EN MI OSCURIDAD ENCONTRÉ MI VELITA Por Adriana Patricia
Una de esas personas maravillosas
que el Señor me ha permitido conocer estos últimos tiempos ha sido mi amiga y
hermana Piedad, ella vive en España junto con su esposo. En estos días
conversábamos de esos tiempos tan tremendos de pruebas y aflicciones, por las
que todos pasamos en muchos momentos de nuestras vidas, cuando los cielos son
de bronce y sentimos que el Señor no nos escucha, cuando la tormenta aprieta y
el Señor sigue dormido y no despierta.
Es cuando el barco de nuestro corazón
y de nuestra alma quiere hundirse en la tristeza y la desesperación, es cuando
sabemos que a pesar de no sentirlo en nuestras emociones, Él está allí, solo está
durmiendo, pero vela en Su corazón por nosotros. Y ahí justo en ese momento, es cuando el Señor
se despierta y calma la tempestad. Es como aquella madre que mientras duerme
tiene atención despierta, porque a penas su hijo llora, ella sale a mirar que
le ha pasado, sin embargo, a veces Jesús se retarda un poco y se toma Su tiempo,
porque le gusta sorprendernos, le gusta llegar justo en el momento que el lodo cenagoso
está por hundirnos, para que clamemos “Pacientemente
esperé al Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación,
del lodo cenagoso; y puso mis pies sobre peña y enderezó mis pasos” Salmo 40: 1
- 2.
Pacientemente, dice,
porque el Señor se tarda algunas veces, pero aunque Él se tardare, en Él
esperaremos, aunque Él nos matare a Él lo esperaremos.
“…aunque se
tardare, espéralo, que sin duda vendrá, espéralo” Habacuc 2: 3b
“He aquí,
aunque me matare, en él esperaré” Job 13: 15a
Dios es bueno, en verdad lo es. Que
haríamos sin Él.
Unos dos o tres años después que
murió mi amado, comencé a no dormir, sudaba mucho en la madrugada, al otro día
despertaba con fuertes impulsos de asear la casa, como una especie de neurosis,
era algo compulsivo y hasta obsesivo; todo me irritaba, lloraba todo el tiempo y el
sueño no llegaba en las noches. Sufría en gran manera, no solo era el dolor
emocional de la pérdida, ahora era algo mental y eso era una cruz muy dura de
llevar.
No veía respuesta, hasta que
comencé a clamar al Señor, lloraba y clamaba cada día para que el Señor me
librara de algo que yo sabía que era, porque Él me lo había revelado, era TOC “trastorno
obsesivo compulsivo” (es un trastorno de ansiedad, caracterizado por pensamientos
intrusivos, recurrentes y persistentes, que producen inquietud, aprensión,
temor o preocupación, y conductas repetitivas denominadas compulsiones,
dirigidas a reducir la ansiedad asociada. Y el paciente debe ser medicado).
Yo no quería eso para mi vida, ya
tenía suficiente con todo lo que estaba viviendo y con lo que había vivido
anteriormente, esto ya era mucho más de lo que podía soportar.
Pero en mi debilidad clamé al Señor
con todo mi ser, humillé mi corazón delante de Aquel que todo lo puede, la
repuesta tardó, pero Dios me libró de aquella prueba tan difícil, vi como el
Señor rompió esa cadena y me libró de hundirme en ese lodo cenagoso.
En mi noche
oscura encontré mi velita, que digo mi velita, encontré mi lámpara, mi LUZ y mi
Libertador fue CRISTO.
No sé cuál es tu batalla, no sé
si es económica, mental, emocional, sentimental, física, cualquiera que sea. Cristo
es tu velita para la noche oscura de tu vida, Él es tu Libertador. “Clama a
mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y dificultosas que tú no
sabes” Jeremías 33:3.
No
desfallezcas, aun si se tardare, espéralo.
Comentarios
Publicar un comentario
DEJA TU COMENTARIO (BIENVENIDOS LOS COMENTARIOS CONSTRUCTIVOS Y QUE EDIFICAN)