EN LA ESCUELA DEL DOLOR Por Adriana Patricia
Hace exactamente seis años pasé por el horno de fuego y el desierto más fuerte, que quizás haya tenido hasta ahora en mi caminar con el Señor. Este libro nació de esa experiencia, y fue plasmada cada una de las enseñanzas recibidas por mi Padre a través de todo este valle de lágrimas. Hoy puedo decir que a pesar de haber pasado por este horno, no salí chamuscada, salí vaciada de mí misma, encontré las profundidades de Jesucristo y mi vida fue triturada para llevar el dulce aroma de Jesús.
Este libro ha sido de gran bendición a muchas vidas, así que espero que aquellos que lo lean puedan ser penetrados en la Escuela del dolor, para encontrar la profundidades de Jesucristo y ser llevados a la muerte final de su propia vida.
Quiero compartirles lo que una lectora muy especial dijo en el lanzamiento de este libro, para que se animen a leerlo.
Quiero compartirles lo que una lectora muy especial dijo en el lanzamiento de este libro, para que se animen a leerlo.
LANZAMIENTO
LIBRO EN LA ESCUELA DEL DOLOR
noviembre 21 de 2015
“El Señor nos ha enriquecido
a través de nuestras pérdidas
Y nos ha hecho saludables
gracias a nuestras enfermedades”
Charles Spurgeon
De niña, siempre que leía un libro miraba
la contraportada, obedeciendo a una gran curiosidad por ver la cara de quien me
hablaba tan directamente. Y claro, casi
siempre se trataba de alguien lejano, hombre, que por lo general había vivido
en una época pretérita, alguien inalcanzable, tanto por el tiempo como por el
contenido y el ejemplo. Eran figuras de
autoridad que me señalaban rutas que algún día, quizás cuando llegara a ser
adulta, el deber me impulsaría a tomar.
“En la escuela del dolor” es un libro de
conclusiones, que habla de un aprendizaje en una escuela muy particular. Una
donde no nos queremos matricular por nuestra propia voluntad. Muchos pasajes
bíblicos que aquí se citan tomaron vida y sentido sólo después de haber seguido
la historia, pues parecieran ser el resultado de la experiencia de esa autora
que ni siquiera está en la contraportada, con la que me he reído hasta el
llanto, tan cercana como para confidencias, alguien que no me “enseñalaba” como
los primeros autores, sino que abrió su corazón desde la transparencia del
entrenamiento recibido, sin medir apariencias ni encumbrarse como maestra de un
proceso en el que se muestra tan alumna como cualquier lector de esta obra lo
será.
Con su visión de estudiante me ha invitado
a imaginar que cuando el dolor toque a mi puerta no me encuentre huyendo por
los techos ni recitando versículos que no entienda, sino confiada en el poder
de nuestro Dios real, soberano, amante y misericordioso que también por este
medio se está dando a conocer a cada uno y cada una de nosotras.
Aquí hay alimento para quien ha perdido,
para quien no considera justo algo, para quien se ha desprendido sin haber
querido hacerlo, para quien logre llegar a avergonzarse de hallarse tan
autónomo frente a un Dios que es autoridad y amor, para quien no ha encontrado
consuelo y ha pensado que Dios se ha ensañado con él o ella. También para quien
crea que no necesita aprender, pues su tono es tan sencillo que sabe sembrar lo
innegablemente real.
En estas páginas encontré una historia que
no era mía pero se volvió propia a través de Sus manos sabias, Su corazón
incondicional, Su orden de vida, Su reto de amor en la pérdida (volver al
epígrafe de Spurgeon). Su amor constante de Padre.
Aquí hallé con claridad que la aceptación
es parte fundamental del caminar con Dios.
Avanzando en la lectura encontré a Manolo,
lo conocí, aplaudí sus comentarios, sus decisiones, deseé con él no morir y aferrarme a la vida, tuve
rabia y desconsuelo, tuve miedo de dejar todo esto que tan fácilmente se cree
propio, como él ¡tuve tanto dolor de pensar en el dolor causado por mi
ausencia!...pero también con él vi posible que un día, aunque todo esto pase o
me pase, hay una perfección que nos espera y que se va alcanzando
progresivamente en la medida en que la muerte vaya surtiendo su efecto en
nuestro orgullo, poder, éxito, convicciones, planes, inseguridades y
seguridades. Es increíble cómo Manolo
nos resume. Es bonito y valioso cómo Adriana nos aconseja y precede en un
camino inesquivable.
¡¡Hay apartes con los que me identifiqué
tanto!! (pág. 29 abajo, pág. 51 abajo, pág. 113 abajo).
Quiero resaltar no sólo el libro como
producto de obediencia a la necesidad de escribir la historia y rearmarla en la
mente con el desgarro del corazón pero con el aliento de Cristo, sino hablar
del hecho mismo de haberlo escrito.
¿Cuántos de nosotros, cuántas de nosotras
no hemos tenido un sueño, eso que nos hincha el corazón literalmente, como un
llamado casi siempre acallado, amansado para vivir entre paréntesis?¡¡¡Y la
vida nos muestra a través de los logros de otros que esa era la voz interior a
seguir desde un principio!!!
¿Qué tal si este libro hoy nos reta a
tomar el lápiz, apartar el tiempo, a hacer el viaje, a empezar el negocio, a
armar la Fundación, a servir al otrocuando es oportuno, a disfrutar, agradecer
y cuidar la buena salud, a construir la casita, a estudiar afuera, a descansar
y darle mayor prioridad a la vida sensata que a la esclavitud de un empleo, a
coser, a hacer esa oración mientras vamos por la calle, a cuidar el planeta, a
ser el héroe del barrio, a apartar el mejor tiempo para estar con los hijos y
compartir con ellos sin el celular, a hacer los postres y venderlos, a limpiar
el clóset de lo que no usamos, a cambiar de canal y pensar en el prototipo de
hombre o mujer que Dios quiere que seamos y no el que la sociedad nos ha
vendido la idea de tener que ser, a tomar esas fotos que capturan en imágenes la
creación, a volver a empezar después de haberlo hecho tantas veces que ya nada
nos sabe a comienzo?
Depende de cada quien. Dios ha estado
esperando a que Sus sueños, puestos en los nuestros, nos
pertenezcan tanto que lo convenzamos de hacerlos realidad de Su mano. Pienso en
Adriana llorando los recuerdos y al tiempo escribiéndolos. Veo hoy el libro
publicado. Miro hacia nosotros y veo muchas páginas ya escritas, claro, también
muchas páginas en blanco con tanto por decir. Hoy es quizá el momento de
ingresar a esta escuela del dolor, con la seguridad que Dios no va a dejar
vacíos de enseñanza, va a ser el más pedagógico de los maestros y nos va a
llevar a exclamar con convicción: “Dios dio y Dios quitó”.
Gracias.
Viviana Segura, lectora.
Si desea adquirirlo, por favor escríbame a este correo: fueradelcampamento@gmail.com o lelyon2003@hotmail.com
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