Su Hijo (Juan
16: 27).
Pero, aquí está el meollo del asunto. Pronto los hijos de Israel transgredieron
este mandamiento y no hicieron lo que el Señor les ordenó. Y uno de ellos es el
rey Salomón. He estado estudiando la vida de este rey y no lo hago para
juzgarlo, sino para ver mi propio yo a través de él. Lo primero que hizo al ser
nombrado rey fue casarse con la hija de Faraón, rey de Egipto, hizo una
parentesco, algo que estaba prohibido por el Señor, como los vimos en
Deuteronomio 7.
De ahí para adelante ya conocemos la historia, tuvo muchas
princesas y concubinas, y todas ellas hicieron que su corazón se dividiera y se
fuera tras dioses ajenos. Esto que hizo fue grave a los ojos del Señor. Qué
fácil podemos desviarnos del propósito del Señor, si nos soltamos de la Vid y
confiamos en nosotros mismos y le damos lugar a nuestra carne (Juan 15: 5).
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del
Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo
que quisiereis” Gálatas 5:17 (Versión RVR 1960).
David, el padre del rey Salomón, fue un hombre conforme al corazón
de Dios, pero enormemente afligido, fueron muchas las adversidades por las que
tuvo que pasar; qué diferente de su hijo, dicen Las Escrituras que él tuvo
reposo por todas partes, que ni adversarios ni mal encontró (1 Reyes 5: 4),
solo hasta cuando Dios se le llenó la copa por su desobediencia, fue que el
Señor le mando Sus aguijones.
Hermanos, las aflicciones son necesarias para salir de nuestra comodidad,
porque cuando todo va bien, qué fácil es soltarnos de la mano del Señor, comenzamos
a confiar en nosotros mismos, por eso el Señor envía adversidades, aflicciones,
Sus correcciones, angustias y demás, porque todo eso nos llevará a depender del
Señor sin soltarnos, comenzamos a tener una necesidad urgente de Su presencia. En
Las Escrituras hemos leído acerca de muchos siervos del Señor y de cómo fueron
llevados a ser quebrantados en la profundidad de su alma y allí en la sombra,
en la oscuridad de sus vidas, encontraron a Dios mismo.
Estas siete naciones mayores y más fuertes que el pueblo de Israel
representan la vida de Adán en nosotros, la vida de nuestra carne. Cuando
estaba en las congregaciones religiosas siempre se me dijo que estas naciones
representaban al diablo, y sí, también es verdad, pero hay un demonio más
feroz, más fuerte y más asqueroso que debe ser mutilado de nosotros y ese
demonio es nuestro propio yo. La carne es el vivir del viejo hombre, la vida
del alma es la expresión del viejo hombre y el yo es la expresión de la vida
del alma con toda su manera de pensar y de actuar.
Cuando se tiene la vida de Cristo se tiene que repudiar la vieja
vida. Si la vida de Cristo es nuestra
vida ahora, la labor de Su Espíritu es acabarla por completo y Su Espíritu
trabajará continuamente para que esto sea así, por eso debemos cooperar con Su
Espíritu y no resistirnos a los fuegos de Sus tratos. Aunque seamos de Cristo y
Cristo esté en nosotros, hay cosas que el Señor debe tratar con nosotros día a
día, y aunque la carne ya no tiene poder sobre nosotros, ella siempre tratará
de volver a su lugar.
Sin embargo, hay cosas que todavía están ocultas en nuestra vida,
todavía el Señor debe aplicar Su corrección a ciertos asuntos de nuestra
existencia, y si nosotros no permitimos al Señor acabar con esto, esto acabará
con nosotros. Entre más no acercamos a la luz, más vemos las tinieblas en
nosotros, entre más semejanza tenemos de Cristo, más vemos nuestra diferencia
con Él. El Señor tratará toda la vida con las cosas que vienen arraigadas en la
vida de Adán, es un trabajo del Señor amputar el yo y arrancar todo lo que no le
agrada de nosotros, todo lo removible en nosotros tendrá que ser removido. El
Señor les dijo que echaría de a poquitos delante de ellos a los gentiles (Deuteronomio
7: 22), así lo hace con nosotros, la muerte a nuestra propia vida es día a día a
fuego lento.
El yo es muy sagaz y sutil, siempre quiere ganar, al yo le gusta
llamar la atención, le gusta sentir lástima de sí mismo, le gusta hacerse la víctima,
le gusta que todo gire alrededor de sus caprichos y antojos, le gusta hacer su voluntad,
le gusta autosatisfacerse, es autosuficiente, no quiere perder, se quiere
imponer, quiere llevar siempre la contraria, no se quiere dejar gobernar, es implacable, tiene
su propia manera de hacer las cosas, se cree el juez, es crítico por
naturaleza, piensa a su manera, es hipócrita, es egoísta, se muere de envidia,
es contencioso, lo embargan los celos, se miente a sí mismo, escucha su voz y
cree que es la voz de Dios, porque se cree dios, se viste de espiritualidad y
de religión para tapar su verdadero rostro, es decir la esencia del yo, su raíz
es el orgullo (es el veneno de la raza de Adán y como dijo C.H. Spurgeon “el
orgullo se viste de harapos”), realmente nuestro yo es asqueroso y hasta que no
lo aborrezcamos con todo el corazón, el Señor no dejará de trabajar en nosotros.
Hay muchas cosas ocultas en nosotros que no conocemos. Hay cosas
totalmente arraigadas en nosotros que necesitan ser expuestas para ser
arrancadas desde sus raíces, nuestra carne debe ser desafiada por el Señor
constantemente.
“Examíname, oh Dios, y conoce
mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí
camino de perversidad, y guíame en el camino eterno (o antiguo, como en
Jeremías 6:16)” Salmo 139: 23 – 24 (Versión JBS 2000).
“El crisol para la plata, y la hornaza para el
oro; mas el Señor prueba los corazones” Proverbios 17: 3 (Versión JBS 2000).
A veces queremos salir del camino angosto, porque nos da miedo el
trato personal de Dios con nuestra vida. Como Lot, le decimos al Señor “déjanos
ir a nuestro Zoar”. Zoar significa “pequeño”,
también significa “humillar,
menoscabar”. Sin embargo, Dios no nos deja ir allá para salvar nuestra
vida. Lot pensó que yéndose para allá iba a salvar su alma, pero el Señor dijo
que el que quiera salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida por causa
de Él, la hallará (Mateo 10:39 - Génesis
19: 20).
El Señor no avanzará en nosotros y con nosotros, hasta que no
seamos abatidos y nos demos cuenta que en nosotros no hay nada bueno que acepte
Dios Padre, por lo tanto, nos dejará habitando en cavernas hasta que aprendamos
a escuchar Su voz y aprendamos que no hay nada aparte de Cristo y todo el
propósito de Dios se basa en que Cristo sea revelado a nuestras vidas y que
podamos ser conformados a Su imagen. Lot siempre estaba buscando el camino
fácil, al igual que nuestra propia vida, el yo siempre se quiere resguardar, el
camino estrecho no permitirá que nada de nosotros sobreviva.
Hay gentiles cananeos que todavía habitan en nosotros y tienen que
ser desalojados sin piedad, hemos hecho alianzas con nuestra carne, le hemos
cedido terreno y hemos dejado algunas cosas de ella, nos hemos emparentado de
alguna forma con ella y esto desagrada el corazón de Dios. El Señor es
tolerante y alarga la cuerda, pero en algún momento tirará de ella. El Señor nos envía aflicciones para sacar a
sus enemigos, para exponer nuestro yo y para aplicar Su corrección donde sea
necesario, envía avispas.
La abeja pica una sola vez, pero la avispa pica numerosas veces porque
su aguijón es liso. El Apóstol Pablo habló de su aguijón en la carne, el Señor tuvo
que debilitar completamente a este hombre, para darle Su gran revelación (2
Corintios 12: 7 - 10). La avispa también se alimenta de carroña. Su picadura es
dolorosa y deja un halo rojizo, pero no es mortal a menos que la persona sea
alérgica.
Saben queridos hermanos, a veces quisiera retirarme a vivir a una isla o quizás a una montaña sin muchos problemas y sentarme a escribir
oyendo solo el canto de los pájaros y con una taza de café a mi lado, sin
ningún tipo de inconveniente; pero qué ilusa soy, muy irreal mi pensamiento. Dios hace su trabajo en medio de gente
complicada, de gente que nos causa dolor de cabeza, de circunstancias
difíciles. A no ser que en la isla se unan todos los animales silvestres y me
hagan la vida imposible o en la montaña me tope cada día con un enjambre de
abejas o algo así.
Dios envía aflicciones cada día a nuestras vidas, Sus avispas
aparecen cuando uno menos se lo espera y cómo incomodan a nuestra carne
¿verdad? Cada uno de nosotros tiene su propia avispa o avispas, porque ellas
nos llevan a Él y hacen la labor de aniquilar todo lo que quede de la vida de
Adán en nosotros.
Puede ser un familiar muy querido, un hermanito en la fe, un amigo
cercano a nuestro corazón, pero que nos hacen la vida un poco difícil, cruces muy
pesadas de llevar, pican una y otra vez, no matan, pero dejan un dolor muy
grande. O tal vez un vecino, ¡ay! esos sí que han sido mis aguijones durante
los últimos años y cada vez que pienso que ya el Señor terminó conmigo, aparece
otro vecino más cansón que el anterior, cuyo aguijón en más grande y hace salir
el monstruo de la caverna que hay en mí y es como si el Señor me dijera: “ahí está, te falta más”. Ay
hermanos, qué bella labor de nuestro Señor, pero cómo duele. Gloria a Dios.
O quizás viene la avispa de la escasez, de recibir el sustento diario
del Señor, sin esperar ninguna ayuda humana. O que me dicen de las avispas en
el cuerpo, cuando no le duele a uno una cosa, le duele otra o aparece una enfermedad
tras otra y así sucesivamente.
Las avispas desintegran nuestra propia vida, las aflicciones nos
enternecen para escuchar la voz de Dios, nos hacen obedientes y sumisos al Señor
y nos quebrantan de tal manera que podemos emanar el aroma de Cristo. Nos llevan
a depender de Él y no de nuestra carne, sacan a luz nuestras tinieblas, nos llevan
a una vida de total confianza y dependencia del Señor, para apoyarnos únicamente
en Él y en nadie más, y nos llevan a ser semejantes a Cristo. Solo a través de
estas aflicciones nuestra carne es mortificada y aniquilada.
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser
causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a
los que en ella han sido ejercitados”. Hebreos 12: 11 (Versión RVR 1960).
Dios ha tenido que nublar nuestros horizontes de alguna manera y
en algún momento de la vida, ha tenido que derribar nuestras ilusiones, sueños
y expectativas, y ha tenido que afligirnos de muchas maneras, pero lo hace
porque nos ama. Las avispas son enviadas por Él (Deuteronomio 7: 20), vienen de
nuestro Buen Padre que sabe lo que hace, siempre para bien, nunca para mal.
Sé que esta palabra no es de aliento, porque todo esto conlleva
vaciamiento, humillación, sufrimiento y quebrantamiento, pero es de suma
importancia que como hijos de Dios la lleguemos a digerir, porque el Señor no
nos dará nada que alimente nuestra carne ni para complacer y fortalecer nuestra
vida natural, nada es nada. Pero hay una justificación para todo esto y el
Señor puede entrar y justificarse, porque lo hace para que sea todo de Cristo y
nada de nosotros. Por eso es un proceso
muy profundo y muy real.
Quiero dejarles un extracto de un escrito de T. Austin Sparks, que
ayuda mucho a este tema, no soy seguidora de Austin, pero he encontrado en sus
escritos centrados totalmente en Cristo, la guía del Espíritu Santo y el Señor
los ha usado en este momento de mi vida para ser ese doble testigo de lo que Él
me está hablando y han sido de bendición en medio del crisol de la aflicción.
“… Te he refinado, pero no como la plata. Te he
probado en el horno del sufrimiento. (Isaías 48:10 GW). El horno de la aflicción
es para aquellos que por la fe están en Cristo. ¿Qué pasa en el horno de la
aflicción? ¿Qué es lo que se trata en el fuego? ¿Eres tú, y soy yo, refinado en
el fuego? ¿Estás refinado en el fuego? ¿Soy refinado en el horno de la
aflicción? ¡Yo digo que no! enfáticamente NO. Si decimos, "¡Sí!"
Bien, veamos el horno de la aflicción, en el fuego con el metal en el crisol.
¿Qué está haciendo con ese metal? Bueno, dices, calienta el fuego intensamente
y toda la inmundicia, la corrupción sale a la superficie; esto se quita, y
cuando ese proceso se ha llevado a su fin, ¡queda oro puro! Entonces, si dices
que eres tú o yo, tendrás que abandonar tu doctrina de la depravación total y
tendrás que volver al lugar donde dices que hay algo bueno en nosotros, después
de todo. ¡Tendrás que decir que hay cosas buenas y malas en nosotros, y el
horno de la aflicción es sacarnos la maldad y dejar la bondad! ¿Es esa
verdadera doctrina? ¡No! ¡El horno de la aflicción no es para sacar lo malo de
nosotros, para dejar lo bueno que hay en nosotros y asegurarlo! Entonces, ¿cuál
es su propósito? ¿Es para refinar a Cristo en nosotros? ¡No necesitamos
discutir eso! ¡Cristo no necesita refinación! ¿Para qué sirve? ¡Es dividir
entre lo que somos nosotros en la naturaleza caída, y lo que es Cristo, y
deshacernos de uno para dar lugar al otro! El horno de la aflicción es la
aplicación de la Cruz para deshacerse de ti y de mí, a fin de dejar todo el
lugar para Cristo. Es la medida de Cristo que Dios busca, no para interponerse
entre lo bueno y lo malo en nosotros, sino para interponerse entre lo que es
Cristo y lo que somos nosotros mismos. Eso es lo que el Señor está haciendo. Él
está para aumentar a Cristo, y para hacer eso tiene que desplazarnos a nosotros
mismos, a la vieja creación. Es toda la medida de Cristo en este reino. El
reino de Dios no va a ser el yo refinado, el yo reformado o cualquier tipo de
parche del yo. Va a ser nada de sí mismo y todo de Cristo…“
“Señor descubre lo que hay en lo profundo de nuestro corazón, que
todo lo que no sea semejanza a Cristo en nosotros sea arrancado sin piedad. Es
un trabajo aniquilador y un proceso muy fuerte y doloroso, pero sabemos que tú
lo harás con tu amor, nos rendimos a Ti para que lo hagas, gracias Señor, amén”.
Con amor, su hermana en Cristo.
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