DEPENDENCIA COMPARTIDA Por Wayne Jacobsen
El autor de este pequeño artículo, es el escritor de un hermoso libro titulado ¿Así que ya no quieres ir a la iglesia?; este libro fue de gran bendición a mi vida para entender lo que es verdaderamente la congregación en Cristo y con los hermanos. Todo lo que escribe el hermano Wayne Jacobsen es de gran bendición y está lleno del aroma de Cristo.
En la última década he conocido a miles
de creyentes en todo el mundo y he observado cuidadosamente una gran variedad o
tipos de grupos, y como buscan vivir y ser parte de una comunión cristiana.
Desde simplemente dos o tres personas viviendo en una comunión espontánea,
hasta las congregaciones con siglos de antigüedad y casi de todo en medio de
estos dos extremos. En muchos lugares me he deleitado al encontrar a la gente
de Dios compartiendo la realidad de Dios juntos, mientras crecen en conocerlo a
Él. En otros sitios, sin embargo, he visto con mucha tristeza como luchan y se
esfuerzan por copiar algún modelo de vida del Cuerpo del Nuevo Testamento, pero
a pesar de sus diligentes esfuerzos, ellos continuamente terminan decepcionados
y frustrados.
Porque deseo que todos conozcan el gozo
que hay en vivir en la vida de Cristo, siempre estoy tratando de averiguar la
causa que hace la diferencia. Es decir, ¿Por qué algunos grupos gozan de la
plenitud del Señor juntos y otros la pierden? Algunos podrían decir que la
presencia de Jesús hace la diferencia, y mientras que esto es verdad al menos en
parte, lo cierto es que lo encuentro a él presente en todas partes, incluso
entre las personas más cautivas, invitándoles a acercarse a una relación más
cercana con él.
Otros podrían decir que esto es debido
a que algunos encuentran el método que Dios les ha mostrado, y para otros la
diferencia se halla en que siguen las tradiciones de los hombres. Esto podría
ser cierto en parte también, sin embargo, me he dado cuenta en algunas
ocasiones de que las personas que emplean los principios más bíblicos de la vida
de la iglesia [simplemente como un método], tienen las relaciones más
disfuncionales y, en contraste, gente tan ingenua como niños espirituales están
pasando un muy buen tiempo disfrutando con gozo de la obra de Dios.
No, al final no es el conocimiento,
ni la madurez, ni los principios correctos o incluso el esfuerzo y compromiso
lo que desarrolla la vida del Cuerpo. Las personas que viven la vida de
Dios en los ambientes más sanos, son las que han aprendido la belleza de
la dependencia compartida. Y con eso no quiero decir que han aprendido a
depender de un líder, o el uno del otro, o de una estructura específica de una
iglesia, sino que están
aprendiendo juntos como depender del Padre y a participar así de Su trabajo
entre ellos.
¿Necesitamos De Una Reunión?...
Durante la mayor parte de mi vida he
oído a gente hablar de la vida de la iglesia utilizando el lenguaje de la
necesidad. “Se supone que un buen cristiano asiste a la iglesia siempre que el
Cuerpo se reúne." “Tú necesitas ‘ir a la iglesia’ o de otra manera caerás
en el error." ¿Qué esta tan equivocado en la vida del Cuerpo que la única
manera en que estamos motivados para participar en esa vida es porque tenemos
que hacerlo? Todo este lenguaje de la obligación y el compromiso, me hace preguntarme
si la fuerza impulsora por detrás de ‘la asistencia a la iglesia’ hoy no es más
que: “a las personas con
un inmenso vacío les gusta asociarse para tener compañía“. Vamos a
enfrentar esta realidad, estar sentados en el mismo servicio cada semana puede ser
un poco aburrido. Incluso los oradores más increíbles que he oído se vuelven
tediosos y repetitivos semana tras semana y año tras año.
La
vida del Cuerpo fue diseñada para reflejar el gozo de la familia del Padre, no
para ser una obligación dolorosa para sus hijos. Sé que puede ser difícil de
entender para aquellos que sólo han experimentado la vida de iglesia como una
interminable serie de reuniones redundantes, líderes controladores o relaciones
llenas de chismes, condenación y manipulación. La verdadera vida del Cuerpo sin embargo, no se parece a
ninguna de esas cosas.
Cuando el Nuevo Testamento habla sobre
la vida del Cuerpo, no utiliza el lenguaje de la necesidad u obligación. Las
Escrituras no obligan a los creyentes a participar de la vida de la familia de
Dios, porque tenemos que hacerlo, sino que nos invita a participar de una
demostración sin precedentes de la gloria de Dios. Tu propia relación individual con Él te permitirá
probar sólo una pequeña faceta de Dios y de Su sabiduría. Pablo lo compara
a una visión parcial, como si estuviéramos mirando en un espejo oscuro
(1ªCorintios 13:12). Como mucho, sólo veremos en parte. Sin embargo, cuando
combinamos nuestra parte, con muchas otras partes que son expresadas por otros
miembros de Su familia, obtenemos una imagen más completa de Dios y de Su Obra.
Es por eso que Pablo
describe a la iglesia como la plenitud de Cristo (Efesios 1:23).
Cuando
eres amado más allá de tus mejores sueños, cuando eres desafiado a ver una
mayor altura de Su gloria, animado, alentado, confortado por Su fortaleza en
los demás e iluminado por sus puntos de vista, nadie tiene que ser obligado a
participar. Pero sólo Dios puede producir ese tipo de vida en común. Si la
buscamos en los demás, en lugar de en Él, nos encontraremos a nosotros mismos
viviendo muy por debajo de la realidad que Dios nos ofrece.
Lo Que Necesitamos Es A Él
En realidad no nos necesitamos unos a
otros. ¡Lo necesitamos a
Él! La vida del Cuerpo que no comienza con esa simple premisa está destinada a perder
la meta. Sí, es
cierto, la auténtica vida del Cuerpo es valiosa y enriquecedora, pero si se
convierte en un sustituto de la Presencia diaria de Dios trabajando en cada uno
de nosotros, terminará por ser un obstáculo en el camino en lugar de una bendición.
No
podemos dejar que ambos se confundan, el sustituto con Dios. La Escritura es
clara aquí. Sólo Él es nuestra fortaleza y escudo. Sólo Él es nuestro refugio.
Dios quiere enseñarnos a cada uno de nosotros a vivir totalmente dependientes
de Él. Nuestras relaciones
con los demás deben fomentar el proceso, no suplantarlo.
Hace poco, vi la foto de una cueva
recién descubierta cuya existencia fue recientemente anunciada en los medios de
comunicación. Una de las cámaras en esta cueva, es lo suficientemente grande
como para contener de sobra un estadio de fútbol. La única forma de salir de
ella, es subir por una cuerda que se ha colgado a través de un agujero en su
techo. En la foto que vi, el equipo estaba trepando la cuerda para llegar hasta
la superficie.
Esa foto demostraba la efervescencia de
la camaradería del viaje, sin perder de vista su dependencia. Cada uno de ellos
depende de la cuerda para salir de esa cámara. Por muy valiosos que sean el
aliento, la experiencia y la instrucción de los demás, cada persona sigue
teniendo que confiar necesariamente en que la cuerda es lo único que le va
ayudar a subir a la superficie. Ninguno de ellos, incluso con las mejores
intenciones, podría sustituir a la cuerda. Nadie podría subir lentamente en
lugar de otra persona. Podrían subirse uno encima del otro durante años y aun
así no encontrar su camino hacia la superficie.
De
la misma, manera nuestras relaciones con los demás sólo pueden crecer
saludablemente, cuando no estamos tratando de conseguir, los unos de los otros,
lo que sólo Dios puede dar. Dios quiere que dependamos sólo de Él –que Él sea
para nosotros lo que la cuerda representa para los escaladores- y que nos
alentemos, animemos y confortemos unos a otros en el proceso de aprender a
caminar con Él.
No Tomes Sustitutos
La
vida del Cuerpo resulta naturalmente de personas que están aprendiendo a vivir
en la diaria dependencia de la Presencia del Padre. Esta pasión es un
ingrediente esencial para que las personas descubran juntos la vida efectiva
del Cuerpo. Resulta tentador pensar que si Jesús se da a sí mismo a conocer en
el Cuerpo, nosotros dependamos de él a través de la dependencia de los unos de
los otros. Es cierto que es un cambio muy sutil, pero es un sustituto
potencialmente fatal, por lo menos espiritualmente, si hace que dejemos de
poner nuestros ojos en Jesús y los pongamos en otras personas, o en cualquier
sistema que busque reproducir la iglesia.
Si los escaladores se soltaran de la
cuerda, incluso para apoyarse los unos en los otros, resultaría un desastre. Somos personas en un viaje
invitados a una relación más grande con Dios y a poner una mayor confianza en
Él. Podemos ayudarnos a ir más lejos estando juntos, que si vamos solos, pero
no debemos olvidar a dónde vamos. La vida del Cuerpo florece donde la gente
está aprendiendo a confiar en Dios para todo, y sus relaciones apoyan ese
crecimiento.
Desafortunadamente, lo que hoy en día
es considerado la vida del Cuerpo, ofrece sin darse cuenta, sustitutos para que
esa dependencia [en los unos a los otros o en sistemas] se arraigue en nuestros
corazones. La tradición se puede convertir fácilmente en un intento de
reproducir algo que Dios hizo en el pasado, y la mayoría de los programas
tratan de asegurar la mano de Dios en el futuro. Ambos nos impiden responder al Dios que trabaja en el
presente, que nos lleva a confiar en Él más y más en cada momento.
Leyendo Mateo 6, aprendemos lo que Jesús dice acerca de cada uno de nosotros
viviendo en la absoluta seguridad de que Dios cuida de nuestras vidas, y en que
Él nos guía para adentrarnos en Su vida. Esto es algo que cada uno debemos descubrir en nuestra íntima
relación con Él.
Sé
que aprender a confiar sólo en Él, puede asustarnos. Puede parecer más fácil a
corto plazo, poner nuestra dependencia en los líderes u otros creyentes, o en
alguna forma de hacer iglesia, pero esto sólo nos llevará a tener una perpetua
frustración y dolor cuando los demás inocentemente fallan a nuestras
expectativas, o cuando más abierta y violentamente traicionan nuestra
confianza. El dolor que resulta, es la clara evidencia de nuestra
dependencia esta puesta en el sitio equivocado.
Si bien es cierto que podemos animarnos los unos a otros en el proceso,
hay que tener cuidado de no minarlo, al tratar de confiar los unos en los otros
en lugar de en Él. Cuando las personas pierden la pasión por cultivar una
creciente dependencia en el Padre, lo mejor que pueden producir con el esfuerzo
humano es una ilusión de la vida del Cuerpo.
Sobreestimando Nuestras Capacidades
Esta fue una de esas respuestas que me
sorprendió tan pronto como me escuché a mí mismo diciéndola, esto no sucede muy
a menudo en alguien que por lo general piensa muy bien antes de que algo salga
de su boca. Durante la última hora y media me había sentado en una antigua
discoteca de Tulsa con un grupo de creyentes hambrientos de hablar de este
increíble viaje que es conocer al Padre y caminar en la realidad de Su
Presencia. Entonces alguien preguntó: "¿Cuál crees que es el mayor
obstáculo para que las personas vivan en la plenitud de la vida de Dios?"
"Estoy empezando a pensar que el
mayor obstáculo es la sobreestimación de nuestras propias capacidades." Mi
respuesta me sorprendió. No sé si antes había expresado esta preocupación en
respuesta a alguna pregunta similar. Tuve que hacer una pausa y pensar por un
momento si esa era mi respuesta final.
Cuanto más pensaba en ello, sin
embargo, vi que Dios estaba esclareciendo algo que Él había estado trabajando
en mi vida. Yo solía pensar que el esfuerzo diligente aplicado en el proceso
correcto podría lograr cualquier cosa. Pero con los años, el fracaso de mis mejores esfuerzos me
habían finalmente convencido de que si el Señor no edifica la casa, en
vano se esfuerzan Sus edificadores (Salmo 127:1). El gozo de esta vida se encuentra en
confiar en Él y en seguir Su guía en una diaria relación de creciente
confianza.
Cuanto más hablamos esa noche sobre la
presión que nos ponemos nosotros mismos y en otros, en reproducir o duplicar
esta cosa asombrosa que llamamos la vida del Espíritu, más me convencía de que
sobreestimar nuestras propias capacidades complica nuestro caminar en vez de
liberarnos. Esto nos lleva a sentirnos atrapados en nuestros fracasos y a estar
orgullosos de nuestros éxitos. Nos hace manipular a los demás para que hagan lo
que pensamos que es mejor, y alienta a todos a poner sus ojos en las personas
[en nosotros mismos o en los demás] en lugar de en Jesús. Esto nos lleva a
poner nuestro esfuerzo fuera de lugar y al desperdicio de energía, ya que sólo
sabemos cómo hacer nuestro trabajo cuando entendemos cómo trabaja Dios. Las personas que confían en sus
propias capacidades, nunca descubrirán la realidad de la vida en Dios y el gozo
de compartir la vida con los demás.
No Es Ni Siquiera Un Poco
La
vida de Dios puso el mundo de Pablo al revés, pasó de ser un religioso comprometido
que se jactaba de sus habilidades y se enorgullecía de sus logros, a alguien
que absolutamente no puso confianza ninguna en la carne. (Ver Filipenses
3:1-11). ¿Qué tanto te habría gustado estar en comunión con Pablo antes de que
Dios abrazara su vida? Hubiera sido insoportable. Él pensaba que siempre tenía
la razón, que estaba más cerca de Dios que nadie y que tenía derecho a matar si
no se hacían las cosas a su manera.
Imagina
lo diferente que fue después de que Jesús había cautivado a Pablo con su
profundo amor. Él atrajo a Pablo a sí mismo y lo transformó de un hombre que
estaba confiado en sus propias capacidades, a uno que sabía que sólo Jesús
puede lograr cualquier cosa sólida y verdadera. Él es el que atrae a la gente a la verdad. Él es el que
cambia la vida. Él es el que conecta su Cuerpo de formas que cumplen el
propósito de su reino.
Pablo
entonces pudo ver que sus mejores esfuerzos no eran más que aguas estancadas,
inútiles y sin valor en el despliegue de la gloria de Dios en sí mismo o en
otros. Él encontró que la justicia que es producto del esfuerzo humano es
repulsiva y, simplemente se deleitó en la justicia que produce una creciente
confianza en Dios.
Como no tenía confianza en su propia
carne, no presionó a otros para que confiaran en sí mismos. Él sabía que todo en este reino
tiene que fluir de la obra de Dios, y que nosotros sólo podemos responderle a
Él, no producir Su vida por nosotros mismos. Esto incluye la vida del
Cuerpo. Si vamos a
aprender a compartir Su vida en relaciones significativas con otros creyentes,
nuestra dependencia tiene que estar en Él. No podemos lograrla aun
siguiendo lo que consideramos los patrones bíblicos de la vida de la iglesia.
Aunque sea verdad que pueden ayudarnos a reconocer la manera en que Dios
trabaja, estos patrones por si mismos no nos permitirán compartir la gloria de
Su vida. Sólo la Cabeza de
la Iglesia puede edificar a su iglesia. Nosotros, por nosotros mismos, sólo
podemos construir ilusiones de la misma.
La Dependencia Compartida En Él
Pasé algún tiempo recientemente con un
grupo de personas que estaban aspirando a facilitar una iglesia en casa, en
cada uno de sus hogares. Les pinté el siguiente escenario: ¿Qué pasaría si de
aquí a seis meses dos de los grupos revientan por las costuras con personas
entusiasmadas, dos de ellos estén yendo a la deriva, y los otros dos están
totalmente muertos y aburridos?. ¿Qué podríamos saber acerca de estos que
facultaron sus recursos para estos grupos, y qué podríamos hacer al respecto?
La sabiduría popular nos diría que esos
grupos que parecen tan vivos están guiados por buenos líderes, y los que están
luchando por mantenerse, son guiados por los más débiles. Pero no es así como
Dios lo ve. Algunos grupos pueden lucir con mucha vitalidad sólo porque sus
líderes son mejores en la fabricación de una ilusión de la vida del Cuerpo. Por
su personalidad animada o su habilidad para atraer seguidores, pero que
reflejen o no el verdadero compartir de la vida junto a los creyentes es
otra cosa. Del mismo modo, aquellos grupos que pueden estar teniendo
dificultades pueden tener excelentes facilitadores (lideres), pero pueden estar
tratando de lograr algo que Dios no está haciendo.
Jesús
dijo que él sólo hacia las cosas que veía hacer a su Padre. Por desgracia, en la forma en que
muchos hacen la vida de la iglesia hoy en día, buscamos lo que el Padre parece
no estar haciendo allí, para tratar de hacer que algo suceda. Los
resultados no deben sorprendernos. El esfuerzo humano no puede producir los frutos de Dios, pero los
corazones rendidos [humildes, de niño] pueden participar en todo lo que Dios ha
preparado para ellos.
Al
decir que no debemos poner nuestra dependencia en los demás, no estoy excusándonos
de ser dignos de confianza, hermanos o hermanas fiables. Las experiencias más
profundas de la vida del Cuerpo ocurren donde la gente es lo suficientemente
libre de su propia agenda y de situaciones de dolor para ser fieles en tiempos
de problemas, genuinos de corazón y verdaderos, auténticos en sus palabras,
aunque eso les cueste muy caro a veces.
Pero
si permites que tu crecimiento dependa de ellos, defraudarás tu propia relación
con Jesús. De hecho las personas que conocen mejor a Jesús, no se les ocurriría permitirte
poner tu confianza en ellos. Te alentarán a mantener tu dependencia firmemente
en él, ¡porque es la única vía para vivir la verdadera vida de Dios! AMÉN
Esta es la verdad: la vida
genuina y auténtica del Cuerpo es un don que Dios da, no algo que se puede
organizar mediante el esfuerzo humano, incluso siguiendo los principios
bíblicos. En lugar de tratar de
fabricarla, ¿No sería mejor pedirle a Él que nos muestre cada día cómo nos ha colocado
en el Cuerpo, con quien nos está relacionando, y cómo podemos alentarnos a
confiar en Dios más libremente?
Tu
parte es simplemente seguirlo a Él. Cuando lo hagas, Él te colocará entre el
Cuerpo, como Él desea, y tu conocerás la alegría de compartir una creciente
dependencia en Él con otros miembros del Cuerpo.
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