EL NUEVO ÉXODO Por Michael Clark, George Davis y Douglas Weaver

CAPÍTULO CUARTO

PRIMERA PARTE


La Nube de Testigos


En esta carta, nuestros ancestros espirituales reciben elogios por una fe demostrada por su actitud común hacia el status terrenal.

“Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. 8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. 9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. 11 Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. 12 Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar. 13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; 15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. 16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.” (Hebreos 11:7‐16)


Estos grandes santos descubrieron y aceptaron su verdadero status en la tierra. Eran peregrinos, extranjeros, exiliados que no consideraron la tierra su hogar. En lugar de eso, buscaron diligentemente un país mejor, un país celestial, un país que no era de este mundo. Incluso los pensamientos o memorias del país de donde venían fueron quitados de su mente para no ser tentados a volver. En lugar de eso, volvieron sus espaldas a los muchos placeres y trampas de este mundo para permanecer en el más noble viaje de aprehender a Dios y manifestar Sus propósitos en la tierra. Proseguían para asir aquello para lo que habían sido asidos por Cristo Jesús (Filipenses 3:12). Estos santos permanecieron fieles al curso aunque la promesa se escapaba de su alcance. Por favor, fíjate que caminar en fe es salir y caminar sobre la tierra como lo hizo Abraham. Es una vida de búsqueda de la ciudad celestial que Dios ha preparado, una ciudad que tiene fundamentos, Jesucristo mismo. (Lee Isaías 28:16, 1ª Cor. 3:11).

¡Ahora hemos entrado en la misma carrera y el propósito de esta carrera es acabarla! Hemos sido movilizados. Todos los creyentes deberían estar movilizados—migrando de gloria en gloria en una búsqueda diligente del cumplimiento del propósito global de Dios. Somos llamados a vivir una vez más como extranjeros en la tierra.

Dios usó la muerte de Esteban para empujar a la iglesia en su caminar hacia fuera. Hasta entonces todo había sido muy cómodo en Jerusalén. Hasta los sacerdotes del templo estaban empezando a creer en la fe (Hechos 6:7). No había muestra de que los apóstoles se estuvieran tomando en serio el mandato de Jesús de llevar Su evangelio a los extremos de la tierra. Esteban hablaba de un continúo éxodo de los fieles de Dios y su muerte produjo precisamente este éxodo en esta iglesia infante.


No somos llamados a ser constructores de ciudades, de denominaciones o de iglesias. Somos llamados a ser peregrinos en esta tierra al seguir este llamado ascendente. La iglesia primera sabía esto. No construyeron ni un solo edificio de iglesia durante casi 300 años. Se congregaban en hogares y continuaron moviéndose hacia fuera con las buenas noticias. Constantemente hacían referencia a sí mismos como peregrinos y extranjeros en la tierra.

Las palabras que abren la primera epístola de Clemente a los Corintios, supuestamente escrita durante la vida de Juan, nos da una indicación del ambiente de las iglesias al cierre del primer siglo. Clemente comienza diciendo, “la iglesia de Dios que está en Roma, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que son llamados y santificados por la voluntad de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. La carta de Policarpo a los Filipenses era dirigida a “la Iglesia de Dios que está en Filipo.” Con esto vemos el ambiente de los creyentes de fines del primer siglo y principios del segundo. Se veían a si mismos como peregrinos y extranjeros en una tierra extraña (Lee 1ª Ped. 2:11). Se veían a ellos mismos como moradores de tiendas, no constructores de ciudades. La ambición de quedarse y de edificar ciudades para Dios vino más tarde con la completa apostasía de la Iglesia, hasta llegar al presente desorden.


La iglesia abunda en denominaciones fundadas por y sobre visiones de meros hombres, cada uno reclamando la obra de sus manos como la verdadera ciudad a la que debiéramos dar nuestro dinero y devoción. En lugar de contestar a ese llamado hacia arriba, terminaron fornicando con el mundo y dando a luz a mutaciones espirituales que deben ser cuidadas como a cualquier niño deformado y minusválido. Esta descendencia no tiene una movilidad innata y carece de la capacidad de madurar a conciencia sin la liberación de un poder milagroso para reactivar sus miembros muertos. ¡El clamor del Espíritu de Dios es que la Iglesia una vez más se levante y camine!


Somos llamados a participar como miembros de UNA ciudad celestial y dejar que nuestros corazones por completo se anclen ahí y solo ahí. Esto hace que no busquemos Su bendición en NUESTRA ciudad o movimiento, sino que nos atrae más y más hacia la Suya.

“Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey. 24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, 25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos. 29 Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados” (Hebreos 11:23‐29)


Los que caminan por la fe se apartan a si mismos del éxito que el mundo y sus sistemas de iglesia ofrecen. Son de un solo enfoque, como Moisés, no contentos hasta que han visto al Dios vivo cara a cara (Éxodo 33:11). Algunas veces esto incluye dejar a un lado bendiciones legítimas. Dios con toda certeza te va a demandar que pongas un cuchillo a lo que se ha interpuesto entre ti y la ciudad celestial, por causa de ti mismo.


“Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; más otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. 36 Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. 37 Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; 38 de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. 39 Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; 40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros. 1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 11:35:12:2)


Si vamos a caminar por fe, debemos esperar ser rechazados por los moradores de este mundo y sus sistemas, religiosos o de otra naturaleza. En las iglesias modernas hoy día, se da toda la atención y el tiempo a hacer que la iglesia sea aceptable al mundo. Tratan de quitar la ofensa de la cruz.

Tenemos que estar preparados para el largo plazo y mantenernos centrados en Jesús. No solo nos ha llamado a una vida separada del mundo, sino a una vida de sufrimientos y de rechazo también. Desde un punto de vista mundano, esto no es atractivo para el comprador. Jesús vino a los suyos y los suyos no Le recibieron, y nosotros debemos esperar tener comunión con Cristo en sus sufrimientos. Jesús no solo nos llamó a salir del mundo, sino que nos prometió que se encargaría de que los que soportaran hasta el fin, tuvieran su recompensa celestial.

“Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, 19 al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, 20 porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; 21 y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; 22 sino que os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, 23 a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, 24 a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejorque la de Abel. 25 Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. 26 La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. 27 Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. 28 Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; 29 porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Hebreos 12:18‐29).

El escritor de Hebreos atrae nuestra atención a la Jerusalén celestial sobre la que se sienta Jesús como mediador de este presente nuevo pacto. Como Pablo escribió a los creyentes colosenses, “Si pues habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Col. 3:1‐2).

Somos llamados a escuchar SU voz para escapar de la ira de nuestro Dios, que es fuego consumidor. Él nos advierte que todas estas cosas creadas que tan fácilmente nos distraen en esta vida, serán quitadas y todo lo que quede será el Reino de Dios, que no puede ser conmovido.

No necesitamos otro seminario sobre crecimiento de iglesia. Necesitamos emigrar al lugar donde Dios está ahora. Necesitamos ser fieles en avanzar hacia la meta final y traer a su consumación el propósito de Dios para esta era. Debemos regresar al viaje, a aprehender a Dios y a manifestar Su propósito como organismo viviente. Somos llamados a seguir a Jesús fuera del campamento de la religión establecida, llevando su reproche.

Pablo tuvo una visión que le fue infundida por el Señor como a ningún otro apóstol. Esta visión fue más allá de cualquier institución terrenal. Su visión era “en lugares celestiales en Cristo Jesús”, entre toda esa nube de testigos. Él escribía a la iglesia de Éfeso:

“ 3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:3‐6)

Aquí vemos que Pablo tenía algo más en mente cuando habló de nosotros estando en Cristo. Primero indica que TODA bendición espiritual está en los lugares celestiales en Cristo. ¿Qué? ¿Es que Dios no quiere bendecirnos aquí en la tierra? ¿Es que no quiere que vivamos como los hijos del rey con todas las riquezas que el mundo nos pueda ofrecer? No, yo creo que Pablo tenía riquezas y bendiciones mayores en mente que las cosas de este mundo que perecen (Mateo 6:25).

Pablo continúa, “Nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él”. ¡Aquí nos revela que estábamos EN EL antes de la fundación del mundo! ¡Que pasada! Pablo, ¿eso es lo que quieres decir realmente? ¿Podría ser que Dios hiciera un cuerpo de células espirituales, un cuerpo que precede al universo tal y como lo conocemos? ¿Fueron esas mismas células en ese cuerpo preparadas previamente para ser manifiestas sobre esta tierra como SU cuerpo, el cuerpo que Le muestra a un mundo perdido y moribundo? ¿Estás todavía con nosotros? Porque incluso se
pone mucho mejor.

Pablo enseñó: “Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí. Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Aquí vemos que estábamos en el cuerpo físico de Jesús sobre esa cruz, fuera de las puertas de Jerusalén. También vemos que caminamos nuestras vidas espirituales por Su fe, no la nuestra. Encuentro eso muy liberador. ¡TODO es JESÚS! Es Su fe, Su muerte, Su vida y Su amor en nosotros.

Pablo también nos enseña que fuimos resucitados con Cristo. “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” (Romanos 6:4‐5). Sí, nuestros cuerpos serán resucitados como el Suyo, pero un sentido espiritual, estamos ya ahí, a la diestra del Padre, morando en Su poder de resurrección.

CONTINUARÁ...

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